sábado, 8 de noviembre de 2014

Cubana Conversa

Cubana ConversaTania, una joven cubana de Camagüey. Sus padres fueron bautizados de niños, pero abandonaron toda práctica religiosa tras la revolución. El padre, además, era miembro del Partido Comunista.


—¿Cuál fue su primer paso hacia la fe?

—Yo no estaba bautizada, ni tenía formación religiosa alguna. No sabía rezar absolutamente nada. Me marché de casa para hacer el pre-universitario. Era en el curso 1991-92. Allí conocí a dos amigas católicas. Una me invitó a ir a Misa. En ese tiempo se podía ir libremente a la iglesia, pero a los católicos se les vigilaba.

Cuando fui a misa me di cuenta que los católicos eran diferentes: eran personas instruidas, educadas y delicadas en su manera de hablar. Notaba una gran diferencia humana y cultural entre el católico y el comunista.


—¿Qué fue lo que contribuyó más al acercamiento suyo al cristianismo?

—Sobre todo, encontrar respuesta a las preguntas que me inquietaban desde la adolescencia: el sentido del sufrimiento humano, la paradoja de la injusticia en el mundo, lo que estaba pasando en mi país... También otros problemas familiares.

En mi conversión influyó también un momento muy especial que nunca olvidaré. Fue clave. Se ve que el Espíritu Santo ya trabajaba en mi alma. Era el curso 92-93. Venía de la universidad leyendo en el autobús, completamente abarrotado. Una mujer muy pobre llevaba un vaso con un batido de chocolate. En Cuba este tipo de productos es un lujo. Al llegar mi parada, esta mujer me ayudó con los bultos que yo traía y, sin querer, al moverme para bajarme, le tumbé el vaso. Cuando me di cuenta ya estaba fuera del autobús. Ni siquiera tuve tiempo de pedirle perdón. Entonces, la sensación que experimenté fue increíble. Aquello me había llegado al corazón. Me fui a casa llorando y cuando llegué, sola, me puse a escribir, porque necesitaba hablar con alguien. Sentía una necesidad muy viva de que alguien me perdonase. Y no sólo por el episodio del batido; también por otras cosas. Necesitaba del perdón. No conocía el sacramento de la penitencia, pero buscaba algún camino para encontrar el perdón.

—¿Cómo se concreta finalmente su conversión?

Con mi amiga católica había comenzado el proceso de mi conversión. En la parroquia por donde me llevó yo no me sentía digna de pertenecer a aquel grupo, porque no sabía nada y no creía en nada. No sabía siquiera el padrenuestro ni el avemaría.

Buscaba dónde podía encajar y, ya en mi ciudad, empecé a ir por mi cuenta a una iglesia protestante. Después de acudir unas cuantas veces, vi que aquello no iba con mi manera de ser. Desde mi punto de vista, me parecían raras aquellas escenas de conmoción, los desmayos, el estruendo de la música...

Por entonces estudiaba la carrera de Defectología (lo que en España se denomina Educación Especial). Me gustaba mucho leer a los clásicos. Y eso influyó mucho, porque me ayudaba a tener una apreciación más profunda acerca de la verdad del hombre, como un ser espiritual.

Comencé a ir a otra iglesia católica más lejana a mi casa. Finalmente me percaté que había una, pequeña y antigua, muy cerca de donde vivía, que no había descubierto nunca. Era la parroquia de Santa Ana. Comencé a ir por allí asiduamente y a recibir clases de catecismo.

Aquella comunidad católica influyó muchísimo. Me atraía su mentalidad abierta y trascendente, así como la sencillez de las personas.


Ultimo obstáculo


—¿Hubo alguna dificultad para su conversión?

—Mi padre era miembro del Partido Comunista. No le gustaba la idea de mi conversión. No le convenía. Yo no le decía nada de mi proceso interior, por si acaso.

Estuve un año asistiendo a la catequesis y el 26 de julio de 1994, fiesta de Santa Ana y San Joaquín, me bauticé, junto a varios adultos más. Resultó una ceremonia muy emocionante. Asistió mi madre, que ya había comenzado a practicar, y uno de mis hermanos, que también estaba en proceso de conversión.

Luego me involucré bastante en el grupo de jóvenes de mi parroquia. Sentía un gran fervor y un gran deseo de que se convirtieran todos mis conocidos, porque me sentía completamente enamorada del Señor, y lo sigo estando.

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