Vernon JohnsonTestimonio de un Pastor Anglicano que regresa a la Iglesia Católica.
Pastor anglicano, nacido en 1873, ingresó a la Iglesia católica el 13
de setiembre de 1929. En su libro autobiográfico Un Señor, una fe,
describe su trayectoria espiritual.
Dice: «La Iglesia católica es realmente la Iglesia fundada por
Jesucristo; y fundada precisamente para custodiar la Verdad y enseñarla
sin error a los hombres hasta el fin de los siglos. Sólo la Iglesia
católica ha sido fundada por el mismo Dios sobre la roca del
Pontificado, hecho éste, históricamente irrefutable, en virtud del cual
sólo Ella puede, con verdad, proclamarse infalible en su divina misión
de apostolado. Sólo Ella tiene poder y autoridad garantizados por
Cristo, para guiar y alimentar a todos los hombres, como a ovejas
congregadas en un solo rebaño y bajo un solo pastor... Mi primer
encuentro con la Iglesia católica, considerada como realidad actual y
viviente, ocurrió en Lisieux en el año 1925»[62].
«A fines de 1924, estando en cierto convento anglicano de religiosas, a
donde había sido enviado para dar un retiro, la Madre Superiora puso en
mis manos la Autobiografía de santa Teresita de Lisieux... ¡Imposible
describir el estado en que me encontraba cuando, por fin, después de
media noche, pude cerrar el libro! ¡Jamás escrito alguno había conmovido
todo mi ser de aquella manera!»[63]. Su visita a Lisieux en 1925, le
impactó mucho.
El año 1926 repitió la visita y empezó a preguntarse sobre la unidad y
autoridad de la Iglesia católica, considerando la posibilidad de que
fuera la Iglesia verdadera, fundada por Cristo. Dice: «Autoridad y
unidad: he ahí los dos interrogantes, las dos dudas terribles, que me
asaltaron en Lisieux. Llegué a comprender que el Señor había fundado su
Iglesia para que fuera Maestra divina del mundo; que le había prometido
la asistencia perenne del Espíritu Santo, que habría de guiarla en la
predicación y enseñanza de la verdad y que Él mismo, el Señor en
persona, había de estar siempre con ella hasta el fin de los siglos...
Decir que la Iglesia no tiene ya potestad para enseñar, equivaldría a
decir que el Señor ya no está con Ella, en contra de lo que Él, tan
categóricamente, le había prometido y tan incondicionalmente había
asegurado»[64].
«Cuando partí de Lisieux, después de mi segunda visita, mi sentimiento
dominante era que tenía ante mí una tarea abrumadora, casi imposible.
¡Tenía que realizar un estudio completamente imparcial acerca de la
Iglesia católica y me encontraba totalmente perplejo en cuanto al modo
de lograrlo!
Pensaba yo que si, por un imposible, llegase a persuadirme algún día de
que Roma estaba en lo cierto, ello significaría para mí el trastorno de
toda mi vida y el hundimiento de todos mis ideales; en una edad,
además, en la que es casi imposible comenzar de nuevo; y eso sin contar
la otra catástrofe mucho peor: el rompimiento de todos mis antiguos
lazos de amistades espirituales y humanas... Algunas veces, desesperado
del éxito estuve a punto de desistir y quería dar largas al asunto,
dejando todo para más adelante»[65].
«Me atormentaba el pensamiento de otra pérdida más grande: aquellas
almas tan numerosas que yo habría de poder conquistar en misiones como
aquellas concurridísimas que yo mismo había organizado en las grandes
ciudades fabriles y en otros muchos lugares de Inglaterra, gracias al
celo y generosidad de muchos sacerdotes y seglares de nuestra Iglesia
anglicana»[66]. «Yo me preguntaba: ¿Por qué los obispos anglicanos
enseñan doctrinas entre sí diferentes y, a veces, contradictorias? Y,
cuando alguno me preguntaba a qué obispo debía obedecer, tampoco podía
señalarle una autoridad que, de hecho, no existía entre ellos»[67].
«Lo único que me quedaba era ponerme en camino hacia la Iglesia
católica. Para ello fui a vivir con un amigo católico para poder recibir
de él las primeras instrucciones... Al fin, se fueron disipando las
nubes y llegó la claridad. Después me fui a una Orden religiosa para
instruirme por completo. Allí encontré la paz»[68].
Vernon Jonson hizo un largo camino, lleno de dificultades hasta llegar a
la plenitud de la fe y de la verdad en la Iglesia católica, pero valió
la pena, porque sólo en la verdad se encuentra la verdadera paz. En 1933
se ordenó sacerdote católico.
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