viernes, 4 de diciembre de 2015

El zapatero al que Cristo visitó tres veces










Cristo siempre está visitando a sus hermanos, abramos nuestra mente y corazón para recibirle cuando menos lo esperamos.

Al igual que la Cuaresma, el Advierto es un tiempo de espera y de preparación. Tiene gran importancia en nuestras vidas porque es una temporada de mirar hacia adelante, esperando por algo grande que nos va a acontecer: el regalo de la salvación, el regalo del amor sin medida, la celebración anual del suceso que marcó un antes y un despues: el nacimiento del Niño Dios.

Con la llegada de este hermoso tiempo de preparación del corazón, les hacemos llegar, un relato de León Tolstoy, que seguramente ya es bien conocido por todos, pero que vale la pena rescatarlo antes de la celebración de la Navidad.
El zapatero al que Cristo visitó tres veces
"Martín era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de trabajo.

Martín, cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo de los evangelios frente al fuego del hogar. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente una voz que le decía. ‘Martín, mañana Dios vendrá a verte’. Se levantó, pero no había nadie en la casa, ni fuera, claro está, a esas horas de la fría noche...

Se levantó muy temprano y barrió y adecentó su taller de zapatería. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Y se puso a trabajar delante de la ventana, para ver quién pasaba por la calle. Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo vestido de harapos y descalzo. Compadecido, se levantó inmediatamente, lo hizo entrar en su casa para que se calentara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta, para el camino y le regaló unos zapatos.

Llevaba otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó el puchero de la sopa excelente que había preparado por si Dios se quería quedar a comer. Además fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de unos de sus hijos y se los dio para que no pasaran más frío.

Pasó la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. La puerta se abrió con algo de violencia y entró dando tumbos el borracho del pueblo.

– ¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios... (se dijo el zapatero)

– Tengo sed (exclamó el borracho)

Y Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con los restos de la sopa del mediodía.

Cuando el borracho marchó ya era muy de noche. Y Martín estaba muy triste. Dios no había venido. Se sentó ante el fuego del hogar. Tomó los evangelios y aquel día los abrió al azar. Y leyó:
"Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestistes...Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hicistes...’
Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo...
El Adviento, es la llegada del amor, el sueño vivo de una esperanza que nos trae a todos la salvación y nos enriquece el alma con bondad y compasión.
Esperemos que este pequeño relato le ayude a comprender la riqueza y la honra de recibir al niño Dios durante el tiempo de Adviento o en cualquier otro tiempo de su vida, y le fortalezca el deseo de darle una bienvenida a Cristo con todo su corazón, es una buena manera de prepararse para el verdadero significado de la Navidad. Recuerda: Jesús nos visita de muchas formas y de distintas maneras, aprendamos a reconocerlo siempre. ¡Dios les bendiga!

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