María, Madre Nuestra
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Título: María, Madre Nuestra
Autor: R. P. Ángel Peña, O. A. R.
Nihil Obstat P. Ignacio Reinares Vicario Provincial del Perú Agustino Recoleto. Imprimatur Mons. José Carmelo Martínez Obispo de Cajamarca LIMA – PERÚ, 2008
Autor: R. P. Ángel Peña, O. A. R.
Nihil Obstat P. Ignacio Reinares Vicario Provincial del Perú Agustino Recoleto. Imprimatur Mons. José Carmelo Martínez Obispo de Cajamarca LIMA – PERÚ, 2008
Tomado de: Libros Católicos
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INTRODUCCIÓN
Este es un libro dedicado a la Virgen
María. En él deseo expresarle mi cariño, que viene desde mi más tierna
infancia. Por experiencia puedo decir que nunca me he arrepentido de
amarla y que, cuanto más la amo, más amo a Jesús. Por eso, quiero
presentar este libro con el deseo de que todos los que lo lean puedan
amarla también cada día más y amar también cada día más a Jesús.
Comenzaré dando algunos fundamentos de la
devoción mariana con textos bíblicos, doctrina de la Iglesia, citas de
santos… También expondré algunas de las principales devociones a María,
con oraciones y poesías, todo ello confirmado con muchos ejemplos, que
puedan ratificar la eficacia de la devoción a María. La última parte
trata de María como camino para llegar a Jesús. A Jesús por María. Por
medio de María, encontraremos siempre a Jesús, como lo encontraron
tantos convertidos y tantos santos a lo largo de los siglos.
Les deseo a todos un amor grande y
profundo a María. Que su ternura y amor maternal iluminen sus vidas para
que puedan encontrar por medio de Ella a Jesús, el amigo que siempre
nos espera, en la Eucaristía.
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En esta primera parte, deseo
fundamentar la devoción a María con textos bíblicos y con la enseñanza
de la Iglesia y de los santos. María ha estado siempre en el corazón de
la Iglesia y, desde el día de Pentecostés, ha sido la Madre de la
Iglesia que ha velado por Ella para ayudarla en los momentos difíciles
de crisis y confusiones para guiarla hacia Jesús.
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Son muchos los textos del Antiguo
Testamento, en que los escrituristas y los grandes santos han visto la
presencia de María. Hay textos en los que aparece como anunciada o en
figura nuestra Madre María.
Ella es prefigurada por Judit, que corta
la cabeza de Holofernes, jefe del ejército de los enemigos del pueblo de
Dios, al igual que María pisa la cabeza de Satanás. Igualmente, Ester
prefigura a María, porque siendo reina, obtiene que su pueblo no sea
exterminado; al igual que María, reina del universo, con su intercesión,
consigue que el pueblo de Dios no sea destruido sino salvado. También
el arca de la alianza es figura de María, porque el arca contenía la
presencia de Dios y ¿qué mejor arca que María, que llevó en su seno al
Hijo de Dios? María también es prefigurada por aquella nube del profeta
Elías. Una nube como la palma de un hombre, que sube del mar… Poco a
poco, se fue oscureciendo el cielo por las nubes y el viento, y se
produjo una gran lluvia (1 Reg 18, 44-45). María es como esa nube
pequeñita, aparentemente insignificante, pero que produce una gran
lluvia de bendiciones sobre toda la tierra. Y es dulce y tierna con sus
hijos como aquella brisa suave, que acarició a Elías (1 Reg 19, 12). Otra figura de María es la escala de Jacob por donde subían y bajaban los ángeles de Dios (Gén
28,12). Porque ella es el camino más corto y fácil para llegar a Jesús
y, por tanto, al cielo. Veamos ahora algunos textos, que los santos
interpretan referidos a María:
– Pondré enemistad entre ti y la mujer. Ella te aplastará la cabeza (Gén 3, 15). Así lo traduce san Jerónimo, inspirado por Dios, en la traducción latina Vulgata,
la traducción oficial de la Iglesia durante siglos. María aplasta la
cabeza de la serpiente infernal, porque contra Ella no puede nada, ya
que es purísima e inmaculada, sin el más mínimo pecado.
– ¿Quién es esta que sube del desierto, apoyada en su amado?
(Cantar 8, 5). Este texto lo refieren a su Asunción a los cielos, pues
María sube de esta tierra de desierto, apoyada en su amado Jesús.
– Toda hermosa eres, amada mía, y no hay mancha en ti (Cantar 4, 7). ¿De quién podría decirse que es inmaculada, sin mancha, sino de María?
– Ella es resplandor de la
luz eterna, el espejo sin mancha de la actividad de Dios, imagen de su
bondad… Es más hermosa que el sol, supera todo el conjunto de estrellas
y, comparada con la luz, sale vencedora (Sab 7, 26-29). ¿Quién podría ser más hermosa que el sol sino María?
– Ella, siendo una, lo puede todo
(Sab 7, 27). ¿Quién lo puede todo con su poderosa intercesión sino
María? Ella, como dicen los santos, es la omnipotencia suplicante. Todo
lo puede con su intercesión.
– Dios me creó en el
principio de sus caminos y antes de sus obras más antiguas. Desde la
eternidad fui ungida, antes que la tierra existiese… Bienaventurado
quien me escucha y vela a mi puerta cada día. Porque el que me halla,
encuentra la vida y alcanzará el favor de Dios. Y, al contrario, el que
me pierde, a sí mismo se hace daño, y el que me odia, ama la muerte (Prov 8, 22-36).
– Yo soy la madre del
amor hermoso y de la santa esperanza. Venid a mí los que me deseáis y
saciaos de mis frutos. Porque recordarme es más dulce que la miel y
poseerme es más rico que un panal de miel… El que me escucha jamás será
confundido y los que me sirven no pecarán (Eclo 24, 24-30).
– He aquí que una virgen dará a luz un niño y le pondrá por nombre Emmanuel (Is 7, 14). ¿Quién ha sido, a la vez, Virgen y Madre fuera de María? Así lo confirma Mt 1, 23, citando este texto.
– Ella es el jardín cerrado, la fuente sellada (Cant 4, 12), que guarda sus aguas totalmente puras sólo para Dios, porque es virgen.
– Ella es la puerta cerrada de que habla Ezequiel 44, 1-3: Me
llevó luego a la puerta de afuera del santuario, que daba a oriente,
pero la puerta estaba cerrada; y me dijo Yahvé: Esta puerta ha de estar
cerrada, no se abrirá ni entrará por ella hombre alguno, porque ha
entrado por ella Yahvé, Dios de Israel. Por tanto, ha de quedar cerrada. Según los santos Padres, esta puerta es figura de María, siempre virgen, pues está totalmente reservada y consagrada a Dios.
Otros autores, siguiendo a san Jerónimo, han visto a María en Isaías 11, 1: Y brotará un retoño del tronco de Jesé y una flor surgirá de sus raíces. Este texto lo interpretaban los judíos del tiempo de Jesús, referido al Mesías. San Ireneo dice textualmente: La Virgen, que concibió a Cristo, era el retoño (Demonstratio
59). También san Hipólito habla de que el retoño del tronco de Jesé era
María, porque Jesé era el padre de David y María era de la descendencia
de David. Por eso, dice que la flor que surge de sus raíces es Jesús y el retoño es María (Benedictiones Isaac et Iacob I). Lo mismo afirma Tertuliano (Adversus Marcionem III, 17, 3-4).
María es hermosa como la luna, resplandeciente como el sol (Cant 6, 10). Y a ella le dice Dios: Ábreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, inmaculada mía (Cant 5, 2). Ella es terrible como un ejército formado en batalla (Cant
6, 4). Es terrible contra Satanás, pues le aplasta la cabeza. Hay un
texto en el que María aparece terrible contra el maligno. Es en Daniel
2. Allí aparece una estatua grande y de aspecto terrible. La cabeza
era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y caderas de
bronce; sus piernas de hierro y sus pies, en parte de hierro y en
parte de barro. Representa esta estatua al rey de las cosas
materiales, a Satanás, que quiere reinar en el mundo. Pero una pequeña
piedra, desprendida, no lanzada por mano humana hirió a la estatua en
los pies de hierro y barro, destrozándola. Creemos que esta piedrecita,
se refiere a María, que siendo tan humilde y pequeña, sin embargo, puede
derrotar el poder de Satanás.
Y, si vamos al Nuevo Testamento, san
Lucas nos habla maravillas de María en los dos primeros capítulos de su
Evangelio. Empieza con las palabras del ángel que rezamos en el
avemaría, palabras divinas y evangélicas, que debemos repetir
frecuentemente. El ángel le dice de parte de Dios: Alégrate (Dios te salve) llena de gracia, el Señor está contigo (Lc
1, 28). María es llena de gracia, totalmente pura y bella; o, como
decimos también, inmaculada por un privilegio especial de Dios, que en
virtud de los méritos de Jesús, la previno de las consecuencias del
pecado original y así fue inmaculada desde el primer momento de su
concepción.
Su prima santa Isabel le dice, inspirada por el Espíritu Santo, o mejor dicho, le dice el Espíritu Santo por boca de su prima: Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre (Lc 1, 42). Y María, inspirada por Dios, dice: Todas las generaciones me llamarán bienaventurada (Lc 1, 48).
Por otra parte, Jesús desea que amemos a María y nos la ha dado como madre al decirnos: Ahí tienes a tu Madre
(Jn 19, 27). Son palabras dirigidas a cada uno de nosotros, como
siempre se ha interpretado. De este modo, María queda constituida por
Jesús como Madre de todos y cada uno de los hombres.
Su poder de intercesión ante Jesús, queda
manifestado con toda claridad en las bodas de Caná, cuando Jesús hace
su primer milagro, sólo porque se lo pide su madre, manifestando así su
voluntad de hacerla siempre feliz y concederle todo lo que pida (Jn 2).
Y ahora que Ella está en el cielo como
una reina, coronada de doce estrellas, como dice el Apocalipsis, nos
ayuda contra el poder del maligno. Fue arrojado el dragón grande, la
serpiente antigua, llamada diablo y Satanás… Se paró el dragón delante
de la mujer, que estaba a punto de dar a luz, para tragarse a su hijo en
cuanto naciese. Y dio a luz un varón que ha de apacentar a todas las
naciones con vara de hierro (Jesús)… Y el dragón se dio a perseguir a la
mujer (María), que había dado a luz a su hijo varón. Pero le fueron
dadas a la mujer dos alas de águila grande… Se enfureció el dragón
contra la mujer y se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, a los
que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús (Ap
12). En este capítulo, aparece María como una mujer inundada de sol,
como en Sab 7, 26-29, donde se dice que es más hermosa que el sol y un
espejo sin mancha (inmaculada). Se presenta como el arca de Dios en el
cielo. Se abrió el templo de Dios, que está en el cielo y apareció el arca de la alianza (Ap
11, 19). A María le dan dos alas de águila grande (sabemos que las
águilas son los enemigos mortales de las serpientes, a quienes matan
aplastándoles la cabeza, como hacen María con Satanás), pero el diablo
no se da por vencido y trata de vengarse en los hijos de María, es
decir, en aquellos que guardan sus mandamientos y mantienen el
testimonio de Jesús (Ap 12, 17).
Por eso, ella es un arma poderosa para
defendernos del maligno, que siempre nos ataca para apartarnos de Jesús.
Ahora bien, María y Jesús son inseparables y juntos los encontraron los
pastores y los magos. Por eso, si nosotros queremos amar a Jesús,
debemos amar también a María. A Jesús por María, al igual que el
discípulo amado, que estuvo junto a la cruz de Jesús con María,
acompañándola y desde aquella hora la recibió en su casa (Jn
19, 27), es decir, la recibió en su corazón como a una madre de verdad,
como le había dicho Jesús. De la misma manera, si nosotros amamos a
Jesús, debemos recibir a María en nuestro corazón como nuestra verdadera
madre.
Además, Él nos dice: Yo Jesús… soy la estrella brillante de la mañana. Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven (Ap
22, 16). Es decir, el Espíritu Santo y su esposa María, quieren que
venga Jesús a reinar en el mundo. Y ése debe ser también nuestro deseo:
que Cristo reine y llegue a ser el Rey de Reyes y el Señor de los Señores (Ap
19, 16) de nuestra vida y del mundo entero. Por María, llegaremos más
fácilmente a Jesús. Ella es la estrella de Belén, que nos lleva siempre
hacia Jesús.
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El amor a María no es un invento tardío o
una superstición introducida por el emperador Constantino. Ya hemos
visto los textos del Evangelio. Y, si leemos el libro de los Hechos de
los Apóstoles, veremos que aquellos primeros cristianos del siglo I: Perseveraban unánimes en la oración con María, la madre de Jesús
(Hech 1, 14). No podían vivir solos, necesitaban del apoyo y del amor
maternal de María, para no equivocarse en la fe. Y María les daba
ejemplo y acudía con ellos a la misa diaria. Dice el texto: Diariamente acudían unánimes al templo, partían el pan en las casas (partir el pan o fracción del pan era la palabra usada en aquel tiempo para hablar de la misa) y
tomaban su alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios
en medio del general favor del pueblo. Y cada día, el Señor iba
incorporando a los que habían de ser salvados (Hech 2, 46-47).
Y el amor que los apóstoles y aquellos
primeros cristianos tenían a María, como madre de Jesús y madre suya, se
lo transmitieron a las generaciones sucesivas. A este respecto, debemos
citar a los Santos Padres, que son los escritores cristianos de los
ocho primeros siglos (también se considera entre ellos a San Bernardo,
aunque es del siglo XII). Ellos fueron santos y transmitieron la
verdadera fe desde el principio, y la Iglesia con su autoridad aprobó su
doctrina, citándolos continuamente como testigos privilegiados de la
tradición cristiana primitiva. Ellos son, hasta ahora, como la memoria
viva de la auténtica doctrina católica, tal como se vivía en los
primeros siglos. Ellos nos transmiten lo que siempre y en todas partes
se creía en aquellos tiempos, lo cual es fuente segura para saber cuál
es la verdadera fe que Jesús enseñó. Ellos compusieron el Credo (resumen
de las verdades de la fe), fijaron con claridad el canon de las
Escrituras y precisaron la doctrina católica al luchar contra los
herejes. Ellos son los garantes y testigos de la auténtica doctrina
católica y, por eso, algunos concilios y Papas, incluso hoy, acuden a
ellos para confirmar sus enseñanzas. En el concilio de Calcedonia, en el
año 451, se comienza diciendo: Siguiendo a los Santos Padres… Pues bien, nosotros también acudiremos a estos Santos Padres para confirmar la doctrina sobre la Virgen María.
Ya en el siglo I, san Ignacio de
Antioquía, en sus escritos, habla de María como madre universal,
recalcando su virginidad perpetua y su maternidad divina. A este
respecto, digamos que en el siglo II ya había imágenes de María, pues se
han encontrado cuatro imágenes de la Virgen con el niño en las
catacumbas de santa Priscila de Roma. En este mismo siglo, se ha
descubierto también la inscripción Ave Maríaen la
iglesia-sinagoga de Nazaret, construida sobre la casa de José y de
María. Sobre esta iglesia, usada por los primeros cristianos, se había
construido una iglesia bizantina. Sobre la iglesia bizantina, los
cruzados habían construido otra iglesia. En el siglo XVIII, los padres
franciscanos habían construido otra iglesia más grande y, actualmente,
en el mismo lugar donde habían sido construidas estas iglesias, sobre la
misma casa de José y María, está construida la gran basílica de la
Anunciación, que es obra del arquitecto italiano Giovanni Muzio, y que
fue consagrada el año 1969.
Antes de construir la actual basílica y
al echar abajo la anterior iglesia, el gran arqueólogo bíblico padre
Bellarmino Bagatti aprovechó para excavar y descubrir algunos datos
interesantes. En la primitiva iglesia-sinagoga de los primeros
cristianos de Nazaret, el padre Bagatti encontró la inscripción en
griego Kaire Maria, Ave María. Otro escrito, en antiguo armenio decía: Virgen bella.
El padre Bagatti le dijo personalmente a Vittorio Messori: Tenemos
la prueba de que la invocación a María nace con el cristianismo mismo y
en el mismo lugar donde habitaba María. Gracias a las excavaciones
realizadas, el católico sabe que, recitando el rosario, se enlaza a una
cadena iniciada en Nazaret mismo. Una cadena de oración comenzada por
alguno que había conocido a la Madre de Jesús, cuando para todos no era
más que una joven como tantas otras[1].
En el siglo IV, ya se celebraban en Roma
cuatro procesiones en honor de María y se celebraba la fiesta de la
purificación, además de la Anunciación. En Siria, desde el año 370, se
celebraba la fiesta de la virginidad de María. En el siglo V se comenzó a
celebrar la fiesta de su Natividad; en el siglo VI, la fiesta de la
Asunción; y en el siglo VII, la fiesta de la Inmaculada Concepción.
Pero ¿qué significa el nombre de María?
El nombre de María era muy común entre las mujeres judías en tiempos de
Jesús. María en hebreo se escribe Mrym y es pronunciado Miryám. Muchos
autores han considerado que Miryám tiene un origen egipcio, pues María,
la hermana de Moisés, había nacido en Egipto. Myr en egipcio, según se
ve por los jeroglíficos antiguos, significa amada. Por otra parte, yam
sería la abreviación del nombre de Dios, que para los judíos era Yahvé.
En este caso, María significaría amada de Yahvé.
Pero otros estudios piensan diferente.
Según las excavaciones practicadas en Ugarit, en Medio Oriente, se ve
que el alfabeto ugarítico, que es cuneiforme, es bastante parecido al
alfabeto hebreo. Algunos han considerado de estos descubrimientos que la
raíz Mrym es equivalente a la hebrea marom, que significa excelsa.
Según ellos, María significaría La Excelsa, es decir, la más
alta y excelsa de las criaturas. Ambos significados parecen coincidir,
pues la amada de Dios es, a la vez, la más excelsa y hermosa de todas
las criaturas.
De todos modos, sea cual sea su
significado etimológico, lo importante es saber que, para nosotros, el
nombre de María, que tantos millones de mujeres y de hombres cristianos
llevan, es un nombre que nos inspira amor y confianza en la madre de
Jesús y madre nuestra.
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Son cuatro los dogmas definidos hasta
ahora sobre María: Su Maternidad divina, su Virginidad perpetua, la
Inmaculada Concepción y su Asunción a los cielos.
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La expresión Madre de Dios
(theotokos en griego), según algunos autores, la habría usado ya
Orígenes en el siglo II. De lo que no hay ninguna duda es de que la
empleó Alejandro de Alejandría (Epist ad Alexandrum Constantinopolitanum
12; PG 18, 568) en el siglo III. Ya en este siglo III era frecuente
denominar a María como madre de Dios. También se sabe que antes del
concilio de Efeso (año 431), existía ya en Jerusalén y en Constantinopla
una fiesta a María, Madre de Dios. San Atanasio, en el siglo IV, emplea
muchas veces el término madre de Dios[2] y engendradora de Dios[3]. Del
siglo III, hacia el año 250, es una oración que se conserva en un
papiro de Manchester en Inglaterra:
Bajo tu protección nos acogemos santa
Madre de Dios, no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras
necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro. Oh Virgen
gloriosa y bendita. La Iglesia copta de Egipto sigue rezando esta oración desde el siglo III y, al final, dice literalmente: Tú, la sola pura y bendita,
asegurando que María es la única totalmente pura, santa y bendita del
género humano. Pero, como vemos, se dice también con toda claridad Madre
de Dios.
Esta doctrina de María, Madre de Dios,
fue definida solemnemente como dogma de fe en el concilio de Éfeso en el
año 431. San Cirilo de Alejandría, que presidió el concilio, escribió: Me
admiro de que haya alguien que pueda poner en duda, si la Santísima
Virgen deba ser llamada Madre de Dios; porque, si Nuestro Señor
Jesucristo es Dios, la santa Virgen su madre, es forzosa e
innegablemente Madre de Dios. Ésta es la fe que nos han enseñado los
apóstoles, ésta es la doctrina de nuestros padres. No que la naturaleza
del Verbo o la divinidad haya tomado principio de María, sino que en
ella ha sido formado y animado de un alma racional el sagrado cuerpo, al
cual el Verbo se ha unido hipostáticamente, lo que hace decir que el
Verbo nació según la carne. Así en el orden de la naturaleza, aunque las
madres no tengan parte alguna en la creación del alma, no deja de
decirse que son madres del hombre en su totalidad y no que solamente lo
sean de su cuerpo[4].
El Papa Juan Pablo II decía: María es
verdaderamente la madre de Dios; puesto que la maternidad abarca toda
la persona y no sólo el cuerpo. De este modo, el nombre theotokos (madre
de Dios) viene a ser el nombre propio de la unión con Dios, concedido a
la Virgen María[5].
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María fue virgen antes del parto, en el
parto y después del parto, es decir, siempre. En el siglo II, san
Justino es el primer teólogo en llamar a María La Virgen, como
si fuese su nombre propio[6], confesando, implícitamente su virginidad
perpetua. Lo mismo podemos decir de san Ireneo, Orígenes y san Hipólito,
que también llaman a María La Virgen. Orígenes habla de la virginidad perpetua de María al decir que no existe otro hijo de María, sino Jesús, según la opinión de aquellos que juzgan rectamente sobre Jesús[7].
San Clemente Alejandrino (+215) habla
claramente de la fe de la Iglesia en la virginidad perpetua de María y
habla de la relación existente entre María y la Iglesia. En los primeros
Credos, que se remontan al tiempo de los apóstoles, se dice que Jesús
nació de una virgen, lo cual también parece indicar lo mismo. En el
siglo IV, san Atanasio fue el gran defensor de la virginidad de María y
lo mismo san Epifanio de Salamina, san Efrén y san Juan Crisóstomo (In
Matth. Hom 5, 2-3). San Atanasio escribió: Jesús, hecho carne, es engendrado en los últimos tiempos de santa María siempre Virgen (símbolo de Alejandría, atribuido a san Atanasio).
San Hilario de Poitiers, en un escrito del año 356, dice que algunos de su tiempo negaban la virginidad de María y los llama individuos sin religiosidad, completamente alejados de una enseñanza espiritual. Los principales opositores fueron Helvidio y Bonoso, pero contra ellos escribió san Jerónimo. En 383 escribió una carta Adversus Helvidium,
donde da argumentos de la Escritura y de la tradición. Bonoso fue
condenado por los obispos del Iliricum en una célebre carta, cuyo autor,
según algunos, pudo ser el Papa san Siricio.
San Jerónimo escribió otra carta famosa contra Joviniano (Adversus Iovinianum), donde aplica a María las palabras del Cantar de los cantares y dice: Mi hermana, mi esposa, es un jardín cerrado, una fuente sellada (Can 4, 12) y dice: Cristo es Virgen y la madre del Virgen es Virgen también para siempre, es Virgen y Madre (carta 49). San Agustín habla mucho de María como virgen perpetua, sobre todo, en sus sermones 188 y 189.
San Ambrosio tiene un texto hermoso sobre la virginidad perpetua de María. Dice: Que escuchen el símbolo (Credo)
de los apóstoles que la Iglesia romana guarda y custodia intacto… Ésta
es la virgen que concibió en su seno, ésta es la virgen que dio a luz un
hijo… Porque Isaías no dijo solamente que una virgen concebiría, sino
también que daría a luz un hijo. Ahora bien, ella es la puerta del
santuario, la puerta oriental que permanece siempre cerrada y de la que
se dice que nadie atravesará, sino solamente el Dios de Israel (Ez 44,2).
Ésta es la puerta bendita de María; de ella se escribió: El Señor
pasará a través de ella y se cerrará después de su paso, porque concibió
virgen y dio a luz siendo virgen (carta 42). Y la llamaba la siempre Virgen(aeiparthenos en griego).
A partir del siglo IV, quedó para todos
clara la doctrina de la virginidad perpetua de María, que fue definida
como dogma de fe en el concilio tercero de Letrán en el año 649 con
estas palabras:
Si alguno, contra la opinión de los
Santos Padres, no afirma que la santa e inmaculada María, siempre
virgen, es verdaderamente madre de Dios…, que dio a luz sin perder su
integridad, conservando inmune su virginidad, sea anatema.
Lutero y Calvino defendieron abiertamente
la virginidad perpetua de María y Lutero definió como locos y villanos a
quienes negaban esta creencia. Un siglo después, la confesión de fe de
los calvinistas confirmaba esta verdad de que María había sido virgen en
el parto, antes del parto y después del parto. Esto mismo afirman los
ortodoxos.
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Desde el siglo II, aparecen fórmulas
claras de la íntima unión de Cristo con María en la lucha contra el
diablo. Y varios autores como san Ireneo, san Epifanio, san Cipriano,
san Isidoro Pelusio y san Justino ven a María en el Gén 3, 15: Ella te aplastará la cabeza, para
indicar que nunca el diablo tuvo dominio sobre ella y, por tanto,
intuyen que no tuvo el pecado original, siendo así inmaculada. La
comparación que hace san Pablo entre Adán y Cristo, les hace ver el
paralelismo entre Eva y María. María es la nueva Eva, la segunda Eva,
por quien nos viene la vida.
Dice san Ireneo: Como Eva se hizo
desobediente y se hizo causa de muerte para ella y para todo el género
humano, así María se ha hecho para ella y para todo el género humano
causa de salvación… Lo que había atado la desobediencia de Eva, fue
desatado por la obediencia de María y lo que ató Eva por su
incredulidad, lo desató la Virgen María por su fe[8]. Desde el siglo IV, es común llamar a María la toda santa (panagia en griego), purísima y santísima. Después del concilio de Éfeso, en el siglo V, aclaman a María con el título de resplandeciente santidad universal, lo cual significa de alguna manera que es inmaculada.
Sobre esta doctrina, hay un texto muy hermoso de san Efrén (siglo IV) que dice: María
es mucho más pura que los rayos del sol… Tú, Señor, y tu madre sois los
únicos que en todo aspecto sois perfectamente hermosos, pues en Ti,
Señor, no hay mancilla ni mácula en tu madre (Poemas de Nísibe 27).
San Proclo, patriarca de Constantinopla (+446), decía: Jesús
nació sin mancha de la que Él mismo se preparó sin mancha alguna… María
es el orbe celestial de una nueva creación en la que el sol de justicia
(Cristo) siempre brilla y así ha alejado de su alma (de María) la
oscuridad de la noche del pecado[9].
San Agustín, hablando del pecado original, con el que todos nacemos dice: excepción hecha de la santa Virgen María a la cual, por el honor del Señor, pongo en lugar aparte, cuando hablo del pecado (De nat et gr I, 37, 47).
San Juan Damasceno, en el siglo VIII, dice: Oh
hija santísima de Joaquín y Ana…, fuiste conservada sin mancha, como
esposa de Dios, para que por tu naturaleza fueses la madre de Dios[10].
En las apariciones de María en 1830 en
París a santa Catalina Labouré, aparece, aplastando la cabeza de la
serpiente (Gen 3, 15), con estas palabras: Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. Se dice: Oh, María, sin pecado concebida (es decir, inmaculada). La misma Virgen María, en las apariciones de Lourdes, en 1858, dijo a santa Bernardita: Yo soy la Inmaculada Concepción, confirmando así la definición dogmática del Papa Pío IX que había definido esta doctrina en 1854, con estas palabras:
Declaramos, pronunciamos y
definimos que la doctrina que sostiene que la bienaventurada Virgen
María en el primer instante de su concepción, por privilegio y gracia
especial de Dios y en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del
género humano, fue preservada de la mancha de pecado original ha sido
revelada por Dios y ha de ser por tanto, firme y constantemente creída
por todos los fieles[11].
Aquel día, 8 de diciembre de 1854, en el momento en que el Papa Pío IX dio lectura a la bula Ineffabilis Deus,
proclamando el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María,
ocurrió algo sobrenatural: un rayo de luz, proveniente de lo alto,
inundó su frente. “Un fenómeno fuera de lo común, porque en ninguna
época del año y, menos en la estación invernal, podía venir un rayo de
ninguna ventana de la basílica vaticana, llegando hasta el ábside donde
se encontraba el Papa. Sor Julia Filippani, que estaba presente en la
basílica de San Pedro durante la ceremonia y muy cercana al Papa, dijo
con toda seguridad: “Aquella luz fue atribuida universalmente a una
causa sobrenatural. El rayo de sol que envolvió de improviso la
majestuosa frente de Pío IX, precisamente en el momento que se leía el
texto de la definición dogmática, era como la sonrisa de Dios, como una
respuesta del cielo a la tierra”.[12]
De hecho, el mismo Papa comentó a unas religiosas su experiencia personal: “En
ese momento, Dios me dio un conocimiento tan claro y tan profundo de la
pureza total de la Virgen, que me sentí abismado con aquel conocimiento
y por mi alma se desbordaron unas delicias inenarrables, delicias que
no se pueden comparar con nada de este mundo. Debo afirmar que, de no
haber sido asistido en aquellos momentos por una gracia o ayuda
especial, yo hubiera muerto entonces de la dicha que sentía, bajo el
impacto de aquel conocer contemplativamente la incomparable hermosura de
la Virgen Inmaculada”.
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Sobre la Asunción de María, hay escritos del siglo IV, llamados Transitus, donde se habla del tránsito de María en cuerpo y alma al cielo, es decir, de su Asunción. Así lo afirma el Transitus,
escrito por el seudo Melitón a finales del siglo IV, donde habla de la
resurrección definitiva del cuerpo de María. También en el siglo IV se
encuentra el testimonio de san Epifanio, que admite la posibilidad de
que su cuerpo glorificado esté en el cielo. En el siglo VI, ya se
celebraba la fiesta de la Dormición en Jerusalén y, hacia el año 600, en
Constantinopla. Y del siglo VIII hay hermosas homilías sobre la
Asunción, nombre que parece más antiguo que el de Dormición. Entre los
autores de estas homilías están san Modesto, san Germán de
Constantinopla, san Andrés de Creta y, especialmente, san Juan
Damasceno.
Sobre la Asunción de María nos dice san Gregorio de Tours en el año 590:
Los apóstoles se repartieron por
diferentes países para predicar la palabra de Dios. Más tarde, la
bienaventurada María llegó al fin de su vida y fue llamada a salir de
este mundo. Entonces, todos los apóstoles vinieron a reunirse en la casa
de María y, al saber que debía salir de este mundo, permanecieron todos
juntos velando. De repente, el Señor apareció con sus ángeles, cogió su
alma, se la entregó a Miguel, el arcángel, y desapareció. Al amanecer,
los apóstoles tomaron el cuerpo, lo pusieron sobre una camilla y lo
colocaron en una tumba, velándolo mientras esperaban la venida del
Señor. Y, de nuevo, se presentó el Señor, de repente, y mandó que el
santo cuerpo fuera levantado y llevado al paraíso sobre una nube. Allí,
reunido con su alma, se llena de gozo con los elegidos de Dios y
disfruta de las bendiciones de la eternidad, que nunca terminarán[13].
San Juan Damasceno (675-749) escribió: Era
preciso que aquella que, al ser madre, había conservado intacta su
virginidad, obtuviera la incorrupción de su cuerpo después de morir. Era
preciso que quien llevó en su seno al Creador hecho niño, habitara en
los divinos tabernáculos. Era preciso que la madre de Dios poseyera las
cosas de su Hijo y que, por todas las criaturas, fuera ella venerada
como sierva del Señor y madre de Dios[14].
Como dato curioso, podemos anotar que,
cuando los protestantes oyeron hablar de que el Papa Pío XII iba a
proclamar el dogma de la Asunción de María, muchos de ellos protestaron.
Decían: ¿Dónde está eso en la Biblia? Y creían que esa
definición iba a terminar con el ecumenismo católico. Sin embargo,
ocurrió lo contrario; a partir de la definición del dogma de la
Asunción, comenzó un nuevo amanecer del ecumenismo católico. Además, uno
de los que más protestaron, el gran teólogo Max Thurian de la Comunidad
de Taize (Francia), se hizo católico y muy amante de María, muriendo
como sacerdote católico, precisamente, en la fiesta de la Asunción de
1996.
Otro dato interesante es lo que cuenta en sus Memorias
la que fue durante cuarenta años ama de llaves del Papa Pío XII. El
dogma de la Asunción iba a ser proclamado el 1 de noviembre de 1950.
Ella dice:
“El 30 de octubre de aquel año de
1950, a la vuelta de su paseo por los jardines vaticanos, nos contó Pío
XII que, mientras paseaba, vio un espectáculo raro en el cielo. El sol
estaba todavía bastante alto y parecía una bola oscura de amarillo
pálido, rodeada de un resplandor muy brillante. Delante del sol se mecía
una nubecilla tenue y clara. El sol se movía ligeramente como
balanceando a derecha e izquierda sobre su eje, y en su interior se
observaban unos movimientos continuos. El conjunto ofrecía una vista
maravillosa y se podían fijar los ojos en él sin deslumbrarse.
Al día siguiente domingo, fuimos expectantes al jardín, pero no vimos nada. El Santo Padre nos preguntó:
– ¿Lo han visto? Hoy ha ocurrido lo mismo que ayer.
El mismo espectáculo lo vio también el día de la promulgación dogmática, así como en la octava”.[16]
De esta manera, Dios quería bendecir al
Papa, que vio en cuatro oportunidades el milagro del sol, que
representaba a María, la mujer vestida de sol del Apocalipsis.
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Esta doctrina no es dogma de fe, pero
muchos santos, a lo largo de los siglos, han considerado que María era
la ecónoma de Dios y que todas las gracias y bendiciones que recibimos
de Dios, las recibimos por medio y por manos de María. No es que esto
debiera ser necesariamente así. Simplemente, es el designio de Dios. Él
ha querido que todas las gracias y méritos, que Jesús nos ha conseguido
con su pasión y muerte, sean distribuidos por manos de la madre
universal: María.
Decía san Ireneo en el siglo II: María ha sido constituida causa de salvación para todo el género humano[17]. Orígenes afirma: Como el pecado comenzó por una mujer, así el principio de la salvación vino por otra mujer (Homil in Luc 8, 1) y añade: A
la desobediencia de Eva, se contrapone la obediencia de María; a Eva,
fuente de maldición y sufrimiento para todo el sexo femenino, se
contrapone María, que comunica bendición y alegría a todas las mujeres y
en particular a las vírgenes[18].
San Germán de Constantinopla (+733) decía: Verdaderamente,
no hay límite en tu grandeza, oh María. No hay saciedad en tu ayuda ni
hay número en tus grandes beneficios. Nadie es salvado, sino a través de
ti, oh toda santa; nadie recibe un don, sino por medio de ti; a nadie
se otorga la gracia, sino por ti. Por eso, ¿quién no te proclamará
bienaventurada?, ¿quién no te enaltecerá? Gloria a ti, que has recibido
del que es tu Hijo y tu Dios, dones magníficos y maravillosos por los
que te honrarán todas las generaciones[19].
San Luis María Grignion de Montfort dice: El
Altísimo la ha constituido tesorera única de todos sus tesoros y única
dispensadora de sus gracias… Afirmo que, dadas las cosas como son,
habiendo Dios querido comenzar y acabar sus mayores obras por medio de
la Santísima Virgen desde que la formó, es de creer que no cambiará
jamás de proceder: es Dios y no cambia ni en sus sentimientos ni en su
manera de obrar… Por eso, es justo repetir con los santos: de María
nunca se habla bastante. María no ha sido aún alabada, ensalzada,
honrada y servida como se debe. Merece aún mejores alabanzas, respeto,
amor y servicio[20].
San Pablo de la cruz: María es la tesorera de todas las gracias. San Bernardo es el santo por excelencia de la mediación universal de María. Dice: María
es la mediadora universal de todas las gracias. Toda gracia que Dios da
a los hombres, pasa de Dios a Cristo, de Cristo pasa a María y por
María se nos da a nosotros[21]. La voluntad de Dios es que todo lo recibamos por medio de María (homilía en la Natividad de María 4-7).
San Bernardino de Siena (1380-1444): Éste
es el proceso en la distribución de las gracias divinas: de Dios fluyen
a Cristo, y de Cristo a su Madre; y de ella a toda la Iglesia. No
vacilo, por ello, en decir que ha recibido jurisdicción sobre las
gracias que se administran por sus santas manos[22].
San Alfonso María de Ligorio: Dios
quiere que todas las gracias, que han sido, son y serán dispensadas a
los hombres hasta el fin del mundo por los méritos de Jesucristo, sean
dispensadas por las manos y por la intercesión de María[23]. Ella es la tesorera de todas las gracias que Dios nos quiere dispensar (Visitas al Santísimo 25).
Esta misma doctrina de María, mediadora de todas las gracias, nos la enseña la Iglesia a través de la enseñanza de los Papas.
Pío IX decía: Dios ha encomendado a
María el tesoro de todos sus bienes, para que todos sepan que por Ella
se obtiene toda esperanza, toda gracia y toda salvación[24].
León XIII, en su encíclica sobre el rosario, Supremi apostolatus (año 1883) dice: María es guardiana de nuestra paz y dispensadora de las gracias celestiales. En su encíclica Octobri mense (1891) dice: Por
voluntad de Dios, nada del inmenso tesoro de todas las gracias que el
Señor ha acumulado, nos viene si no es por María… ¡Qué grande es la
sabiduría y la misericordia reveladas en este designio de Dios! María es
nuestra gloriosa intermediaria… Ella es la poderosa madre del Dios
omnipotente.
San Pío X (1903-1914) en su encíclica Ad diem illum dice: María
mereció ser, de manera dignísima, la reparadora del mundo perdido y,
por consiguiente, la dispensadora de todos los dones que Jesús adquirió
para nosotros con su muerte y sangre. No negamos que la distribución de
estos dones pertenece por derecho propio y estricto a Jesús, pero fue
concedido a esta augusta Virgen ser, junto con su unigénito Hijo, la más
poderosa mediadora y conciliadora de todo el mundo. Así, Cristo es la
fuente… María es el canal, es el cuello por el cual el Cuerpo está unido
a la Cabeza, y la Cabeza envía su poder y fuerza al Cuerpo. Porque ella
es el cuello de nuestra Cabeza, por medio del cual todos los dones
espirituales se comunican a su Cuerpo.
Benedicto XV concedió a los obispos del
mundo, que se lo pidieron, la gracia de celebrar el oficio litúrgico y
la misa de María, mediadora de todas las gracias, según el rescripto de
la Sagrada Congregación de ritos del 12 de enero de 1921.
Pío XI (1922-1939) en la carta apostólica Cognitum sane dice que ella es la tesorera de todas las gracias.
Pío XII en la encíclica Mediator Dei(1947) afirma: Dios quiso que todo lo tuviéramos por medio de María.
Pablo VI en la encíclica Mense malo (1965) dice: María ha sido constituida por Dios administradora y dispensadora generosa de los tesoros de su misericordia.
Juan Pablo II en una catequesis, dada el 6-IX-1995, decía: María, como mediadora maternal nos transmite los dones divinos, intercediendo continuamente por nosotros.
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Además de las cuatro definiciones
marianas que hemos anotado y del título de mediadora universal, hay
otros muchos títulos que la Iglesia le ha dado a María a lo largo de los
siglos.
El más importante es el de ser Madre de
todos los hombres, madre universal o madre espiritual. Ya san Ignacio
de Antioquia en el siglo I, y san Ireneo y san Justino en el siglo II,
hablan de María como madre de todos y, concretamente, como madre de los vivientes.
En el siglo II hay una hermosa frase de Orígenes: Nadie
puede comprender el Evangelio, si no ha reclinado su cabeza sobre el
pecho de Jesús y no ha recibido de Él a María como madre[25].
San Ambrosio decía: Eva es llamada madre de la raza humana y María es la madre de la salvación (carta 63). San Jerónimo afirma: La muerte vino por Eva, y la vida por María
(carta a Eustaquia 22). Es interesante anotar que, desde el siglo II,
la mayoría de los escritores cristianos hace el paralelismo entre Eva y
María, al igual que san Pablo hace el paralelismo entre Adán y Cristo. A
María la llaman la nueva Eva o segunda Eva.
A este respecto, enseña el Catecismo de la Iglesia católica: Numerosos Padres y doctores de la Iglesia han visto en la mujer, anunciada en el protoevangelio (Gen 3, 15) a la madre de Cristo, es decir, a María como la nueva Eva (Cat 411).
El Papa san Pío X escribió: ¿No es
María la madre de Cristo? Ella es, por tanto, también nuestra Madre… La
bienaventurada Virgen es, a la vez, Madre de Dios y de los hombres.
Siempre se ha visto la maternidad universal de María en el texto: Ahí
tienes a tu madre (Jn 19, 27). El Papa Pío XI habló sobre la maternidad universal de María en más de 50 ocasiones.
En el concilio Vaticano II se dice: Porque
María fue asunta al cielo, no ha dejado su misión salvadora sino que,
con su múltiple intercesión, continúa obteniéndonos los dones de la
salvación eterna… Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la
Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro y mediadora (Vaticano II, Lumen gentium 62).
Otro título muy usado, desde el siglo
VII, es el de Reina. Ya el Papa Martín I (+655) se refiere a María como
reina y emperatriz. El Papa Pío XII es el Papa por excelencia de la
realeza de María, el que más veces y con más fuerza habló de María como
reina.
San Pío X y Juan Pablo II son los Papas que más han hablado de la consagración al Inmaculado Corazón de María.
El Papa Juan Pablo II dice que María merece el título de Sede de la sabiduría (Veritatis splendor 120). Pablo VI la nombró Madre de la Iglesia.
Al final del concilio de Éfeso se saluda a María como resplandeciente santidad universal y como santísima. En ese mismo año 431, en una homilía después del concilio, se dice:
Te saludamos María, madre de Dios,
tesoro venerable del mundo entero, luz jamás extinguida… Templo jamás
destruido, que contiene al que no se puede contener… Por ti es exaltada
la Trinidad, por ti se alegran los cielos, por ti se regocijan los
ángeles y arcángeles; por ti se alejan los demonios; por ti llega el
santo bautismo a los que creen, por ti se han fundado las Iglesias de
todo el universo y por ti son guiados los pueblos a la conversión[26].
Y todo esto sin contar los nombres que le
damos en las letanías o los que le dan a María en cada lugar o región
del mundo entero. Veamos también los nombres que los orientales le dan
desde el siglo V en el famoso himno Akathistos.
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Este famoso himno de la liturgia
bizantina, del patriarcado de Constantinopla, es del siglo V y en él se
manifiesta un gran amor a María con las expresiones más hermosas. Este
himno fue compuesto en honor de la Anunciación. Akathistos significa (no
sentado), porque se cantaba de pie como señal de alegría y respeto a
María. Solía cantarse completo con las 24 estrofas, en griego, el quinto
domingo de Cuaresma. En otras oportunidades, se cantaba la cuarta
parte. Veamos algunas de las maravillas que se dicen de María.
Cantaré alegremente un himno a la Reina Madrey me presentaré con alegría para honrarla y para cantar sus privilegios…
Salve, ¡oh perfume del Rey universal, purísima Virgen salvación del mundo!Salve, ¡oh Madre de Dios!, fuente copiosa y viviente.Salve, ¡oh Aurora espléndida, que nos has dado al sol, que es Cristo!Salve, ¡oh puerta única, por la cual sólo ha pasado el Verbo!Salve, ¡oh altura inaccesible, oh profundidad inescrutable, incluso para los ojos de los ángeles!Salve, trono del rey, porque llevas contigo al que sustenta todas las cosas.Salve, ¡oh escalera celestial, por la que Dios descendió a la tierra!Salve, ¡oh puente que pasa a los mortales de la tierra al cielo![27]Tú, la Madre Virgen, eres la defensa de las vírgenes y de todos cuantos a ti acuden, pues así te hizo el Señor de toda la tierra y del cielo. ¡Oh, la sin mancha! ¡Ave, columna de sagrada pureza! ¡Ave puerta de la salvación eterna![28]Entonando himnos a tu parto, el universo te canta como templo viviente, oh Reina. El Señor te hizo toda santa (panagia) y gloriosa, y nos ha enseñado a alabarte[29].
Durante el canto de este himno, el
celebrante de rito oriental, ortodoxo o católico, acostumbra a incensar
el icono de María varias veces y después lo besa. Como ceremonia final,
se postra delante de la imagen y la inciensa y besa de nuevo. El himno
del Akathistos es para los cristianos orientales como el rosario para
los católicos de rito latino: la mejor expresión de amor a María.
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Karl Barth, un famoso teólogo
protestante, dijo y repitió muchas veces que la Mariología (tratado de
María) era un tumor que había que extirpar del catolicismo, como si el
amor a María fuera antibíblico y, por tanto, supersticioso y malo. Pero
todo el amor de todos los hombres que han existido, existen y existirán,
no se acercará ni un poquito al amor de Dios por María, que la escogió
desde toda la eternidad para ser la madre de Jesús. ¿Y cuánto la amaba
Jesús? ¿Acaso no quiere Jesús que amemos a su Madre? ¿No hizo su primer
milagro, porque ella se lo pidió, aunque dijo que no había llegado su
hora?
Los judíos que, desde el siglo primero
rechazaron a Cristo, siguen rechazando también a María, como si hubiera
sido una mujer vulgar y pecadora. Los hermanos protestantes la respetan,
pero no la aman. Sin embargo, Lutero sí la amaba, aunque no creía en su
Inmaculada Concepción, pero sí creía firmemente en su virginidad
perpetua y la llamaba Madre de Dios.
Los musulmanes le tienen a María un respeto muy especial. Hay un texto islámico antiguo que dice: Todo hijo de Adán, al nacer, es tocado por Satanás, salvo el hijo de María y su madre. Todos los musulmanes recuerdan un hadith o dicho de Mahoma, considerado como revelación, que se refiere a su hija Fátima: Tú serás la patrona de las mujeres en el paraíso, después de María. Fátima será la segunda, después de María.
El nombre de María aparece en el Corán,
el libro sagrado de los musulmanes, 34 veces. Y en el Corán, en la sura
19, que lleva como título Sura de María, se defiende el honor de María,
como virgen y madre, en contra de las difamaciones, de los judíos. Se
dice que María es el único caso en que una virgen engendra a un gran
profeta por obra de Dios. Ni siquiera de la madre de Mahoma se dice
esto.
Según una creencia musulmana, María
acompaña el alma de las mujeres musulmanas bienaventuradas al paraíso. Y
muchos musulmanes la invocan y asisten a santuarios, especialmente
dedicados a ella, sobre todo en Egipto, Indonesia, Malasia, India y
Argelia. Según el Corán 3, 42: Los ángeles dijeron: María, Dios te ha escogido y purificado. Te ha escogido antes que a todas las mujeres del universo.
Si ellos la aman, ¿no la amaremos
nosotros, que creemos que Jesús es Dios y que Ella es purísima,
santísima, inmaculada y madre de Dios?
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Todos los santos sin excepción han
sido especiales devotos de María, pues hay una misteriosa relación entre
el amor a María y la santidad. Por eso, decía san Ambrosio: El que pretenda ser santo sin la intercesión de María, pretende volar sin alas.
¡Y qué bellas palabras tiene san Agustín para hablar de María, y lo
mismo san Jerónimo, san Atanasio y otros santos del siglo IV!
Teodoro de Ancira (+446) escribía: Así
como quien se pone bajo una cascada se moja de pies a cabeza, así la
Virgen, Madre de Dios, fue enteramente ungida por la santidad del
Espíritu Santo, que descendió sobre Ella. Y desde entonces, Ella acogió
al Verbo de Dios, que comenzó a vivir en la perfumada cámara de su seno
virginal.
San Fulgencio (468-533) afirma: María es la escala celestial por la que Dios ha bajado a la tierra y los hombres suben a Dios.
San Anselmo (1034-1109): De María
puedes decir lo que quieras con tal de no decir que es Dios y te
quedarás corto… Es imposible que se pierda un verdadero devoto de María[30].
San Buenaventura (1221-1274): Dios no
podía hacer cosa más grande que María. Podría hacer un mundo más
grande, podría hacer un cielo más grande, pero no podía haber hecho una
madre más grande que María… Yo jamás vi a ningún santo que no fuera
devoto de María.
San Bernardo (1090-1153): ¿Temes a Dios? Arrójate en los brazos de María.
San Juan de Ávila (1500-1569): Más quisiera estar sin pellejo que sin devoción a María.
Beato Rafael Arnáiz (1911-1938): ¡Qué
grande es Dios, qué dulce es María! ¿Cómo es posible vivir sin amar a
Dios, sin soñar con el cielo? Oh hermano querido, honrando a la Virgen,
amaremos más a Jesús. Poniéndonos bajo su manto, comprenderemos mejor la
misericordia divina. Invocando su nombre, parece que todo se suaviza y
poniéndola como intercesora, ¿qué no hemos de conseguir de su hijo
Jesús? No trato de decirte nada nuevo. Solamente quería que, de mi
parte, te llegara al corazón una palabra: María[31].
El Papa Juan Pablo II decía: Cuanto más consagrada esté un alma a la Santísima Virgen, tanto más lo estará a Jesucristo[32].
La Virgen María es la más perfecta
criatura salida de las manos de Dios. Es tan buena, tan sencilla, tan
delicada, tan prodigiosamente humilde y pura, que se la quiere sin
querer. Su paso por el mundo apenas fue notado por sus contemporáneos,
pero fue la más bella flor del universo, a quien acompañaban los ángeles
y a quien servían los serafines. ¡Bendita sea María y benditos nosotros
que nos gloriamos de ser sus hijos!
Es impensable encontrar un santo que no
sea devoto de María. Por eso, decía Henry Newman, el gran convertido
inglés que, si esta devoción fuese mentira, sería Dios mismo quien nos
ha engañado, pues viene desde el principio de la Iglesia. Si, por
ejemplo, el Papa Pío IX se engañó al declarar dogma de fe la Inmaculada
Concepción de María, después de haber consultado a todos los obispos del
mundo y de haber sido una doctrina defendida por la inmensa mayoría de
teólogos y santos a lo largo de los siglos; si cuatro años después, en
1858, se engañó la vidente de Lourdes a quien la Virgen dijo: Yo soy la
Inmaculada Concepción… Si esto fuese posible, ¿cómo Dios habría
permitido que la mentira fuese difundida por toda la Iglesia, siendo Él
la misma Verdad?
Por eso, podemos decir, sin temor a
equivocarnos, que la devoción a María es parte indispensable de nuestra
fe católica y que ningún santo del Nuevo Testamento ha llegado a serlo
sin el amor a María y podemos suponer que así lo será en el futuro. Por
eso, decía san Luis María Grignion de Montfort (1673-1716): Creo,
personalmente, que nadie puede llegar a una íntima unión con el Señor y a
una fidelidad plena al Espíritu Santo sin una unión muy estrecha con la
Santísima Virgen. Ser verdadero devoto de María es señal segura e
infalible de predestinación [33].
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En esta segunda parte, vamos a ver
las principales devociones a María, especialmente: el rosario, cinco
primeros sábados, ángelus, medalla milagrosa, escapulario del Carmen…
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Desde los primeros tiempos del
cristianismo, los fieles rezaban la primera parte del avemaría; son
palabras divinas, inspiradas y evangélicas, que llenaban su corazón de
alegría al alabar a María con palabras que el mismo Dios nos enseñó.
Porque el ángel Gabriel le dijo a María de parte de Dios: Alégrate (Dios
te salve) llena de gracia, el Señor está contigo. Y el Espíritu Santo
por boca de su prima Isabel le dijo: Bendita tú eres entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre.
Esta primera parte del avemaría, sin el
nombre de Jesús, ya era común rezarla en el siglo VI. Algunos dicen que
el Papa san Gregorio Magno (540-604) fue quien la difundió, pues en su
tiempo aparece una antífona del ofertorio de la misa del domingo IV de
Adviento, con esas mismas palabras del avemaría. En el siglo VII, se
encuentra en una oración en Luxor, alto Egipto; pero es hacia el año
1000, cuando es totalmente popular y todo el mundo la recita de memoria,
especialmente en los conventos. En el sínodo de París de 1198 se ordena
a los sacerdotes que reciten con el pueblo las oraciones del
padrenuestro, credo y avemaría. En el siglo XIV es cuando aparece ya en
muchos lugares la primera parte con el nombre Jesús (Bendito es el fruto
de tu vientre Jesús) y también la segunda parte: Santa María madre de
Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. En el siglo XV las cofradías marianas difunden el avemaría
completo por doquier.
Por otra parte, desde los primeros
siglos, los monjes que sabían leer, recitaban en comunidad los 150
salmos de la Biblia. Los que no sabían leer, rezaban en su lugar 150
padrenuestros. En el siglo XII, en vez de los 150 padrenuestros,
comenzaron a rezar 150 avemarías. A esto se llamaba el salterio de María
o salterio mariano, aunque el avemaría se rezaba solamente en su
primera parte. Gracias a la predicación de santo Domingo de Guzmán
(1170-1221) y sus hermanos dominicos, el rezo del salterio mariano se
propagó por todas partes. Por eso, algunos consideran a santo Domingo
como el fundador del rosario.
Pero fue Alano de Roche (+1475), quien
organizó el rosario en misterios de diez avemarías precedidas de un
padrenuestro, siguiendo en esto al cartujo Enrique de Kalcar (+1408),
que había propuesto rezar 150 avemarías divididas en 15 decenas,
precedidas de un padrenuestro. También Alano de Roche propuso meditar en
cada decena algún misterio de la vida de Jesús o de María. Y así se fue
difundiendo el rezo del rosario, como así se llamó ya desde el siglo
XVI, en vez de salterio mariano como antes se llamaba.
Por fin, en 1569, el Papa Pío V en su
bula Consueverunt Romani Pontífices estableció la forma de misterios
gozosos, dolorosos y gloriosos como definitiva para toda la Iglesia. El
mismo Papa en 1572, a raíz de la victoria de Lepanto contra los
musulmanes, ocurrida el 7 de octubre de 1571, estableció la fiesta de
Nuestra Señora de las Victorias, que el Papa Gregorio XIII la cambió por
el nombre de fiesta de Nuestra Señora del Rosario, y comenzó a
celebrarse el 7 de octubre, que actualmente es el día mundial del
rosario.
Cuando María se aparece en Lourdes (1858)
y en Fátima (1917), reza el rosario con los videntes y exhorta a
rezarlo todos los días. Y los Papas, especialmente desde el siglo XIX,
lo han recomendado encarecidamente. Juan Pablo II escribió la carta
apostólica Rosarium Virginis Mariae (Rosario de la Virgen María) el año
2002, donde añade los misterios, llamados luminosos. El mismo Papa en
esta carta apostólica dice:
El rosario es mi oración predilecta.
¡Cuántas gracias he recibido a través del rosario en estos años! ¡El que
propaga el rosario se salva!
El rosario es una oración que se presta
particularmente para reunir a la familia… Rezar el rosario por los hijos
y, mejor aún, con los hijos, educándolos desde su tierna edad para este
momento cotidiano de intervalo de oración de la familia, es una ayuda
espiritual que no se debe minusvalorar… Tomad con confianza entre las
manos el rosario, descubriéndolo de nuevo a la luz de la Escritura… ¡Oh
rosario bendito, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que
nos une a los ángeles, torre de salvación contra los asaltos del
infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás! Tú
serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para ti el último beso
de la vida, que se apaga; y el último susurro de nuestros labios será tu
suave nombre: oh Reina del Rosario, oh Madre nuestra querida, oh
Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que
seas bendita por doquier hoy, y siempre, en la tierra y en el cielo.
Y les decía a los jóvenes: “No se
avergüencen de rezar el rosario a solas, mientras van al colegio, a la
universidad o al trabajo, por la calle y en los medios de transporte
público; habitúense a rezarlo entre ustedes, en sus grupos, movimientos y
asociaciones. No duden en proponer el rezo en casa, a sus padres y a
sus hermanos, porque el rosario renueva y consolida los lazos entre los
miembros de la familia. Esta oración los ayudará a ser fuertes en la fe,
constantes en la caridad, alegres y perseverantes en la esperanza”.
En cuanto a las letanías, que se rezan al
terminar los cinco misterios del rosario, se llaman lauretanas o
loretanas, porque desde la mitad del siglo XVI se cantaban en el
santuario de Loreto. Las letanías actuales son fundamentalmente las
mismas que se cantaban entonces y que fueron aprobadas por el Papa Sixto
V, concediéndoles indulgencias con la bula Reddituri del 11 de
julio de 1587. Algunos autores dicen que ya en el siglo XII existían
formularios con las principales de estas advocaciones, aunque algunos
Papas han añadido algunas con el paso del tiempo. Pío IX añadió Reina
concebida sin pecado original, después de la proclamación del dogma de
la Inmaculada Concepción. León XIII añadió Reina del Santísimo Rosario y
madre del buen consejo. Benedicto XV: Reina de la paz. Pío XII, después
de la proclamación del dogma de la Asunción, añadió: Reina asunta a los
cielos. Y Juan Pablo II: Madre de la Iglesia.
Las letanías son expresiones de amor a
María, alabanzas por ser Virgen, Madre y Reina de todos nosotros. Y
cuanto más la alabemos, más contento estará Jesús. Por eso, hay un dicho
antiguo que dice: De María nunquam satis (Todo lo que hablemos de
María, nunca será suficiente). Siempre podemos decir más y alabarla más.
El mismo Dios nos dio ejemplo, al enseñarnos la primera parte del
avemaría y decirle: Llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú
entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre… ¿Podemos
decir algo más grande de María? Como decía san Anselmo, con tal de no
decir que es Dios, todo lo demás se quedará corto.
Nuestra Madre, la Virgen María, le hizo algunas promesas en 1480 al beato Alano de Roche:
– Prometo mi especialísima
protección y grandes beneficios a quienes devotamente recen el rosario,
que será para ellos un escudo fortísimo contra las asechanzas del
maligno.
– El alma que se me encomiende
por el rosario se salvará. Los verdaderos devotos del rosario no morirán
sin los auxilios de la Iglesia.
– A los que propaguen el rosario los socorreré en todas sus necesidades.
– Y los libraré muy pronto del purgatorio, gozando en el cielo de una gloria singular.
– La devoción del rosario es señal cierta de predestinación a la gloria.
También al venerable padre Hoyos, jesuita
español, apóstol de la devoción al Corazón de Jesús, le dijo María:
Hasta ahora, ninguno se ha condenado ni se condenará en adelante, que
haya sido verdadero devoto del rosario.
Para mí, personalmente, uno de los
momentos más emocionantes de mi vida fue asistir al rezo del rosario en
distintas lenguas en la procesión de las antorchas en el santuario de
Lourdes e, igualmente, el rezarlo en el santuario de Fátima. Fueron
momentos inolvidables de vida eclesial, unido a gentes de todas partes
del mundo y unidos todos a Jesús por medio de María. Por supuesto que,
desde joven, nunca dejo de rezarlo todos los días y para mí es una
fuente inagotable de bendiciones. Y esto lo han comprobado muchas
personas, que dan testimonio de ello.
Scott Hahn, un gran teólogo presbiteriano
convertido al catolicismo, un día rezó su primer rosario. Y dice: Lo
recé muchas más veces y, tres meses más tarde, me di cuenta de que desde
el día en que yo había comenzado a rezar el rosario, aquella situación
mía, aparentemente imposible, había cambiado. ¡Mi petición había sido
escuchada! Y volví a tomar el rosario, que no he dejado de rezar desde
aquel día[34].
Muchos hermanos protestantes dicen que el
rezo del rosario no es bíblico, porque Jesús prohibió repetir
oraciones. Y citan el texto de Mateo 6, 7; donde Jesús dice que cuando
oren, no sean habladores como los gentiles, que piensan que serán
escuchados por su mucho hablar. Algunos traducen como vana repetición,
en vez de no sean habladores. Pero, al rezar el rosario, no hacemos
vanas repeticiones, sino repeticiones útiles y maravillosas con las
mismas palabras divinas que Dios nos enseña en el padrenuestro y en la
primera parte del avemaría. ¿Será vana repetición el repetir palabras
divinas que Dios mismo nos ha enseñado?
Por eso, dice Scott Hahn: Mi mujer nunca
se cansa de oírme decir “te quiero”. Mi madre no se cansa de oír que le
agradezco que me haya criado… Dios tampoco se cansa nunca de oírnos
repetir toda la serie de frases, que han sido veneradas como oraciones
por la Escritura y la Tradición cristiana. Los no católicos repiten
mucho las palabras: Amén, Aleluya y Alabad al Señor[35].
Por eso, reza el rosario. A esto es a lo
que animo a los católicos y a todos los cristianos de buena voluntad.
Reza el rosario y date cuenta de que cada recitación te está conectando
con las cosas permanentes, alejándote de lo transitorio y efímero. Saca
tiempo para rezar el rosario, cuando estés en la sala de espera de un
médico o en un atasco a la hora punta del tráfico… Las cuentas del
rosario y tus oraciones son más reales que los coches que hay delante de
ti y que los bocinazos que están sonando[36].
El padre Patrick Peyton, sacerdote
norteamericano de origen irlandés, fue el gran apóstol del rosario y
fundador de la Cruzada del rosario. Durante los años 40, consiguió que
cientos de emisoras transmitieran el rezo del rosario en USA. En los
años 50, realizó una serie de películas sobre el rosario con actores y
actrices famosos. Con ocasión de una entrevista, dijo:
Dios nos ha dado en María un regalo tan
grande que, por más que nos esforcemos, nunca lo apreciaremos
suficientemente. Un día un pastor evangélico me dijo: “Padre, háblenos
por favor de la Virgen María. Háblenos del rosario. Porque yo, les
envidio a ustedes católicos por tener una forma tan estructurada de
oración. ¿No podría escribir algo sobre el rosario para nosotros los
evangélicos?”.
El padre Peyton respondió: La razón para
hacerme sacerdote ha sido, ante todo, la Santísima Virgen a través,
especialmente, del rosario familiar… Dos años antes de mi ordenación me
puse enfermo: los médicos diagnosticaron tuberculosis. Me llevaron a la
enfermería. Estaba mal de cuerpo y alma… Uno de mis profesores de la
universidad de Notre Dame, padre Cornelio Hegarty, vino a verme y
durante media hora me habló de la Virgen María, y me convenció de
pedirle la salud. De María recibí la salud, y su amor me liberó de la
enfermedad, dejándome volver feliz a mi vocación. Fui ordenado
sacerdote. Por Ella moriría en agradecimiento y le daría un millón de
mundos, si los tuviera. La Cruzada del rosario en familia ha sido el
medio que Dios me ha concedido para manifestarle mi gratitud[37].
Cuando el Papa Juan XXIII recibió en
audiencia privada a la hija de Kruscev, el primer ministro de Rusia, el
Papa le pidió que le pronunciara en ruso el nombre de cada uno de sus
hijos. Después le obsequió un rosario (aunque sabía que ella era
oficialmente atea) y le dijo: Sé que usted quiere mucho a sus hijos. Por
eso, le doy un rosario, que para nosotros los católicos tiene una
maravillosa relación entre una madre y su hijo Jesús, y recuerda los
momentos tristes y alegres de su vida a través de los misterios. Son la
mejor madre y el mejor hijo de todos los tiempos: la Virgen María y
Jesucristo. La hija de Kruscev lloró de emoción.
– En mayo de 1959, fue liberado de las
prisiones soviéticas el general del ejército italiano Etevoldo Pasolini,
comandante de la división Vicenza. Entrevistado por los periodistas
sobre su primer encuentro con su familia, dijo que la primera noche
estuvo hablando mucho tiempo con su esposa. Cuando su esposa se quedó
dormida, él sacó el rosario de su bolsillo y empezó a rezarlo. Y dijo
así: ¿Qué otra cosa podía hacer? Aquel rosario había sido para mí una
fuente de esperanza durante mi cautiverio y ahora tenía que rezarlo para
agradecerle a Dios mi regreso a casa.
– El famoso científico italiano Guillermo
Marconi, que fue el primero que realizó transmisiones de telegrafía sin
hilos y fue premio Nóbel de física de 1909, cuando celebró sus bodas,
fue recibido por el Papa, que le obsequió a él y a su esposa un rosario.
Y, cuando estaba moribundo, quiso que transmitieran a su esposa el
siguiente mensaje: He muerto con el rosario en la mano y besando el
santo crucifijo.
– El famoso Peter Koch, oficial de las SS
alemanas, que fue el terror de Roma durante la segunda guerra mundial,
fue condenado a muerte. En los últimos días de su prisión, le escribió
una carta al Papa Pío XII, pidiéndole perdón por sus crímenes. El Papa
envió a uno de sus secretarios, Monseñor Nasalli Rocca, y le dijo: Vaya a
ver al señor Koch y dígale que yo lo perdono y, como prueba de mi
bendición, déle este rosario.
Cuando llegó el sacerdote a su celda y le
comunicó la bendición del Santo Padre, el condenado se conmovió y le
dijo: No soy digno de tocar este rosario del Papa con mis manos
ensangrentadas. Póngamelo al cuello usted mismo. Y Koch murió con el
rosario al cuello y rezando el avemaría. Estamos seguros de que Dios lo
recibió en su seno por intercesión de María.
– Daniel O´Connel, el famoso estadista
católico irlandés, libertador de Irlanda, cuando viajaba por todo el
país para organizar a sus compatriotas con el fin de obtener la
independencia, invitaba a todos a rezar el rosario. Solía decir que,
para el triunfo de su causa, confiaba más en el rezo del rosario que en
sus discursos.
– El conocido estadista italiano Alcide
De Gasperi escribía en su libro Cartas desde la prisión: En 1927 fui
detenido por mis ideas políticas, fundamentadas en la doctrina social
cristiana. Allá, en la dura celda, en los momentos de soledad, escribí a
mi familia estas palabras: Antes de acostarme leo Las Confesiones
de san Agustín y, luego, ya en cama, rezo el rosario, pensando que
ustedes y las niñas están rezando a esa hora; así me uno a ustedes en
oración con María.
– En la guerra civil española
(1936-1939), la ciudad de Toledo había sido ocupada por los comunistas;
pero quedaba por dominar el Alcázar de Toledo, que había sido la
Academia militar para oficiales. Allí se refugiaron un total de 1.100
hombres con 800 mujeres y niños. Los atacantes los cercaron con 10.000
soldados, pero no pudieron vencerlos. ¿Por qué? Los 1.100 hombres del
Alcázar eran soldados de María, se habían consagrado junto con su
coronel Moscardó a María y Ella, la vencedora de mil batallas, los
defendió hasta el último momento. Humanamente, es inexplicable cómo
pudieron resistir 71 días de asedio. Pero María velaba por ellos.
Organizaron el rosario perpetuo, día y noche, ante la imagen de la
Virgen. Dos veces al día se reunía toda la guarnición para rezar el
rosario y así pudieron resistir a pesar de que dinamitaron el Alcázar
con cargas explosivas subterráneas, a pesar de la falta de agua y de
alimento y de que se acababan las municiones.
A los 72 días de asedio, el general
Franco les mandó ayuda y fueron liberados. Al ser preguntado el coronel
Moscardó cómo había sido posible vencer en lucha tan desigual, decía:
Preguntádselo a María. Ella era la Generala del Alcázar. Ella daba valor
a nuestros corazones. Ella fue la que nos salvó.
– Dino Segre, cuyo seudónimo es
Pitigrilli, escribió muchas novelas famosas, traducidas a los
principales idiomas del mundo. Como estaba alejado de Dios y de la
Iglesia, en sus escritos transmitió sus sentimientos anticristianos.
Pero, al convertirse, escribió: He encontrado la fe. Antes yo creía que
Dios, el poder de la oración o la comunión de los santos eran cosas de
la imaginación… En el pasado, los veinte mil libros de mi biblioteca, en
los que había buscado en vano la verdad, no me la dieron. Un día, el
obispo Monseñor Angel Jelmini, administrador apostólico de Lugano, al
despedirse, después de una larga conversación, me dijo: Reza a la
Virgen, es tan buena… Desde entonces, rezo a la Virgen y tengo la prueba
de su poderosa intercesión. Y el rosario que antes creía que era unas
simples cuentas ensartadas para tener ocupados los dedos, se transformó
para mí en algo al que acudo cuando tengo necesidad de consejo y de
consuelo. María me ha salvado[38].
– A san Clemente Jorfabuer, popular
misionero redentorista de Alemania, un día lo vieron preocupado,
buscando algo en el hospital. Una hermana religiosa le preguntó:
– ¿Qué busca?
– Se me perdió mi arma con la que me defiendo.
– ¿Cuál es su arma?
– Mi rosario. Ayúdeme a
encontrarlo. Cuando voy a visitar a un enfermo, voy rezando por su
conversión. Con el rezo del rosario he obtenido maravillosos favores de
conversión de muchos que iban por mal camino.
– El padre Francesco Napoletano, que
vivió muchos años con el padre Pío de Pietrelcina, decía: Llevaba
siempre consigo el rosario, o enrollado en la mano o en el brazo como si
fuera una sarta de perlas o un escudo de defensa. Tenía rosarios en
todas partes, bajo la almohada, en la mesita de noche, en los bolsillos,
dondequiera… Era el religioso del rosario. Consideraba el rosario como
su arma predilecta contra toda clase de enemigos[39].
– Cuando Federico Ozanam, fundador de las
Conferencias de san Vicente de Paúl, tenía 19 años, fue enviado por sus
padres a estudiar a la universidad de París. Allí tuvo la suerte de
conocer al gran científico André Ampère. Y dice: Un día, en que estaba
triste y abrumado por mis problemas, entré en la iglesia de san Esteban
para tranquilizarme. La iglesia estaba en silencio y casi vacía.
Arrodillado humildemente delante del altar, estaba un hombre rezando el
rosario. Me acerqué y pude reconocer a Ampère. Después de contemplarle
unos momentos, me retiré, profundamente conmovido y más cerca de Dios.
El rosario de Ampère me había convencido más que mil sermones de la
importancia de Dios y de la oración. Y así pude volver a recobrar mi fe
perdida[40].
El famoso arzobispo de Nueva York y gran
predicador de la televisión norteamericana Fulton Sheen, dice: “El
rosario es un medio de oración incomparable. Insisto mucho en sus
efectos espirituales, porque me son bien conocidos. He visto salvarse
milagrosamente a jóvenes gravemente heridos en accidentes; he visto una
madre en peligro durante el parto, librarse de la muerte propia y salvar
a su hijo; he visto alcoholizados que se han vuelto sobrios; vidas
licenciosas que se han espiritualizado; descarriados que han vuelto a la
fe; familias sin hijos que han sido bendecidas con la deseada prole;
soldados que han salido ilesos del combate; angustias espirituales
superadas; paganos que se han convertido.
Conozco un judío, que durante la guerra
mundial se escondió con otros cuatro soldados austriacos en el hoyo
producido por una bomba. Pedazos de metralla saltaban por todos partes.
De repente, una bomba mató a los cuatro compañeros. El judío tomó el
rosario de uno de éstos y empezó a rezarlo. Lo sabía de memoria por
haberlo oído rezar muchas veces. Al terminar la primera decena, le
pareció que debía salir de aquel embudo. Se arrastró por el barro y
suciedad y se metió en otro agujero. En aquel momento, estalló otra
bomba en el hoyo que había dejado.
Al final de cada decena, fue
trasladándose de refugio, y cuatro explosiones se sucedieron en los
hoyos abandonados por él. Salvó su vida y en agradecimiento se propuso
dedicarla a Nuestro Señor y a Nuestra Santísima Madre. Terminada la
guerra, hubo de pasar por nuevos sufrimientos: su familia había sido
aniquilada por Hitler, pero él mantuvo su promesa. Lo bauticé el año
pasado y ahora está estudiando para sacerdote.
Aprended a santificar todos los instantes
de vuestra vida. Lo podéis hacer mediante el rosario. Mientras vais por
la calle, rezad el rosario escondido en la mano o en el bolsillo;
conduciendo el coche, pueden ayudaros las divisiones del volante para
contar las decenas. Mientras esperáis que os saquen comida o la llegada
de un tren; cuando estáis quietos detrás de un mostrador o cuando os
toca viajar, podéis rezar el rosario… Si queréis convertir a alguien,
enseñadle a rezar el rosario. Acaecerá una de dos cosas: o dejará de
rezarlo u obtendrá el don de la fe”.[41]
– Un milagro especial de Dios por
intercesión de María tuvo lugar el 6 de agosto de 1945, a las 8.15 a.m.
Un bombardero norteamericano lanzó la primera bomba atómica sobre
Hiroshima, a menos de un kilómetro de distancia de la iglesia Nuestra
Señora de la Asunción de los padres jesuitas. En un radio de 1.5 km,
murieron 80.000 personas y, en los siguientes 15 años, otras 150.000 por
los efectos de la bomba. La iglesia de los jesuitas quedó totalmente
destruida, pero la residencia, que estaba al costado, quedó en pie,
aunque con graves daños. Allí vivían cuatro sacerdotes jesuitas
alemanes: Hugo Lassalle, Kleinsorge, Cieslik y Hubert Schiffer. Todos
sobrevivieron. Pero lo más asombroso fue que no tenían rastros de la
radiactividad de la bomba. El padre Schiffer fue examinado e interrogado
por 200 científicos japoneses y no podían explicarlo humanamente. Por
eso, el padre Schiffer, en sus conferencias a lo largo de Estados
Unidos, decía siempre que la razón era que en aquella casa había algo
diferente a las demás: Allí se rezaba el rosario todos los días.
El padre Lassalle, que era el párroco y
que vivió hasta 1990, edificó con permiso del Papa Pío XII, una catedral
en el lugar donde estaba su iglesia y, actualmente, es la sede del
obispo de Hiroshima. Esta catedral fue terminada en 1954 y es un
monumento a todas las víctimas de la bomba atómica y un símbolo a la paz
y al amor entre todos los hombres. La catedral se llama world peace
memorial cathedral.
– Otro milagro ocurrió el 24 de diciembre
de 1985 en el pueblo Fuente del Maestre (Badajoz-España). La niña Rosa
Paz Barrios, después de recorrer varios hospitales de Badajoz, Sevilla y
Madrid fue desahuciada. El diagnóstico era encefalitis
pos-sarampionosa, tetraparexia, coma, deterioro progresivo, alteraciones
del ritmo respiratorio y respiración atáxica. Los últimos meses había
perdido los sentidos y la movilidad y vivía a base de oxígeno y suero.
Aquel día de Navidad, a las diez de la
noche, estaba su madre y una vecina, rezando el rosario por su curación,
como todos los días; cuando, de pronto, despertó como de un sueño
profundo, se sentó en la cama y pidió de comer. Su madre le quitó las
sondas y le trajo un plato de lentejas, que se comió tranquilamente,
después de meses que no comía absolutamente nada. Este milagro fue
publicado por todos los medios de comunicación de España.
– El 12 de abril de 1999, un avión fokker-50 de la compañía Avianca
en vuelo de Bucaramanga a Bogotá, en Colombia, fue secuestrado por el
ejército de Liberación nacional (ELN). En ese vuelo, fue secuestrada la
religiosa Sor Josefina, sierva de María, ecuatoriana, con 39 pasajeros
más. Los terroristas forzaron a aterrizar el avión en un terreno
pantanoso y obligaron a todos a entregar su documentación y a bajar.
Emprendieron una caminata casi sin tregua durante ocho días. Los
secuestrados compartían todo, hasta el plato y la cuchara, y se animaban
mutuamente. En esas circunstancias, la hermana Josefina fue como el
ángel enviado por Dios. Los animó a rezar y todos los días rezaban
juntos el ángelus, cantaban el padrenuestro y rezaban el rosario.
Incluso, algunos guerrilleros se interesaron por aprender algunas
oraciones que ella les escribía en sus cuadernos. Cuando los separaron
en dos grupos, ella regaló su rosario a un compañero del otro grupo, que
sabía rezarlo, para que siguieran rezándolo. El rosario fue la fuerza
de unión, que les daba esperanza en medio de aquellos difíciles momentos
hasta que, por fin, llegó la liberación el 7 de mayo y todos dieron
gracias a Dios por medio de María, que los había salvado de la muerte.
– En el pueblo italiano de Marciano di
Romagna hay una gasolinera atendida por una anciana mujer, que lleva
atendiendo desde hace 50 años. Se llama Prudencia Palazzi. Todos los
choferes y camioneros la conocen y se detienen a charlar con ella, pues
derrocha simpatía y cordialidad. Es amiga de todo el mundo. Pero tiene
una particularidad: les reparte a todos un rosario para que la Virgen
los acompañe, y los proteja de los peligros y bendiga a los niños. Así
lo hace día tras día. Más de tres mil coches y camiones ostentan en su
cabina el rosario de Prudencia como un trofeo de su amistad en la
carretera. Prudencia no sólo regala rosarios, también reza por todos sus
amigos y clientes. En una ocasión, fue al santuario de Loreto para
encomendárselos a la Virgen. Incluso, el Papa Juan Pablo II la recibió
un día en Audiencia y le dijo:
– Muy bien, hija mía, adelante. Con la
manga del surtidor y el rosario de la Virgen ganarás el cielo para ti y
para tus amigos los automovilistas. Que Dios te bendiga.[42]
El rosario es la
síntesis de todo el Evangelio
(Pablo VI)
.
.
El Ángelus es una oración en honor de
María, que comienza: El ángel (angelus) del Señor anunció a María… Se
rezan tres avemarías tres veces al día: al amanecer, al mediodía y al
atardecer. Esta devoción comenzó en la Edad Media. Al atardecer, se
tocaba la campana en los conventos e iglesias para indicar a todos el
fin del trabajo del día; y, en esos momentos del toque de la campana, se
rezaba tres avemarías para saludar a María, recordando la Encarnación
de Jesús. Ya en 1269, en el Capítulo General de los franciscanos,
presidido por san Buenaventura, se ordena a los religiosos a animar a
los fieles a recitar tres avemarías al triple toque de la campana por
las tardes, al terminar el trabajo diario. Hacia fines del siglo XIII,
en varios lugares, se acostumbraba ya a tocar la campana por la mañana
para indicar el comienzo del trabajo; y también comenzó así la costumbre
de rezar tres avemarías por la mañana, como se hacía por la tarde, en
honor de María, conocida como estrella de la mañana.
Hacia fines del siglo XV, ya se había
extendido la costumbre, en algunos lugares, de tocar la campana también
al mediodía de los viernes para recordar la pasión del Señor. El Papa
Calixto III ordenó tocar la campana todos los días al mediodía, al igual
que en la mañana y en la tarde, y rezar un padrenuestro y tres
avemarías, pidiendo a Dios ayuda para la defensa de la cristiandad,
amenazada por los turcos. Y los Papas desde el siglo XIV, apoyaron esta
devoción, concediendo indulgencias. El Papa Alejandro VI, en 1500,
ordenó que esta costumbre del Ángelus se extendiera por todo la Iglesia.
Los santos han practicado esta devoción y
siempre la han recomendado por ser una muestra de amor a María, la
madre querida, que siempre nos ama y protege. Actualmente, se ha perdido
esta costumbre en muchos lugares. Ya no se toca la campana en las
ciudades y tampoco en muchos pueblos. Por eso, sería recomendable
retomar estas buenas costumbres de nuestros mayores, porque todo lo que
signifique amor a María no quedará sin recompensa y ella, como buena
madre, velará por nosotros en nuestras necesidades.
Como experiencia personal, puedo decir
que, cuando estaba de párroco en Arequipa, grabé con mi voz el rezo del
Ángelus y todos los días lo ponía al comenzar el día, al mediodía y al
atardecer para que todos lo oyeran a través de los altoparlantes. De
esto ya han pasado veinte años y todavía se sigue oyendo todos los días
el Ángelus con mi grabación. ¿Cuántas bendiciones Dios habrá dado a mis
feligreses a través de esa grabación? Sólo Él lo sabe, nosotros sólo
debemos poner de nuestra parte todo lo que podamos para alabar a Dios
por medio de María.
.
.
Nuestra Madre la Virgen se apareció
el 18 de julio de 1830 a Sor Catalina Labouré, y volvió a aparecérsele
el 27 de noviembre del mismo año con las manos extendidas, irradiando
mucha luz y con una serpiente a sus pies, teniendo a su alrededor
escritas las palabras: Oh María, sin pecado concebida, rogad por
nosotros que recurrimos a Vos. Después, desapareció la Virgen y apareció
un óvalo grande con una M, coronada por una cruz y debajo dos
corazones: el de Jesús, rodeado de espinas, y el de María, atravesado
por una espada. Doce estrellas rodeaban el conjunto. La Virgen dijo: Haz
acuñar una medalla como la de este modelo; todos los que la lleven
recibirán grandes favores; serán abundantes las gracias para quienes la
lleven con confianza.
He aquí el origen de esta medalla, a
través de la cual Dios ha hecho tantos milagros, que el pueblo la ha
llamado con razón medalla milagrosa. En esta medalla, se proclama ya el
dogma de la Inmaculada concepción, que fue definido el año 1854, 24 años
más tarde. Las palabras de la medalla dicen: Oh María, sin pecado
concebida, es decir, inmaculada, sin mancha de pecado original. Además,
tiene a la serpiente a sus pies, para indicar que ella, como dice el Gén
3, 15, aplasta la cabeza de la serpiente infernal, el diablo. Y en ella
aparecen unidos, como inseparables, los Corazones de Jesús y de María. Y
todo rodeado de doce estrellas, en el reverso de la medalla, como la
mujer rodeada de doce estrellas del Apocalipsis 12.
Es interesante, al respecto, conocer que
la bandera oficial del Parlamento europeo tiene doce estrellas sobre un
fondo azul. Muchos no conocen su origen. Cuando en 1950 se convocó a un
concurso abierto a todos los artistas del viejo continente para escoger
la bandera de la futura Europa unida, el joven artista alemán Arsene
Heitz hizo el boceto escogido, que ahora es la bandera oficial de
Europa. La bandera fue elegida oficialmente el 8 de diciembre de 1955,
un día mariano por excelencia, fiesta de la Inmaculada Concepción. El
artista aclaró por qué había escogido las doce estrellas con fondo azul
como bandera: Inspirado por Dios, tuve la idea de hacer una bandera azul
sobre la que se destacaran las doce estrellas de la medalla milagrosa
de Rue du Bac de París[43]. Arsene Heitz dijo también que era muy devoto
de María, que rezaba el rosario todos los días y que, cuando se convocó
al concurso, él estaba leyendo la historia de santa Catalina Laboure y
se dio cuenta de que, en la medalla milagrosa, la Virgen mandó grabar su
imagen, rodeada de doce estrellas como la Virgen del Apocalipsis.
Cuando alguien le hizo notar al
responsable de la Comisión de calificación Paul M.G. Levy, un judío, que
no eran doce los miembros de la Unión europea en ese momento, él dijo
que doce era el símbolo de plenitud como aparece en la Biblia. Por
tanto, fue escogida por un judío sin motivos confesionales, pero podemos
decir que no fue una casualidad que la bandera de la Unión europea,
basada en la medalla milagrosa, sea la bandera de María, porque ella
vela sobre Europa como una madre. Y aunque no todos la reconozcan como
Madre, Ella sí los reconoce a todos como hijos.
Uno de los milagros más espectaculares
realizados por medio de la medalla milagrosa es la conversión de Alfonso
de Ratisbona. Era un banquero judío muy rico, que estaba a punto de
casarse. Su amigo Teodoro de Bussiers, convertido del protestantismo, le
había dado una medalla milagrosa para que la llevara consigo y le había
recomendado que rezara la oración Acordaos de san Bernardo. Él
aceptó por unos días por complacerle, y el 20 de enero de 1842,
entrando en la iglesia de san Andrés de Roma, de pronto, se le apareció
la Virgen. No le dijo nada, pero él lo entendió todo. Dice:
Si alguien me hubiera dicho en la mañana
de aquel día: te has levantado judío y te acostarás cristiano; si
alguien me hubiera dicho eso, lo habría mirado como al más loco de los
hombres. Si al mediodía, un tercer interlocutor se hubiese acercado y me
hubiera dicho: Alfonso, dentro de un cuarto de hora adorarás a
Jesucristo, tu Dios y Salvador y estarás prosternado en una pobre
iglesia; y te golpearás el pecho a los pies de un sacerdote, en un
convento de jesuitas donde pasarás el carnaval, preparándote para el
bautismo, dispuesto a inmolarte por la fe católica; y renunciarás al
mundo, a sus pompas, a sus placeres, a tu fortuna, a tus esperanzas, a
tu porvenir; y, si es preciso, renunciarás a tu novia, al afecto de tu
familia, a la estima de tus amigos, al apego de los judíos. ¡Y sólo
aspirarás a servir a Jesucristo y a llevar tu cruz hasta la muerte! Si
algún profeta me hubiera hecho una predicción semejante, sólo habría
juzgado a un hombre más insensato que ése: ¡al hombre que hubiera creído
en la posibilidad de tamaña locura! Y, sin embargo, ésta es hoy la
locura, causa de mi sabiduría y de mi dicha[44].
Y Alfonso de Ratisbona lo dejó todo y se
hizo sacerdote y llegó a ser un santo: san Alfonso de Ratisbona. Hoy, en
la iglesia de san Andrés de Roma puede leerse: El 20 de enero de 1842,
Alfonso de Ratisbona de Estrasburgo, vino aquí judío empedernido. La
Virgen se le apareció como la ves. Cayó judío y se levantó cristiano.
Extranjero, lleva contigo este precioso recuerdo de la misericordia de
Dios y de la Santísima Virgen.
Veamos un caso reciente. El señor Patrick
Neger, su esposa Elisabeth y sus dos hijos, Pathy de tres años y
Ludovic de veintitrés meses, visitaron el santuario de la Virgen de la
medalla milagrosa en la calle Du Bac de París, donde compraron unas
medallas milagrosas, que se pusieron al cuello. Allí mismo encomendaron a
Dios y a María su viaje a España, que realizarían al día siguiente, 26
de noviembre de 1983, en la aerolínea colombiana Avianca.
A la mañana siguiente, se levantaron
felices para emprender el viaje y se dirigieron al aeropuerto Charles de
Gaulle de París. Tomaron el avión de Avianca con destino a Madrid;
pero, cuando el avión se encontraba muy cerca del aeropuerto de Barajas,
en Madrid, perdió altura y cayó incendiándose. Murieron 183 pasajeros;
solamente hubo 8 sobrevivientes. Entre ellos, toda la familia Neger.
Patrick salió por los aires al caer el avión a tierra y se desmayó.
Recuerda: Cuando volví en mí, me encontré en medio del campo rodeado de
trozos del avión. Parecía una pesadilla, pero no lo era. En esto, pude
ver la silueta de una mujer con dos niños. Era mi esposa con mis dos
hijos. Todos estábamos vivos. Ciertamente, la Virgen María no defraudó
nuestra confianza en ella y nuestra familia siempre considerará el estar
vivos como un milagro de María.
Veamos otros casos en que el amor a María, manifestado a través de una simple medalla, puede hacer auténticos milagros.
Cuenta el padre Trilles, misionero de la
Congregación del Espíritu Santo en Gabón, que un día de 1907, acompañado
de unos catequistas, se dirigió a Abal; pero, no conociendo el camino,
llegaron a Ufanga, en dirección opuesta a Abal. Como ya era tarde,
pidieron alojamiento en casa de una anciana pagana, llamada Ethu. Ella
les sirvió plátanos cocidos y ellos, después de la frugal cena, se
pusieron a rezar el rosario, mientras Ethu escuchaba acurrucada junto al
fuego. Terminado el rosario, la anciana preguntó al sacerdote:
– ¿Tú has rezado el avemaría, verdad?
– Sí, abuela.
Entonces, ella rompió a llorar y a decir:
– ¡Ah, hijo mío, pobre hijo mío!
Y les contó que hacía veinte años había regresado su hijo muy enfermo de un país lejano. Antes de morir, le dijo:
– Mamá, yo me voy al cielo; pero
quiero que un día vengas tú también conmigo. Yo no puedo enseñarte lo
que debes hacer y lo que he aprendido de los blancos. Toma esta medalla
que llevo al cuello, y di todos los días: Ave María.
Mostró la medalla de la Virgen, a quien todos los días, como le había dicho su hijo, le decía: Ave María.
Entonces, el padre Trilles le explicó
quién era María y las principales verdades de nuestra fe católica. A la
mañana siguiente, ella asistió a misa y rezó con ellos el rosario. Y,
después de unos días de preparación, se bautizó con el nombre de María.
Ese mismo día, ella se fue a la tumba de su hijo a rezar el avemaría
repetidas veces. A la mañana siguiente, murió, apretando entre los dedos
la medalla de la Virgen y repitiendo el avemaría.
Dios había permitido que se equivocaran
de camino para poder ir a evangelizar y bautizar a aquella anciana, que
pudo así morir como cristiana[45].
En 1866, el volcán Etna de Italia estalló
y lanzó ríos de lava ardiente. El pueblo de Nicolosi estaba en grave
peligro. Enviaron un mensaje a san Juan Bosco, pidiendo consejo, y él
les dijo: Colocad medallas de María Auxiliadora alrededor del pueblo y
rezad. Yo también rezo por vosotros.
La lava se quedó a las afueras del
pueblo. Faltaban 300 metros para que arrasara el pueblo y se detuvo. Hoy
se puede ver todavía la masa acumulada y seca que ha quedado allí para
el recuerdo de las generaciones venideras. Este hecho fue publicado por
el periódico anticlerical de la época llamado Gazzetta di Catania.
.
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La devoción a la Virgen del Carmen es
una de las más populares de la Iglesia y comenzó a extenderse por
Europa, a partir del siglo XIII, cuando los ermitaños, que vivían en el
monte Carmelo de Palestina, huyendo de las persecuciones de los
musulmanes, llegaron a Europa. El hecho fundamental de la devoción
ocurrió el 16 de julio de 1251. La Virgen, nuestra Madre, se apareció al
general de la Orden de los carmelitas san Simón Stock y le dio el
escapulario como señal de su protección y característica de su Orden.
Por eso, la fiesta de la Virgen del Carmen se celebra cada año el 16 de
julio.
María le dijo a san Simón Stock: Recibe,
hijo mío, muy amado, el escapulario de tu Orden, privilegio para ti y
para todos los carmelitas. Quien muriere vistiéndolo, no padecerá el
fuego del infierno. A partir de ese momento, el escapulario se extendió
incontenible por toda Europa y los Papas fomentaron su devoción, que
lleva la promesa de salvación para quienes lo lleven con devoción en la
hora de la muerte.
En las apariciones de María en la Salette
(Francia), aprobadas por la Iglesia, se apareció en 1878 como Virgen
del Carmen con el escapulario. La última de las apariciones de Lourdes
fue el 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen. Y en Fátima, en la
ultima aparición del 13 de octubre, se apareció también como Virgen del
Carmen.
Sobre la importancia del escapulario hay muchos testimonios que demuestran su eficacia. Veamos algunos.
San Claudio de la Colombière cita el caso
de una mujer joven que quiso suicidarse, arrojándose a un río, pero no
podía ahogarse hasta que se quitó el escapulario.[46]
Cuando hicieron el reconocimiento de los
restos de san Alfonso María de Ligorio a los 28 años de su muerte, todos
sus vestidos están deshechos, pero el escapulario estaba entero y en
perfecto estado.[47]
El obispo Doroteo Valbuena Álvarez,
prefecto apostólico de Esmeraldas, Ecuador, relata: En un pueblo de las
Playas de la Prefectura apostólica, fui con el padre Eulalio a celebrar
la fiesta de la Virgen del Carmen. En la capilla se produjo un fuerte
incendio y yo lancé mi escapulario a las llamas, quedando colgado de una
viga. Allí se detuvieron las llamas, quedando ilesa la imagen de la
Virgen del Carmen y la misma capilla. Sólo se quemaron algunas telas que
adornaban el altar”[48]
– En la revista La semana católica
de Madrid, número 22, de septiembre de 1889, se relata un suceso de la
vida de Don Francisco Javier Zaldúa, ex-presidente de la República de
Colombia. No era un buen cristiano y había tomado parte en la expulsión
de los jesuitas de su país y en otros asuntos en contra de la Iglesia
católica. Pero tenía un hijo, muy devoto de la Virgen, que llegó a ser
sacerdote. Este hijo sacerdote hacía todo lo posible por alcanzar la
conversión de su padre, pero no lo conseguía.
Y, estando ya desahuciado y cerca de la
muerte y sin quererse confesar, el hijo consiguió que aceptara colocarse
el escapulario de la Virgen del Carmen. Ese mismo día, el padre decidió
confesarse y afirmar su fe católica, que durante años había perseguido;
expirando después de recibir la sagrada comunión.
– En la revista La lectura popular de Orihuela (Alicante-España), del 5 de febrero de 1896, el director Adolfo Claravana publicaba la siguiente noticia:
Hace unos días ha ocurrido en Rojales,
pueblo de esta provincia de Alicante, un hecho singular. Una niña de
tres años se extravió a media tarde del sábado 18 de enero (año 1896).
La buscaron por todas partes, pero no apareció. La noche fue una de las
más frías del año, pero no la encontraron. Al día siguiente por la
tarde, unos tíos de la niña la vieron junto a un precipicio de muchos
metros de profundidad, cortado casi verticalmente. Al acercarse, ella se
levantó tranquilamente y, al preguntarle qué había pasado, si había
tenido mucho frío, respondió:
– No he tenido frío, porque ha estado conmigo una mujer y me tapaba con el delantal.
Trasladada la niña al pueblo, se celebró
al día siguiente una misa de acción de gracias. Y la niña, al entrar en
el templo y ver la imagen de la Virgen del Carmen, exclamó:
– Mamá, esa es la mujer que me tapaba con el delantal.
Terminada la misa, fue a la casa del
párroco y, al entrar en el despacho, donde había un cuadro de la Virgen
del Carmen, de nuevo la niña dijo:
– Esa es la mujer que me tapaba con el delantal.
Ya no cabía la menor duda de que había
sido la Virgen, quien la había protegido con su escapulario del Carmen,
que la niña llamaba delantal.
– En la ciudad de Antequera (España), el
día 13 de noviembre de 1924, la señora Rosario Narbona estaba barriendo
la cocina, cerca de la cual había un pozo de agua. Su hija de corta edad
cayó al pozo. En ese momento desgarrador, la señora invocó con toda su
alma a la Virgen María. Avisaron al padre de la niña que se metió al
pozo, donde creía que la encontraría ahogada, pues habían pasado ya unos
quince minutos del suceso. Pero vio con asombro que la niña estaba
tranquila, agarrada a un tubo. La niña dijo que una señora muy hermosa
le había tomado sus manitas y se las había puesto sobre aquel tubo,
acariciándola y diciéndole que no tuviera miedo. Todos creyeron que
había sido la Virgen del Carmen, por llevar la niña el santo
escapulario. Los padres de la niña publicaron este suceso milagroso el
27 de enero de 1926[49].
– Un joven marinero, natural de Salamanca
(España) y domiciliado en la calle Fontana Nº 6, había ido a su casa
durante las Navidades de 1948 y, antes de regresar de nuevo a su trabajo
de marinero, quiso que el sacerdote le impusiera el escapulario de la
Virgen del Carmen. Se lo impuso el Padre Manuel Ibáñez. Antes de
despedirse, el sacerdote le dijo que fuera siempre muy devoto de la
Virgen del Carmen, patrona de los marineros, y que la invocara en los
momentos difíciles.
Así fue. A los cinco días ya estaba en
aguas de Cádiz a bordo del Artabro. La mar estaba gruesa y con fuerte
marejada. Era noche cerrada, cuando el joven marinero tuvo la desgracia
de caer desde cubierta al mar, sin que nadie se percatara del hecho. El
barco se alejó rápidamente del lugar y se quedó solo entre las olas en
medio de la borrasca. Entonces, le pidió ayuda a la Virgen con todo su
fervor. Así estuvo diez terribles horas de angustia hasta que una ola
gigante lo lanzó a tierra.
María lo había salvado por llevar con
devoción el escapulario. Y él, agradecido, publicó este suceso milagroso
en el periódico La Gaceta, de Salamanca[50].
– Terry Ross, de 23 años, era sargento de
alpinistas escoceses, en la segunda guerra mundial. Al momento de
desembarcar en Normandía, se dirigió con sus compañeros a eliminar una
estación de radio en Bruneval. Una explosión lo dejó inconsciente y
recobró el conocimiento en el hospital. Al decirle los médicos que no
recuperaría la vista, se puso a llorar desconsolado. Pero, en un momento
de calma, se agarró del escapulario del Carmen, que llevaba al cuello, y
empezó a rezar avemarías.
En ese momento, sintió que una mano apretaba la suya y una voz dulce de mujer le decía:
– Terry, ¿me llamas?
– No, no estaba llamando a
nadie; pero, hermana, por favor, hágame compañía un rato, porque me
siento horriblemente solo.
Y Terry empezó a desahogarse y a contarle
sus problemas y lo triste que se sentía al pensar que nunca más iba a
poder ver. ¿Qué sería de su futuro? Poco a poco, se tranquilizó y se
quedó dormido. Cuando despertó, la venda de los ojos se había caído y se
dio cuenta de que podía ver de nuevo. Los médicos acudieron a hacerle
un examen riguroso y se dieron cuenta de que había ocurrido un milagro.
Entonces, él pidió ansiosamente que viniera la enfermera que estaba
anoche de servicio. Pero le dijeron que no había habido ninguna
enfermera. Sin embargo, él sabía que no había sido un sueño y que,
rezando el avemaría, ella se había acercado para consolarlo. Por eso,
quedó convencido de que había sido la misma Virgen María, que lo había
curado milagrosamente[51].
– El cardenal Enrique y Tarancón, cuando
era obispo de Solsona (España), publicó una pastoral sobre el
escapulario, donde da fe del siguiente suceso:
En 1938, en plena guerra civil, me tocó
asistir espiritualmente a quienes iban a ser ejecutados. Había uno muy
culto que no quería saber nada de confesarse. Después de hablar con él
una media hora, me dijo:
– Mire, padre, yo le agradezco sinceramente lo que está haciendo por mí, pero no voy a confesarme. Yo he perdido la fe.
– ¿Me permitiría, al menos, que le impusiera el escapulario del Carmen?
– No tengo ningún inconveniente. A mí no me dicen nada esas cosas; pero, si con ello le voy a complacer, puede hacerlo.
Le impuse el escapulario y me retiré a
orar por él. Él fue a sentarse en un rincón de la celda. Aún no habían
pasado ni cinco minutos, cuando oí como una especie de rugido y unos
sollozos fuertes y entrecortados, que me alarmaron. Entré de nuevo en la
celda y vi a aquel hombre que me decía entre lágrimas:
– Quiero confesarme, quiero confesarme. No me merezco esta gracia de Dios. La Virgen me ha salvado.
Poco antes de la ejecución, me abrazó y me besó, mientras decía:
– Gracias, padre, gracias por el bien inmenso que me ha hecho. En el cielo rogaré por usted. Gracias, ¡hasta el cielo!
– Otro suceso parecido sobre el efecto
maravilloso de llevar el escapulario lo cuenta el que sería beato obispo
Manuel González, cuando él era capellán del asilo de ancianos de Málaga
en 1903. dice:
Había un anciano, a quien todos los demás
llamaban el judío por su carácter reservado y hosco. Siempre se estaba
quejando y estaba molesto con todo el mundo. Tampoco asistía a misa ni
comulgaba nunca. Pero una mañana, después de tanto hablarle, conseguí
que me aceptara el escapulario de la Virgen del Carmen y que siempre lo
llevara consigo.
Un buen día, recibo aviso urgente de que
el judío se había tirado por las escaleras, y miro hacia arriba, al
último piso, y veo a un grupo de ancianos, tirando de un hombre,
amarrado a la cintura y colgando sobre el hueco de la escalera. ¿Qué
había pasado? El judío, en un arranque de desesperación, se había tirado
de la parte más alta de la escalera; pero, cuando ya su cuerpo estaba
todo en el aire, se salió el cordón del escapulario y, como si fuera una
cadena, se enredó entre sus dedos y la muñeca, formando un círculo con
el brazo alrededor de uno de los hierros de la baranda y lo había
retenido y dejado colgado en el vacío del último piso. Entonces, empezó a
gritar y acudieron para ayudarlo, admirados por el gran prodigio que su
celestial protectora la Virgen María había realizado. No hay que decir
que el judío dejó de serlo y el poco tiempo que después vivió, fue un
buen cristiano.
.
.
En las Revelaciones de santa Matilde
se lee que la Virgen María le dijo con relación a su petición frecuente
de que la asistiera en la hora de la muerte:
Sí, lo haré; pero quiero que por tu parte
me reces diariamente tres avemarías, conmemorando en la primera el
poder recibido del Padre eterno; en la segunda, la sabiduría con que me
adornó el Hijo y, en la tercera, el amor de que me colmó el Espíritu
Santo[52].
Esta devoción de las tres avemarías fue
recomendada por algunos Papas como Pío IX, que las rezaba cada día
después de cada misa. Y esta costumbre de rezar tres avemarías después
de la misa, la extendió el Papa León XIII a todos los sacerdotes de la
Iglesia. Muchos santos también aconsejaron esta devoción, especialmente,
san Leonardo de Puerto Mauricio y san Alfonso María de Ligorio.
¡Cuántas personas han podido comprobar en
su propia vida la eficacia de esta devoción de las tres avemarías! Un
pequeño obsequio, ofrecido a María, nos puede obtener la salvación,
aunque sólo sea un avemaría. Veamos algunos ejemplos.
– Un famoso sacerdote, que tanto escribió
en la prensa francesa, con el seudónimo de Pierre L´Ermite, contaba el
siguiente suceso como auténtico:
Un maestro impío había descristianizado a
sus alumnos en los diferentes lugares en que había sido profesor. Al
llegar la segunda guerra mundial, se unió a un grupo de fugitivos. Pero
los muchos sufrimientos que debía soportar en los montes, lo llevaron a
la desesperación y decidió quitarse la vida. Se separó de sus compañeros
y se sentó junto a un árbol, sacando su revólver, con el que quería
darse muerte. Pero, en ese momento, acordándose de una costumbre que
había tenido en su infancia y que había olvidado durante 40 años,
comenzó a rezar tres avemarías. Apenas terminó de rezarlas, sintió una
fuerza sobrenatural y desechó la idea del suicidio uniéndose a sus
compañeros. A partir de ese momento, comenzó una auténtica vida
cristiana, que procuraba inculcar a todos los que encontraba. Las tres
avemarías de última hora, le habían obtenido la gracia de la vida y de
la conversión[53].
– En 1959, el padre redentorista Luis
Larrauri confesó a un mudo. Dice así: Después de haber dirigido una
misión popular, el hijo de un caballero me suplicó que fuera a confesar a
su padre, que llevaba tres meses mudo y estaba gravísimo por efectos de
una embolia. Fui a su casa y entré en la habitación del enfermo. Le
dije:
– Esté usted tranquilo, yo le haré preguntas y usted me responde sí o no con la cabeza.
Entonces, el caballero rompió a llorar. Y con voz alta y distinta se confesó. ¡Yo no salía de mi asombro! Y él me dijo:
– Padre, usted va a comprender
inmediatamente por qué hablo en estos momentos. Desde los diez años tomé
la costumbre de rezar por la mañana y por la tarde las tres avemarías,
que me aconsejaron los misioneros. Desde los catorce años, perdí toda
práctica religiosa, menos las tres avemarías. Ningún día las omití,
pidiendo también la gracia de no morir sin hacer una buena confesión,
porque necesitaba confesarme bien desde mi primera comunión a los ocho
años…
Al terminar la confesión, quedó mudo otra vez. A las doce de la noche, de ese mismo día, había muerto en la paz de Dios.[54]
– Un misionero del Perú contaba que, en
1967, hizo una visita turística a un pueblecito de la cordillera de los
Andes. Al regresar, el coche se averió en un pequeño poblado perdido en
la inmensidad de aquellos montes. Mientras el mecánico arreglaba el
coche, se le acercó un hombre de mediana edad que, dirigiéndose a él,
que llevaba sotana, le dijo:
– Padrecito, le ruego venga
conmigo a mi casa, porque mi madre anciana está muy enferma y quiere un
sacerdote. El sacerdote más próximo está a 300 km de aquí y no hay
tiempo para ir a buscarlo, porque puede morirse en cualquier momento.
Al llegar el sacerdote a su casa, la
anciana le dijo que, durante toda su vida, le había pedido a Dios la
gracia de no morir sin confesión, rezando tres avemarías por esta
intención. Y Dios le concedía ahora esa gracia por medio un sacerdote,
que se había detenido en el poblado por efecto de una avería, que Dios
había permitido, para ayudar a aquella anciana a morir bien confesada y
preparada para el viaje a la eternidad. Ciertamente, las tres avemarías,
rezadas todos los días a la Virgen, le habían obtenido esa gracia de
Jesús por intercesión de María[55].
– Otro misionero, párroco en el Cuzco
(Perú), decía: En mi extensa parroquia y con la colaboración de los
catequistas, he difundido la devoción de las tres avemarías. En junio de
1969, pasé por una hacienda muy alejada ,cuyo dueño era anciano. Había
sido seminarista, pero se había unido a su esposa sin casarse por la
Iglesia. Aproveché la visita para dejarle una estampa sobre la devoción
de las tres avemarías, recomendándole que las rezara todos los días.
A fines de octubre, vinieron a buscarme
para que fuera con urgencia a visitarlo, porque estaba muy grave y
quería recibir los sacramentos. Me dijo que había rezado todos los días
las tres avemarías y que quería confesarse y casarse con la bendición de
Dios. Media hora después del matrimonio y de recibir la comunión, murió
en la paz de Dios.
Una vez más, María había demostrado que
el pequeño obsequio de las tres avemarías lo tomaba muy en serio, para
recomendar a sus devotos ante el tribunal de Dios[56].
– Un misionero redentorista contaba que,
en 1959, envió la estampa con la devoción de las tres avemarías a diez
mil enfermos. Al poco tiempo, le llamaba un hombre ilustre en el mundo
de las Letras y de la Jurisprudencia, al que conocía desde hacía ocho
años. Le dijo que quería confesarse, después de más de cincuenta años.
El misionero le preguntó:
– ¿Por qué?
– Desde que recibí su carta,
tomé la estampa y empecé a rezar las tres avemarías. Y esta mañana he
sentido el impulso de confesarme.
Y el padre dice: Lo confesé y, al mes
exacto, moría de repente con la alegría de estar bien confesado, pues se
había confesado de nuevo dos días antes de morir[57].
– En 1968, en Rusia, se recrudeció la
persecución contra los cristianos. El obispo católico de cierta
diócesis, tuvo que huir precipitadamente, vestido de campesino. Al
llegar la noche, se acercó a una casa de campo para pedir alojamiento.
Era un matrimonio con varios hijos pequeños, lo acogieron bien y le
ofrecieron de cenar. Le informaron que el anciano padre de uno de ellos
estaba muy enfermo desde hacía algunos días. Al día siguiente, antes de
despedirse, el obispo, que estaba de incógnito, pidió saludar al anciano
enfermo. Entonces, el anciano le dijo, sin saber quién era:
– Mire usted, yo sé que estoy
muy grave, pero sé que por ahora no moriré. Soy católico y todos los
días he rezado tres avemarías a la Virgen María para que, a la hora de
mi muerte, sea asistido por un sacerdote, que me prepare a bien morir.
Y, como todavía no hay sacerdote, por eso, estoy seguro que todavía no
voy a morir.
Emocionado, el obispo le dijo que él era
el obispo de aquella diócesis y que podía confesarlo y darle la unción
de los enfermos. Incluso, celebró la misa y le dio la comunión.
De esta manera, la Virgen María premiaba a
aquel buen creyente con la gracia de una muerte santa. Había permitido
que el obispo perseguido llegara, precisamente, a su casa para premiarle
por su devoción. A los dos días, murió en la paz de Dios[58].
– Un sacerdote jesuita estaba confesando
en el templo del Pilar de Zaragoza, cuando vio que un oficial del
ejército se arrodillaba a los pies de la sagrada imagen. Parecía que
tenía problemas, pues estaba un poco inquieto y turbado. Después de un
rato, se retiró. Pero, después de unos minutos, volvió de nuevo a
arrodillarse frente a la imagen de María. También se retiró, después de
unos momentos de oración; pero regresó igualmente al cabo de unos
minutos. Cuando se levantó la tercera vez, fue directamente al
confesionario. Allí le contó al sacerdote lo que le había pasado. Vivía
muy alejado de Dios y de la Iglesia, pero nunca había dejado de rezar
tres avemarías cada día tal como le había encargado su madre antes de su
muerte, y había venido a Zaragoza a visitar el templo del Pilar, para
cumplir también una promesa que le hizo a su madre.
Al arrodillarse ante la imagen, había
oído claramente que la Virgen le decía: Confiésate. Había querido salir
de la iglesia, pero regresaba, impelido por una fuerza superior. Y otras
dos veces más oyó la voz: Confiésate; a la tercera, ya no pudo resistir
más y se acercó a confesarse, después de 36 años.
Después de confesarse, recibió la
comunión. Y después se pasó la tarde, rezando rosarios, hasta que el
sacristán se vio obligado a avisarle que iban a cerrar el templo. En
este caso, como en otros muchos, el obsequio de las tres avemarías
obtuvo para él la gracia de la conversión[59].
– El hermano Macario era el catequista de
los niños de la parroquia. Un día les habló de la devoción de las tres
avemarías para asegurar la salvación eterna. Desde aquel día, el niño
Juan Alberto empezó a rezarlas todos los días. Pasaron los años y llegó a
la universidad, donde el ambiente poco propicio a la religión le hizo
abandonar la fe y vivir alocadamente con malos amigos. Sólo le quedó la
costumbre de las tres avemarías, que seguía rezando mecánicamente cada
día.
Un día del mes de mayo, pasaba junto a la
puerta de un templo y sintió deseos de entrar. Le agradó el ambiente de
tranquilidad y recogimiento del lugar. A la salida, entabló amistad con
un señor de mucha cultura con el que siguió viéndose en los siguientes
días, para hablar de las cosas de la religión. Y así, poco a poco, con
su ayuda fue recuperando la fe. Entonces, se dio cuenta de que la
devoción de las tres avemarías le había salvado su fe y comenzó una vida
cristiana de comunión frecuente y rezo del rosario. Hasta que sintió
deseos de entregar su vida a Dios y propagar por el mundo la devoción a
María. Entró en el Seminario y con la gracia de Dios llegó al sacerdocio
en la Orden de los carmelitas descalzos con el nombre de padre Juan
Alberto de los Cármenes[60].
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Otra importante devoción a María es
la de comulgar cinco primeros sábados de mes seguidos. Nuestra madre la
Virgen le dijo a Lucía de Fátima el 10 de diciembre de 1925: Mira, hija
mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan
continuamente con sus blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura
consolarme y di a todos aquellos que durante cinco meses, en el primer
sábado, se confiesen, reciban la santa comunión, recen el rosario y me
hagan quince minutos de compañía, meditando en los misterios del rosario
con el fin de desagraviarme, que yo prometo asistirles en la hora de la
muerte con todas las gracias necesarias para la salvación.
El 13 de junio de 1929, estando en la
capilla del convento de Tuy (España), tuvo una visión de la Santísima
Trinidad. Dice Lucía: Vi en la parte superior de la cruz un rostro de un
hombre con el cuerpo hasta la cintura y, sobre el pecho, una paloma de
luz; y clavado en la cruz, el cuerpo de otro hombre. Un poco por debajo
de la cintura, suspendido en el aire, se veía un cáliz y una hostia
grande, sobre la cual caían algunas gotas de sangre, que corrían a lo
largo del rostro del crucificado y de una herida en el pecho.
Escurriendo por la hostia, estas gotas caían dentro del cáliz. Bajo el
brazo derecho de la cruz, estaba Nuestra Señora. Era Nuestra Señora de
Fátima con su Inmaculado Corazón en la mano izquierda. Bajo el brazo
izquierdo había unas letras grandes: “Gracia y misericordia”.
Comprendí que me era mostrado el misterio
de la Santísima Trinidad y recibí luces sobre este misterio que no me
es permitido revelar. Después, Nuestra Señora me dijo: Ha llegado el
momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los
obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón,
prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la
justicia de Dios condena por pecados cometidos contra Mí, que vengo a
pedir reparación: “Sacrifícate por esta intención y ora”.
Esta consagración de Rusia al Corazón
Inmaculado de María, en unión con todos los obispos del mundo, la hizo
el Papa Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984, pero María nos sigue
pidiendo a cada uno consagrarnos a su Inmaculado Corazón para que
estemos bien protegidos bajo su manto maternal. Y pide también
reparación. Como decía a los tres niños de Fátima el 15 de agosto: Rezad
mucho y haced sacrificios por los pecadores, porque hay muchas almas
que van al infierno, porque no hay quien se sacrifique ni ore por ellas.
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Son incontables las maneras con las
que los fieles católicos han manifestado su amor a María a través de los
siglos. En primer lugar, han puesto a María diferentes nombres según
los distintos lugares. A veces, estos nombres se refieren al lugar de
las apariciones como en Fátima; o a lo que representa la imagen del
lugar como la Virgen de la mano o de la manzana… Lo cierto es que los
nombres de María son incontables como incontables son las muestras de
amor de sus hijos. Como diría san Luis María Grignion de Montfort: Toda
la tierra está llena de su gloria, especialmente, entre los cristianos
que la han escogido por tutela y patrona de varias naciones, provincias,
diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales no se hallan consagradas a
Dios bajo su devoción! ¡No hay iglesia sin un altar en su honor, ni
comarca ni región donde no se dé culto a alguna de sus imágenes
milagrosas, donde se cura toda suerte de enfermedades y se obtiene toda
clase de bienes! ¡Cuántas cofradías y Congregaciones en su honor!
¡Cuántos Institutos religiosos colocados bajo su nombre y protección!
¡Todos publican sus alabanzas y proclaman sus misericordias![61].
Y, en cada iglesia, se hacen triduos o
novenas en su honor. Sobre todo en los días especiales de su fiesta
patronal o en las fiestas eclesiales importantes como la Inmaculada
Concepción, la Natividad de María o la Asunción…
El mes de mayo es el mes especial
consagrado a María y, en muchos lugares, hacen homenajes especiales en
honor a María. Recuerdo, cuando era niño, que en la escuela el maestro
dirigía durante este mes de mayo las Flores de María, cantando alguna
canción y rezando algunas oraciones. Actualmente, en la parroquia donde
resido en Lima, todos los días del mes de mayo tenemos el rosario de la
aurora, al amanecer, por las calles de la parroquia. Y así en cada lugar
y de acuerdo al entusiasmo de los fieles, se tienen especiales actos de
honor a María en este mes.
El mes de octubre es el mes del rosario y
se recomienda muy especialmente el rezo del rosario, sobre todo, en
familia. En muchas parroquias, se reza todos los días antes de la misa
de la tarde. Y en algunas, durante este mes de octubre, se reza todos
los días el rosario en algunos parques públicos para incentivar a los
fieles, que no acostumbran ir mucho a la iglesia.
Todo lo que hagamos por María es poco. Y
ella no lo olvidará. Como buena madre lo tendrá presente en el momento
de nuestra muerte y sentirá gran alegría de poder decir a su hijo Jesús:
Éste es mi hijo querido, que rezaba el rosario o las tres avemarías,
llevaba mi medalla o el escapulario, o me ofrecía flores con amor.
Recuerdo que, en mi parroquia de Arequipa, algunas prostitutas iban a la
iglesia y se quedaban rezando en la última banca, como si tuvieran
temor de acercarse mucho al altar para que no las conocieran. Y le daban
al sacristán, de vez en cuando, ramos de flores para la Virgen o, a
veces, algún velo especial para la imagen.
El día de la fiesta de nuestra patrona la
Virgen de Chapi, el 1 de mayo, la sacábamos en procesión. Algunos con
su fe sencilla, se colocaban debajo del manto de la Virgen como una
señal sensible de querer su protección y bendición. Otros encendían
velas en su honor u ofrecían flores, misas… Otros colocaban a sus hijos
pequeñitos ante la Virgen para ofrecérselos.
¡Qué bello es el gesto de las madres,
que, al nacer sus hijos, van ante una imagen de María para
consagrárselos y ponerlos bajo su protección! Así he visto hacerlo a mi
hermana Inés y así he visto hacerlo a muchas madres en el Perú ¡Que Dios
las bendiga, pues estos detalles no pasan desapercibidos para María!
¡Cuántas personas habrán sido salvadas
por María por este detalle de haber sido consagradas de niños o por
haber hecho alguna vez, personalmente, su consagración a María! Incluso
por rezar la oración Acordaos de san Bernardo o por una sola avemaría o por una flor, o una canción.
– Se cuenta en la vida de san Francisco
de Sales (1567-1620) que, siendo joven estudiante en París, sufrió
graves tentaciones de desesperación. Le parecía que se iba a condenar.
Pero un día se fue a una iglesia y, al arrodillarse ante una imagen de
la Virgen, vio allí escrita la oración Acordaosde san Bernardo.
La rezó con devoción y desapareció la tentación para siempre. Por eso,
siendo sacerdote y obispo, por todas partes, repartía y hacía rezar esta
hermosa oración.
– El sacerdote Vicente Palloti
(1765-1854) se enteró de que en una pobre vivienda del Trastevere de
Roma, moría de tuberculosis un joven de treinta años, conocido
anticlerical, que había amenazado con matar al sacerdote que se
atreviera a acercarse a su casa. Como no tenía familia alguna, le
atendía por caridad una buena anciana.
Un buen día, el padre Palloti, habiéndose
enterado de que el joven había hecho su primera comunión en el Oratorio
de Ponterotto, fundado por él, quiso intentar convertirlo. Para
conseguirlo, le propuso a la anciana que le prestase sus ropas para ir
disfrazado, sustituyendo así a la anciana. Dicho y hecho.
Se presentó en la casa del joven vestido
de anciana y le dijo que su compañera no había podido venir, y él venía a
sustituirla. Después de atenderle un poco y arreglar la habitación, le
preguntó si tenía inconveniente de dejarla rezar en voz baja el rosario
sin molestarlo. Sacó una estampa de la Virgen de Ponterotto y la puso en
su mesilla, y se puso de rodillas a rezar el rosario.
El joven, a la vista de aquella imagen, se sintió conmovido y miraba la imagen y suspiraba. De pronto, preguntó:
– ¡Oh si estuviese aquí uno de aquellos sacerdotes de Ponterotto!
– ¿Queréis que venga un sacerdote?
– No, aborrezco a los curas, quiero uno de Ponterotto.
Y fue contando cómo había hecho sus
ejercicios espirituales en Ponterotto para su primera comunión y que le
había prometido a la Virgen, delante de aquella imagen, ser siempre
bueno. Pero después había renegado de la fe, llevando una vida de pecado
y odiando a los curas y a la Iglesia. Sin embargo, aquella imagen de la
Virgen de Ponterotto le había tocado el corazón y quería confesarse con
un cura de Ponterotto.
Entonces, el padre Palloti se quitó el
pañolón de la cabeza y le dijo que él era sacerdote de Ponterotto. El
muchacho se confesó, besó la imagen de la Virgen y murió sereno y
tranquilo en los brazos de María. El padre Palloti llegó a ser un santo,
hoy lo conocemos como san Vicente Palloti.[62]
– En la vida del santo cura de Ars, san
Juan María Bautista Vianney, se dice que, en una ocasión, inspirado por
Dios, se dirigió a una viuda, que entraba por primera vez en la iglesia
parroquial y le dijo:
– Señora, su plegaria ha sido oída. Su esposo se ha salvado.
Y como aquella señora no dijera nada, le siguió diciendo:
– Recuerda que, un mes antes de
morir, su esposo cogió del jardín de su casa la rosa más bella y le
dijo: Llévala al altar de la Virgen. María no lo olvidó y le consiguió
de su Hijo Jesús el arrepentimiento final y la salvación[63].
– Mi amigo, el padre José Cuperstein,
párroco en una parroquia de Lima, me contaba cómo cuando era todavía de
religión judía, fue la noche del 24 de setiembre de 1982 a cenar con sus
padres al restaurante Agua Viva, dirigido por laicas consagradas. A la
entrada, le impactó una linda imagen de María y, por un impulso
interior, le pidió que ayudara a su padre enfermo. Al final de la cena,
las hermanas cantaban el Ave María y eso le emocionó mucho. A raíz de la
fecha, todos los meses mandaba un ramo de flores para la Virgen.
Y María lo recompensó más de lo que podía
haber imaginado. Al poco tiempo, sintió deseo de hacerse católico y,
más tarde, el deseo de ser sacerdote. A pesar de algunas dificultades,
pues había sido casado y tiene dos hijos, pudo recibir la ordenación
sacerdotal el 7 de octubre de 1993. Todo comenzó por un ramo de flores,
ofrecido con amor todos los meses a María. Actualmente, el padre José es
un enamorado de María, pues su conversión se la debe a ella.
– Durante la guerra civil española
(1936-1939), en el barco Cabo Quilates, anclado en el puerto de Bilbao,
se encontraba preso el sacerdote José María Lumbreras. Un jefe, a quien
llamaban Muela, era su verdugo y martirizador. Con golpes y amenazas lo
obligaba a levantar el puño y a cantar la Internacional. El sacerdote sufría y callaba hasta que fue asesinado el 25 de setiembre de 1936.
Cuando las fuerzas del general Franco
tomaron Bilbao, Muela huyó a Santander y allí lo apresaron. Lo llevaron a
Bilbao y lo condenaron a muerte por todos sus crímenes. Alguien
preguntó, si quería un sacerdote antes de morir. El sacerdote fue a
visitarlo a la celda. Aquel hombre estaba pensativo; pero, al entrar el
sacerdote, le dijo que quería confesarse y asistió a la misa y comulgó
con mucha devoción, después de pedir perdón a todos a quienes había
ofendido y torturado a lo largo de su vida.
Cuando llevaron al Muela ante el pelotón de fusilamiento, no se desesperó como hacían otros. Pidió cinco minutos de vida.
– ¿Para qué los quiere?
– Para cantar a la Virgen antes de morir.
Se los concedieron. Muela, el terrible Muela, levantó su voz y de sus labios brotó la canción La Dolorosa,
que más de una vez había cantado a la Virgen. Tal vez era la única
canción religiosa que sabía, pero resonó en el patio de la cárcel como
una hermosa oración de despedida. El amor a la Virgen le había salvado
de la desesperación. Y al rumor de aquella canción, la Virgen vendría a
su encuentro para llevarse al hijo pródigo, que volvía a casa[64].
– El gran escritor francés Charles Peguy
decía: La Virgen me ha salvado de la desesperación… Durante 18 meses no
podía recitar el padrenuestro. No podía decir: Hágase tu voluntad. No
podía, no podía rezarlo, porque no podía aceptar de verdad su voluntad
sobre mí a causa de mi enfermedad. Fue terrible. Yo no podía decir de
verdad y con sinceridad: Hágase tu voluntad… Entonces, recé a María. El
avemaría es el último recurso, porque no hay nadie que no pueda
rezarla[65].
¡Cuánto puede hacer una simple avemaría o unas flores ofrecidas con amor! Veamos un caso real de la primera guerra mundial.
En el mes de mayo de 1918, un soldado
alemán estaba en el frente francés y una tarde se dirigió a una fuente
para tomar agua. Era mediodía y había algunos cadáveres de soldados
muertos junto a la fuente. Junto a la fuente había una imagen de la
Virgen María y él se puso de rodillas a rezar. Lo que no sabía es que
había quince soldados franceses apuntándole a pocos metros, pero no
quisieron dispararle, al ver que estaba rezando como buen católico a la
Virgen María. Después de rezar, como creía estar solo, se metió a la
piscina de la fuente para darse un baño. Al salir, sintió miedo, sin
saber por qué; se colocó el uniforme, cortó unas flores y se las colocó a
la imagen de la Virgen para pedirle su protección y, después, se alejó a
toda prisa hasta llegar a sus trincheras.
Al regresar, sus compañeros le dijeron
que había tenido suerte, pues se había equivocado de fuente y que en
aquella fuente había franceses que ya habían matado a varios compañeros.
Entonces, se dio cuenta del milagro de María. Los franceses estaban
allí y no le habían querido disparar al verle tan devoto, rezando a
María.
Después de la guerra pudo encontrar a un sargento francés que le contó lo sucedido:
En los arbustos, que rodeaban la fuente,
estábamos ocultos dos sargentos y quince soldados franceses. Nuestro
centinela lo vio venir a usted y llevó el dedo al gatillo. Pero le
ordené silencio por si no venía solo. Un soldado seguía todos sus
movimientos con una ametralladora. Usted casi nos ve, cuando estaba
cortando flores para la Virgen. Pero esperamos a ver lo que hacía.
Cuando se arrodilló a rezar, el soldado de la ametralladora la dejó a un
lado. Se le agrandaron las pupilas al ver a un alemán, rezando
tranquilamente a la Virgen en el campo de batalla. Luego, usted se
marchó mientras seguimos apuntándole. Cuando usted desapareció, salimos a
ver a la Virgen. Yo tomé una flor y la guardé en mi cartera. Aquí está,
la he conservado siempre, porque no sólo la Virgen salvó su vida, sino
también la nuestra. Apenas usted había desaparecido, cuando cuatro
proyectiles pesados cayeron sobre los arbustos, donde unos segundos
antes habíamos estado ocultos, pero ahora estábamos junto a la imagen.
Sólo perdimos el equipo[66].
– El padre Pío de Pietrelcina amaba mucho
a María. El 19 de setiembre de 1968, cuatro días antes de su muerte, le
regalaron un bellísimo ramo de rosas. El padre Pío extrajo la más bella
y se la entregó a un amigo espiritual, que estaba en ese momento con él
y que ese mismo día debía regresar a Nápoles, y le dijo que depositara
esa rosa ante el altar de la Virgen del Rosario de Pompeya. El padre
Gerardo de Flumeri dice que aquella rosa, en vez de marchitarse, estuvo
fresca y olorosa sobre el altar hasta el día de la muerte del padre Pío;
al morir, la rosa también se cerró, volviendo a su primitivo estado de
capullo[67].
– Hay una leyenda medieval que habla de
un titiritero que, deseando amar más a Dios, se hizo monje en un
monasterio. Pero él se sentía triste, porque no sabía leer y no podía
rezar como los demás monjes en aquellos grandes libros. Sin embargo,
cada día inventaba algo para honrar a la Virgen. Un día esperó a que
todos los frailes fueran a dormir y, cuando se quedó solo en la capilla
del convento, se puso a ofrecer a Jesús y a la Virgen una sesión de sus
habilidades de titiritero, dando volteretas y haciendo otros malabares.
Dice la leyenda que el Superior, al oír ruido, salió a ver qué pasaba y
ya le iba a llamar seriamente la atención, cuando se dio cuenta de que
Jesús y María estaban sonriéndole con amor desde sus imágenes del altar.
Por eso, amemos a Jesús con María; amemos a María para amar más a
Jesús. Con Jesús y María nuestra vida será más segura y feliz.
Otras devociones importantes son
peregrinaciones a santuarios famosos marianos, donde se siente de modo
especial la maternal protección de María. El hecho de hacer un largo
camino, aunque sea con medios modernos, ya es un esfuerzo que Ella sabe
valorar; mucho más si se hace un largo camino a pie para ofrecerle ese
sacrificio. En los grandes santuarios marianos se dan incontables
conversiones y milagros. Nunca me olvidaré de mi visita a Lourdes, a
Fátima o al santuario de El Pilar. Allí es donde más cerca he sentido la
presencia de Dios, especialmente en la misa. Porque, como diría san
Josemaría Escribá de Balaguer: Para mí, la primera devoción mariana es
la santa misa. Cada día, al bajar Cristo a mis manos, se renueva su
presencia real entre nosotros con su cuerpo, sangre, alma y divinidad:
El mismo cuerpo y la misma sangre que tomó de María… Por eso, el trato
con Jesús en la misa me trae necesariamente al trato con Maria su madre,
que está siempre presente en la misa. Quien encuentra a Jesús,
encuentra también a la Virgen sin mancilla[68].
El fundador del Opus Dei amaba
entrañablemente a María y, cada vez que pasaba junto a una imagen de
María, la saludaba y le sonreía con cariño. Un día fue a rezar a la
basílica de la Virgen de Guadalupe en México. A su lado, había una
señora rezando sin saber quién era él, pero se admiró del gran amor que
manifestaba a la Virgen. Y esta señora les decía a todos: No hacía más
que mirarla y sonreírle.
Cuando él estaba para morir, entró en su
habitación, miró con inmenso cariño la imagen de la Virgen de Guadalupe y
murió, como siempre había vivido, mirando y sonriendo a María.
¡Qué hermoso sería, si nosotros también
miramos a María con cariño en cada una de las imágenes que encontramos a
nuestro paso! ¡Ojalá que nuestra mirada sea un saludo cariñoso y vaya
acompañada de una sonrisa como el hijo que se alegra de encontrarse con
su madre! ¡Y ojalá que, en el último momento de nuestra vida, también
miremos a María para que, de su mano, Ella nos presente a su hijo Jesús!
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En esta tercera parte, queremos
hablar de la belleza de María y de su ternura. Ella es purísima, la más
bella y hermosa criatura que jamás Dios haya creado, más hermosa que los
querubines y serafines, más bella que las estrellas y que todas las
flores juntas de todos los tiempos. Ella es más resplandeciente que el
sol, Ella es nuestra madre y nos ama y nos sonríe. Por eso, todo lo que
la amemos será poco, porque Ella se merece siempre mucho más.
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Ya hemos hablado, al principio de
este libro, que María es la resplandeciente santidad universal, la
Santísima, purísima y llena de gracia, la más bella criatura creada por
Dios. Pero también su cuerpo es inmensamente bello. Por eso, veamos lo
que nos dice la vidente de las apariciones de La Salette en Francia,
aprobadas por la Iglesia. Dice la vidente Melania sobre la aparición del
19 de setiembre de 1846: La vista de la Virgen era por sí sola un
paraíso cumplido. Tenía en sí todo lo que podía satisfacer, pues la
tierra quedaba olvidaba… La voz de la bella señora era dulce, encantaba,
alegraba el corazón. Mi corazón parecía saltar o querer ir a su
encuentro para derretirse con ella. Los ojos de la Santísima Virgen no
pueden describirse con lenguaje humano. Para hablar de ellos sería
preciso ser un serafín, haría falta la palabra del mismo Dios, de ese
Dios que ha hecho a la Virgen Inmaculada, obra maestra de su poder.
Parecían mil y mil veces más bellos que los brillantes, que los
diamantes, que las piedras preciosas, y brillaban como dos soles. Eran
dulces, la dulzura misma, en sus ojos se veía el paraíso. Cuanto más la
miraba más la quería ver; y cuanto más las veía, más la amaba y la amaba
con todas mis fuerzas[69].
Bernardita, la vidente de Lourdes, decía
de María: La Virgen es bella, tan bella que quien la vea una sola vez,
querrá morir para volver a verla; tan bella que, cuando se la ha visto,
ya no hay corazón que pueda amar cosa alguna de la tierra.
Marta Robin, la famosa mística francesa,
dictó un texto en 1942 en el que dice: El rostro de María es de una
belleza incomparable, dulcemente luminoso. La Santa Virgen me maravilla
por su belleza, por sus gestos me atrae y me retiene. Al verla, no se
piensa en caer de rodillas, sino en volar hacia ella, no para rogar,
sino para expresar un sentimiento de reconocimiento y amor… Una luz
dulcísima emana de la Santa Virgen, sobre todo, de su rostro y la
envuelve discretamente con un velo de luz.
Vicka, una de las videntes de María en
Medjugorje (ex-Yugoslavia), dice: La Virgen se presenta como una
maravillosa joven de unos veinte años más o menos, con el vestido largo y
siempre con un velo en la cabeza. Ojos azul cielo, cabellos ligeramente
ondulados, de color negro; los labios y los pómulos son suavemente
sonrosados, su rostro alargado y hermoso. Su voz es más bella que la de
los ángeles. Cuando habla, es como si cantara. Es en verdad una voz
maravillosa…
Un autor moderno dice sobre María: A su
paso, el ambiente se transforma, la tristeza se disipa, las tinieblas
ceden a la luz y la vida se viste de colores. No es lo mismo estar con
María que sin Ella. No es lo mismo rezar el rosario que no rezarlo. La
Virgen es la primera sonrisa gozosa y purísima de Dios. Ella resume
todas las sonrisas que nacen de Dios. Ella podría ser llamada la sonrisa
de la creación[70].
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Santa Teresita del Niño Jesús cuenta
que, cuando tenía 9 años y estaba gravemente enferma, se le apareció la
Virgen. Dice: La Santísima Virgen me pareció hermosa, tan hermosa que
nunca había visto nada tan bello. Su rostro respiraba bondad y ternura
inefables. Pero lo que me llegó hasta el fondo del alma fue la
encantadora sonrisa de la Santísima Virgen[71]. Pero muchas veces
Nuestra Madre ha sonreído a sus hijos a lo largo de la historia. Un caso
extraordinario ocurrió en los Estados pontificios el año 1796. las
sonrisas de María comenzaron el 25 de junio de ese año en Ancona
(Italia), cuando una imagen de María, de la catedral de la ciudad,
conocida bajo el título de Reina de todos los santos, comenzó a tomar
vida, abriendo y cerrando los ojos, mirando con amor a los presentes y
sonriendo. En una oportunidad, hasta brilló durante todo el día con luz
sobrenatural. La imagen era un cuadro pintado de la Virgen, de unos
cincuenta centímetros. Ese fue el comienzo de la serie de prodigios, que
conmovieron a los Estados pontificios durante nueve meses y que no
tienen parangón en la historia del cristianismo.
El 9 de julio, las sonrisas comenzaron en
Roma y se sucedieron en otras ciudades, dentro de los Estados de la
Iglesia. Esto produjo una avalancha de confesiones y conversiones nunca
antes vista. Muchos, incluso protestantes y musulmanes, se convertían.
Se organizaron misiones populares, procesiones y oraciones públicas, día
y noche, ante las imágenes vivientes que miraban con amor a los devotos
y sonreían.
En total, fueron por lo menos 122
imágenes, 2 de santos (san Antonio de Padua y san Liberato), dos
crucifijos y el resto, imágenes de la Virgen. Eran imágenes pintadas o
esculpidas, que se encontraban en capillas, casas particulares, calles y
plazas públicas, a la vista de todos.
De estas 122 imágenes, 101 eran de la
misma ciudad de Roma y las 21 restantes, de otras ciudades. Las
autoridades eclesiásticas hicieron una investigación, reducida a 26 de
las 101 imágenes milagrosas de Roma, y el 28 de febrero de 1797
concluyeron con el veredicto del cardenal Vicario de Roma de que todas
esas imágenes eran verdaderos milagros vivientes. Lo mismo sucedió con
las investigaciones llevadas a cabo en las otras ciudades. En Roma, se
estableció que todos los años, el 9 de julio, se celebrara una fiesta
para conmemorar el inicio de estos milagros en dicha ciudad.
Actualmente, esta fiesta se celebra todavía en el santuario de la Virgen
del Archetto, donde comenzaron los prodigios, y se celebra el domingo
más cercano al 9 de julio.
Es interesante anotar que estos milagros
ocurrieron en víspera de la ocupación de los Estados pontificios por los
ejércitos de Napoleón, que llevaron cautivo al Papa Pío VI a Francia,
donde murió; y que llevaron a cabo una serie de atropellos, matanzas,
violencias, violaciones y saqueos por doquier. Esta invasión comenzó el 8
de febrero de 1797, unos ocho meses después del comienzo de los
milagros en Ancona. Y todos los testigos destacaron que esta oleada de
milagros vivientes, era una prueba más de la presencia viva de María en
medio de sus hijos y signo de su protección maternal. Como si les
dijera: No tengan miedo, pase lo que pase, yo estaré con mi hijo Jesús,
para protegerlos; confíen en nosotros. María los miraba a todos con amor
y les sonreía como una buena madre, para darles confianza y fortaleza
ante la adversidad[72].
Otro caso de sonrisas de María sucedió a
la vista de todo el mundo, a partir del 2 de abril de 1968 hasta
setiembre de 1970, en la cúpula exterior de una iglesia copta en Zeitun,
un suburbio del Cairo, en Egipto. Era una iglesia dedicada a la Virgen
María, en el lugar donde, según la tradición, la Sagrada Familia había
hecho un descanso en su huida a Egipto.
Los primeros que vieron la aparición
fueron cinco obreros musulmanes, que creyeron que se trataba de una
mujer que quería suicidarse, y telefonearon a la policía y, después,
tocaron la puerta de la iglesia para avisar al párroco. Pero María
saludaba a todos, sonriendo. Pronto se reunieron miles de personas. Los
musulmanes recitaban los versículos del Corán, que se refieren a María,
los protestantes entonaban el Magnificat, los ortodoxos entonaban
letanías a María en griego litúrgico y los católicos cantaban himnos
marianos. Han sido las apariciones más ecuménicas de la historia y donde
se dieron muchas curaciones y conversiones entre todos. Sobre las
apariciones, existen fotos y filmaciones, y muchos miles de personas que
todavía pueden dar testimonio.
En estas apariciones, muchas veces, venía
sola, vestida de blanco; otras veces venía con el niño Jesús. En dos
oportunidades, vino con el niño Jesús y san José. Normalmente, se
aparecía de noche, pero también de día. En ocasiones, quitaron la luz
eléctrica del lugar y se la veía con una luz sobrenatural maravillosa,
rodeada de ángeles. La duración de cada aparición era entre un cuarto de
hora a dos horas o más. El 8 de junio de 1968 la aparición duró desde
las nueve de la noche hasta las cuatro de la mañana. No estaba siempre
en el mismo lugar, sino que se desplazaba para que la gente la viera
mejor desde los distintos lugares. A veces, se inclinaba para saludar a
la gente o se arrodillaba ante la cruz, se santiguaba, y sonreía a
todos.
Era realmente un espectáculo
impresionante, pues había noches en que se reunían hasta 100.000
personas a la vez. La Virgen era muy bella, según dicen todos, y parecía
una joven de unos catorce años.
La Virgen no habló en ningún momento,
porque todavía no era la hora de decir a los musulmanes que es la madre
de Dios, pues ellos no creen que Jesús es Dios. Tampoco podía decir a
los ortodoxos que era la Inmaculada Concepción, pues ellos no aceptaban
este dogma, ni podía decir a los protestantes que Ella era la
inmaculada, siempre Virgen, Madre de Dios. Pero se presentaba a todos
como una madre, que quiere la paz para sus hijos.
El obispo copto afirmó sobre estas
apariciones: La venida de María ha salvado la paz, preservando Egipto de
una guerra civil, pues el presidente Nasser, buscando un chivo
expiatorio con ocasión del desastre sufrido en la guerra del 1967 con
Israel, había organizado una campaña contra los cristianos, acusándolos
de traidores y de ser responsables del desastre. Las apariciones crearon
un clima de paz entre todos[73].
Estas apariciones fueron reconocidas como
sobrenaturales por el Patriarca copto de Egipto y por el Patriarca
católico. Realmente, en estas apariciones masivas, una vez más, María se
presenta como madre de todos, sonriendo a todos, haciendo milagros a
todos y queriendo la paz y la unión entre todos. No era casualidad que
Zeitun significara olivo, el árbol símbolo de la paz. Además, se
apareció rodeada de palomas blancas, que también son símbolo de la paz.
Por otra parte, ella misma, en algunas ocasiones, se aparecía llevando
en la mano un ramo de olivo, claro símbolo de que quería la paz para
todos. Y a todos, sin excepción, sonreía, porque todos son sus hijos.
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Ocurrió en Bra, provincia de Cuneo,
en la diócesis de Turín (Italia), el 29 de diciembre de 1336. Aquel día,
en la tarde, Egidia Mathis, una joven esposa próxima a dar a luz, pasó
por las afueras del pueblo junto a una imagen de la Virgen que estaba
sobre un pilar y, en ese momento, dos soldados se acercaron a ella con
intención de violarla. Ella se agarró desesperada a la imagen de la
Virgen, pintada sobre el pilar, pidiendo ayuda; y, de repente, de la
imagen salió un relámpago de luz que asustó a los soldados, que huyeron.
Allí mismo se le apareció la misma Virgen María, que la consoló durante
unos minutos, asegurándole que había pasado el peligro. Desaparecida la
Virgen, al momento, dio a luz junto al pilar, sin ayuda de nadie.
Después, fue a pedir ayuda a la casa más cercana. Ella contó lo sucedido
y mucha gente se acercó al lugar de la aparición; y todos vieron algo
extraordinario, el pilarcito estaba rodeado de numerosas florecitas
blancas, a pesar de estar en pleno invierno. En torno a aquel lugar
milagroso se desarrolló una devoción que llevó a la construcción de un
santuario.
Pues bien, el hecho sobrenatural, que
todavía sorprende a los sabios, es que aquella misteriosa aparición de
flores blancas en pleno invierno, se sigue sucediendo desde entonces
hasta la fecha sin explicación natural alguna. Se repite desde hace más
de 670 años y constituye un enigma científico. La planta que florece es
la que comúnmente se llama endrina, que suele florecer normalmente a
partir de marzo o abril en Europa y, sin embargo, florece en diciembre.
Científicos italianos han estudiado este caso y no han podio encontrar
ninguna causa razonable ni en el terreno ni en corrientes subterráneas o
en energías electromagnéticas. Solamente en el invierno entre 1877 y
1878 no se verificó la floración en diciembre. Apareció el 20 de
febrero. Precisamente el día en que fue elegido Papa León XIII.
¿Coincidencia?
La floración, de ordinario, solamente
dura unos diez días, pero en el invierno de 1898 y 1899 se prolongó por
más de tres meses, coincidiendo con la exposición pública de la sábana
santa de Turín, durante la cual fue fotografiada por primera vez por el
fotógrafo Segundo Pía y mostrando al mundo el verdadero rostro de Jesús.
El año 1973, la floración se adelantó mucho y permaneció hasta la
primavera siguiente.
Precisamente, ese año, el 23 de
noviembre, fue la primera vez que la sábana santa era presentada al
mundo por televisión. Otros fenómenos extraordinarios se manifestaron
durante la exposición de la sábana santa en 1978, cuando millones de
peregrinos pudieron verla, entre ellos el cardenal Wojtila, que ese
mismo año fue nombrado Papa con el nombre de Juan Pablo II.
¿Qué nos querrá decir nuestra madre con
esas flores, que florecen fuera de tiempo y sin causa natural alguna?
¿Será, al igual que las rosas que hizo florecer en Guadalupe (México) en
pleno diciembre de 1531, una señal más de su amor y protección sobre
sus hijos? ¿No nos estará queriendo decir como a Juan Diego: No tengas
miedo, no estoy yo aquí que soy tu madre?
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La Virgen María (Nuestra Señora de
Laus) se apareció en 1664 en Saint-Le-Laus (Francia) a Benita Rencurel,
unas pastorcita de diecisiete años de edad, mientras rezaba el rosario.
Se le apareció otras veces, enseñándole las letanías y pidiendo que las
rezara todas las tardes en la iglesia. Un día le dijo que buscara una
capilla en Laus (que significa lago). Fue a buscarla por las montañas
hasta que la encontró por un maravilloso perfume que despedía el lugar.
Era una capilla antigua, dedicada a María. Y allí la esperaba la Virgen.
A partir de ese día, subía todos los días a encontrarse con Ella
durante dos o tres horas. La Virgen, como una madre cariñosa, le fue
enseñando y aconsejando como una maestra de educación humana y
religiosa. Después, le pidió la construcción de un santuario allí mismo y
la preparación de los peregrinos para la confesión y comunión. A partir
de la Pascua de 1666, comenzaron a salir de la capilla unos fuertes y
agradables perfumes que atrajeron a mucha gente y así comenzaron las
peregrinaciones constantes, con las consecuentes conversiones y
curaciones. En la actualidad, hay un importante santuario en el lugar.
Los peregrinos se arrodillan ante el Santísimo y ungen sus dedos con el
aceite de la lámpara, pues según dijo María a la vidente: El contacto
con este aceite, en una actitud de fe, producirá curaciones físicas y
espirituales.
La Virgen María se le siguió apareciendo a
Benita a lo largo de toda su vida, durante 54 años, hasta que murió a
los 71 años, en 1718, rodeada de la veneración y gratitud de todos. Era
terciaria dominica y, hasta su muerte, atendió personalmente a los
peregrinos. También recibió apariciones de Jesucristo, de algunos santos
y de ángeles. Murió en olor de santidad en 1872. El Papa Pío IX la
declaró Venerable, sierva de Dios. Actualmente, se ha
retomado el proceso de beatificación y esperamos que pronto será
beatificada. Está enterrada delante del altar mayor del santuario,
exactamente debajo de la lámpara, de cuyo aceite se sirven los devotos
para las unciones.
Pero lo más asombroso de este lugar son
los maravillosos perfumes que todavía se pueden percibir después de
tantos años. Es un caso único y excepcional en la historia. Francois
Muizón, que ha hecho una investigación reciente sobre este fenómeno,
dice: No podemos suponer que se trate de un engaño, nadie puede provocar
tales perfumes en circunstancias y lugares tan diversos. No se trata de
un hecho que proviene de fuentes olorosas naturales, dado que estos
efluvios de buen olor se sienten en toda estación, de día y de noche,
dentro y fuera del santuario. No se puede considerar tampoco que se
trate de autosugestión, delirio, o histeria. Son numerosísimos los
testimonios de la permanencia de estos olores a través de los siglos, en
tiempos y culturas diversas[74].
Los perfumes de María son señales claras
de su presencia viva en medio de nosotros. Ella, como madre, está
siempre pendiente de nosotros sus hijos.
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Jesús nos la entregó por Madre desde
la cruz, cuando nos dijo a cada uno en la persona de san Juan: Ahí
tienes a tu madre (Jn 19, 27) Y Ella ha cumplido su misión y sigue
cumpliéndola hasta el fin del mundo. A pesar de los pecados de sus
hijos, sigue esperándolos hasta el final. A veces, como en Siracusa
(Italia) en 1953 o en Akita (Japón) en 1975 o en Civitavecchia (Italia)
en 1995, llora hasta lágrimas de sangre para hacernos entender cuánto
sufre por los pecados de sus hijos, que van por el camino de la
perdición eterna.
María es madre y lo seguirá siendo
eternamente y, por más que la hayamos traicionado con nuestros pecados,
sigue amándonos a pesar de todo. Lo importante es no desconfiar de su
amor y acercarnos a Ella a pedirle perdón. ¡Qué torpe fue Judas que no
fue capaz de acercarse a María para pedirle perdón y ayuda! Con toda
seguridad, Ella lo hubiera llevado hasta la cruz y Jesús le hubiera
perdonado su traición, pero prefirió ahorcarse, porque desconfió del
perdón de Jesús y no se atrevió a acercarse a pedir ayuda a su Madre,
que lo estaba esperando.
Un hombre le escribió una carta a
Monseñor Tihamer Toth, en la que le decía: La vida me ha zarandeando
mucho. Me despojó de mi padre y de mi madre y de mis hermanos. Todos
murieron, y desde la edad de 14 años me quedé solo y huérfano, y echo de
menos el amor de una madre.
Sin embargo, no me siento huérfano,
porque ya en mi tierna edad, amaba con delirio a la Virgen bendita y
puedo afirmar con verdad que siempre me alentó su grandísimo amor
maternal; he sentido sus caricias que quitaban de mi frente las arrugas
de la tristeza y los surcos del pesar. La Madre Virgen me acompañó hasta
hoy por mi camino. Siempre ha estado a mi lado en lugar de mi madre.
Por tanto, nunca he tenido motivo de quejarme, nunca me faltó el amor
maternal. Siempre me sentí seguro entre los brazos de la Virgen
Santísima y nunca he quedado defraudado, porque en todos mis males, en
todos mis sufrimientos y dolores, siempre ha estado Ella junto a mí y
nunca me ha dejado solo[75].
– Santa Angela de Foligno en su Libro de
las admirables visiones y consolaciones, cuenta su visión de María.
Dice: Un día, durante una procesión, se me apareció la bienaventurada
Virgen. Ella derramaba con amor dulcísimas y grandes bendiciones sobre
sus hijos e hijas. Se inclinaba sobre ellos y los besaba uno a uno en el
pecho; a unos por menos tiempo, pero a otros llegaba a besarlos,
abrazándolos. ¡Cuánto nos ama nuestra Madre!
– Fray León, compañero de san Francisco,
tuvo una visión que se ha hecho famosa. Vio a toda la gente reunida en
una llanura para el juicio final. Y apareció una escalera roja y, en la
parte superior, Jesucristo con rostro de juez airado. San Francisco
invitaba a todos a subir por la escalera al cielo, pero las personas,
cuando iban a mitad de los escalones, miraban hacia arriba y les entraba
tanto miedo al juicio del Señor que se caían. Entonces, apareció una
escalera blanca y, en su parte superior, la Santísima Virgen, sonriente y
amable. La gente empezó a subir por la escalera y, al mirar hacia lo
alto, se animaban al ver el rostro bondadoso de María. Incluso, Ella les
alargaba el manto y les daba la mano para subir al cielo. Y así
entraban en el cielo sin mayor dificultad. María es como la escalera de
Jacob, la escalera del cielo, el camino más fácil, más rápido y más
seguro para llegar al cielo, donde Jesús nos espera para hacernos
felices por toda la eternidad.
– Cuenta santa Brígida en su Revelaciones
que un día el Señor le rogó que pidiera a un sacerdote que fuera a
visitar a cierto enfermo para que se confesara. El sacerdote lo visitó,
pero el enfermo le dijo que no necesitaba confesarse. El Señor le
insistió a santa Brígida que le dijera al sacerdote que fuera más veces a
visitarlo para que se confesara. Al final de muchas visitas, aceptó
confesarse y le dijo al sacerdote que hacía 60 años que no se confesaba y
había decidido no confesarse más. Pero que aquellos días había sentido
un gran deseo de confesarse. A los pocos días, moría santamente.
El Señor le habló a santa Brígida y le
dijo en una visión: Mi madre me suplicó mucho por este pecador, porque, a
pesar de ser tan débil, sin embargo, se encomendaba a ella cada día.
Por eso, le concedió la gracia de la conversión, pero reza por él,
porque su pena en el purgatorio es grande[76].
– Sebastián Elcano, el primer hombre que
dio la vuelta al mundo, era muy devoto de la Virgen María. Antes de
salir la expedición, durante muchos días, iba ante el altar de Nuestra
Señora del Coral en Sevilla para orar por el éxito de la empresa. Salió
el 27 de setiembre de 1519 con 236 marineros. Después de tres años de
grandes peligros y aventuras, llegaron a Sevilla solamente 18. Y Elcano
fue a ofrecer ante el mismo altar de la Virgen una ofrenda de flores,
conchas y caracoles de todos los países visitados, en su recorrido
alrededor del mundo. Y decía: Con María todo es posible. María ha sido
una madre para mí en los momentos difíciles. Atribuia el éxito del viaje
a la protección de María.
– Se cuenta del libertador Simón Bolívar
que, en 1828, viajaba de Bucaramanga a Bogotá (Colombia) muy
entristecido por los agravios que le habían hecho sus enemigos políticos
en la Convención de Ocaña. Además, estaba enfermo de tuberculosis. En
todo el viaje no había hablado ni una palabra. Iba triste y taciturno
por aquellos difíciles caminos. Al fin, llegaron a Chiquinquirá donde
está el famoso templo de la Virgen María, patrona de Colombia, y pidió
permiso para quedarse a rezar junto al famoso cuadro de la Virgen.
Se puso de rodillas y se tapó la cara con
las manos, para que nadie le viera llorar. Había ido a contarle sus
problemas a María. Y cuentan sus compañeros que, al salir, estaba lleno
de alegría y que el resto del viaje estuvo muy risueño y alegre. Había
confiado sus penas a María y Ella había cambiado su tristeza en alegría.
En recuerdo de este hecho, hay una lápida en la entrada del santuario
de Chiquinquirá.
– En el diario francés La Croix del 12 de
setiembre de 1915, salía la siguiente noticia: En el campo de batalla
yacía gravemente herido un soldado francés y, junto a él, también
gravemente herido un soldado alemán. El francés sacó, con mucho
esfuerzo, un crucifijo de su bolsillo, lo besó y empezó a rezar el
avemaría en latín. El alemán también se unió y rezó el avemaría con él.
Después, el francés le tendió el crucifijo, el alemán lo besó, se dieron
la mano y así unidos y rezando el avemaría murieron. El amor a María
había unido en la muerte a dos enemigos, que murieron como hermanos,
hijos de la misma madre.
– En la ciudad de Chota (Perú) había un
ladrón de ganado, que era el terror de la comarca por ser también un
asesino. En una oportunidad, fue emboscado por un grupo de campesinos,
que lo dejaron medio muerto. Su mujer lo llevó como pudo al hospital de
Chota, pero los médicos no le daban muchas esperanzas de vida. Entonces,
su madre, que era una buena mujer y muy devota de María y que siempre
lo había encomendado a la Virgen, corrió a la parroquia a buscar a un
sacerdote. El padre Severiano de Cáceres, a quien conozco, acudió al
hospital a ver al moribundo. Y se quedó admirado al reconocer a aquel
famoso delincuente, que le decía arrepentido: Padre, confiéseme, porque
quiero cambiar de vida. Se confesó y, al poco rato, murió. En este caso,
las oraciones de la madre habían obtenido al hijo el arrepentimiento y
la conversión en los últimos momentos.
– El santo Pío de Pietrelcina escribía en
una carta: ¡Cuántas veces he confiado a esta Madre las penosas ansias
de mi corazón agitado y cuántas veces me ha consolado! ¡Cuánto me
quiere! Lo he llegado a comprobar muchas veces, de manera bien
elocuente, al despuntar este hermosísimo mes de mayo. ¡Con qué cuidado
me ha acompañado esta mañana al altar! Parecía que no tenía que pensar
en otra cosa sino sólo en mí, a fin de llenar mi corazón de santos
afectos. Quisiera tener una voz tan fuerte que pudiera con ella invitar
a todos los pecadores del mundo a amar a María. Quisiera tener alas
para volar por todas partes e invitar a todas las criaturas a amar a
Jesús y a María[77].
San Josemaría Escribá de Balaguer, el
fundador del Opus Dei, amaba mucho a María y nos dice: “Esta mañana
volví sobre mis pasos, hecho un chiquitín, para saludar a la Señora
(Virgen María) en su imagen de la calle Atocha, en lo alto de la casa
que allí tiene la Congregación de san Felipe. Me había olvidado de
saludarla: ¿qué niño pierde la ocasión de decir a su Madre que la
quiere? Señora, que nunca sea yo un ex-niño”[78].
“Esta mañana, al levantarme, me vestí y
comencé mi meditación. Pues bien, entre seis y media a siete menos
cuarto, vi, durante bastante tiempo, cómo el rostro de mi Virgen de los
Besos se llenaba de alegría, de gozo. Me fijé bien: creí que sonreía,
porque me hacía ese efecto, pero no se movían los labios. Muy tranquilo
le he dicho a mi Madre muchos piropos… En fin, que mi Señora, Santa
María, ha hecho un mimo a su niño”.[79]
José Luis Martín Descalzo contaba: Hace
ya muchos años, durante el pontificado de Pío XII, una mañana, cuando
desayunaba yo en la cafetería de un hotel de Roma, se me acercó una
muchacha japonesa y, en un francés tan tartamudeante como el mío, me
preguntó si yo era sacerdote. Cuando le dije que sí, me dijo a boca de
jarro: “¿Podría explicarme usted quién es la Virgen María?” Sus palabras
me sorprendieron tanto que sólo supe responder: “¿Por qué me haces esa
pregunta?” Y aún recuerdo sus ojos, cuando me explicó: “Es que ayer he
oído rezar por primera vez el avemaría y no sé por qué me he pasado toda
la noche llorando”.
Entonces, tuve que ser yo quien le
explicara que también yo necesitaría pasarme llorando muchas noches para
poder responder a esa pregunta… “María es un misterio. Sí, un misterio
que invita más a llorar de alegría que a hablar. ¿Cómo hablar de María
con la suficiente ternura, con la necesaria verdad? ¿Cómo explicar su
sencillez sin retóricas y su hondura sin palabrerías? ¿Cómo decirlo todo
sin inventar nada?”[80]
Por eso, amemos a María con todo el
corazón. Decía san Juan Bosco: Repasad las páginas de la tradición
cristiana, interrogad las historias del cristianismo en todos los reinos
y países del universo y por doquiera encontraréis a María, viniendo en
socorro de sus afligidos hijos. La devoción a María es signo de
predestinación. Que Ella sea tu guía y la estrella que te conduzca hasta
Dios. Que sea para ti la Madre amorosa que te consuela y te lleva de la
mano hacia JESÚS.
.
.
María nos defiende del poder del
maligno, que siempre está al acecho para hacernos pecar y alejarnos de
Dios. Y, en caso de pecar, Ella, como buena madre, nos busca y nos
espera para presentarnos arrepentidos ante Jesús.
San Alfonso María de Ligorio cuenta en el
libro Las Glorias de María la famosa historia de Teófilo, escrita por
Eutiquiano, patriarca de Constantinopla, testigo ocular de esta historia
y confirmada por san Pedro Damián, san Bernardo, san Buenaventura y
otros.
Era Teófilo arcediano de la Iglesia de
Adana, ciudad de Cilicia, y tan estimado por todos que el pueblo lo
quería por obispo. Pero algunos malévolos lo calumniaron y él concibió
tal sentimiento contra ellos que fue a buscar a un brujo para que,
invocando a Satanás, hiciera daño a sus adversarios. El brujo le dijo
que primero debía él renegar de Jesús y de María y ponerlo por escrito. Y
Teófilo lo firmó con tal de conseguir sus deseos de venganza.
Pero el obispo, al poco tiempo, dándose
cuenta de que le habían calumniado sin motivo, le pidió perdón y lo
repuso en su puesto. Entonces, Teófilo se dio cuenta de su gran error y
con gran remordimiento empezó a llorar amargamente. ¿Qué hacer? Se fue a
una iglesia y, postrado ante una imagen de la Virgen, le rogaba y le
pedía perdón. Así estuvo cuarenta días, hasta que una noche la Virgen se
le apareció y le dijo:
– ¿Qué has hecho, Teófilo? ¿Has renegado de mí y de mi Hijo? ¿Has vendido tu alma al diablo? Consuélate, pediré por ti.
Animado con esto, siguió rogando y
llorando para obtener el perdón de Dios. Al cabo de nueve días, se le
volvió a aparecer la Virgen María y le dijo:
– Dios te ha perdonado, sé fiel y agradecido.
Pero siguió pidiendo hasta conseguir que
Dios hiciera aparecer el escrito que había firmado, en el que renegaba
de Jesús y de María, para quemarlo y así poder quedar tranquilo, y ser
hasta el fin de sus días muy agradecido a Dios por medio de la Virgen,
que le consiguió así la salvación[81].
El padre Carmagnola cuenta que,
asistiendo en la cárcel a una mujer que había sido acusada injustamente,
le pidió que perdonara a su denunciante. Pero ella le dijo que eso
nunca lo haría. Parecía que era imposible hacerle comprender la
importancia del perdón para que pudiera vivir sin odios y sin deseo de
venganza. Por fin, el sacerdote le dio una estampa de la Virgen y le
dijo que le rezara para que pudiera perdonar o, al menos, que le diera
algunos besos para obtener esa gracia. A los dos días, la prisionera
tenía un brillo especial en los ojos. Y le dijo:
– Padre, la Virgen me concedió
el milagro de poder perdonar. Ahora rezo por la persona que me calumnió y
siento como si un peso de mil toneladas se hubiera quitado de mí. Me
siento ligera y en paz. ¡Qué grande es el poder de la oración por
intercesión de María!
San Juan Bosco llamaba a la devoción a
María, la bancarrota del diablo y decía que la obra salesiana descansaba
sobre el amor a María. Por eso, afirmaba que podía abandonar muchas
devociones, pero no el rosario. Un día, el político y escritor italiano
Massimo D´Azeglio lo visitó y le dijo que era hora de terminar con el
rosario en sus escuelas. Pero Don Bosco le contestó con firmeza:
Prefiero renunciar a su amistad a dejar de rezar el rosario en nuestras
escuelas.
El 20 de agosto de 1862 tuvo un sueño
inspirado por Dios. Vio en un prado, donde jugaban los jóvenes, una gran
serpiente de siete u ocho metros de largo y muy gruesa. Pero un
desconocido personaje celestial le dijo: Agarra una cuerda y amarra la
cabeza de la serpiente, sujetando la cuerda a un peral y a una ventana.
El personaje metió la cuerda en una cajita y, cuando la volvió a abrir,
formaba las palabras Ave María. Y le dijo: Mira la serpiente, representa
al demonio y la cuerda el avemaría o, mejor el rosario, que es una
serie de avemarías, con las cuales se puede vencer y destruir a todos
los demonios del infierno.
Pero la serpiente se desesperaba de estar
amarrada y se iba muriendo, poco a poco, soltando pedazos de carne, que
algunos chicos comenzaron a comer, cayendo al suelo envenenados. El
personaje de dijo: Hay dos remedios para curarlos del veneno: el yunque y
el martillo. El martillo significa la confesión y el yunque la
comunión. Es necesario hacer uso de estos dos medios para librarnos del
maligno.
En las apariciones de María en
Medjugorje, decía a los videntes: Recen mucho y hagan que el rosario
esté siempre en sus manos como una señal para Satanás de que ustedes me
pertenecen… Lleven sobre sus personas cosas benditas, pónganlas en sus
casas y vuelvan al uso del agua bendita.
El obispo Andrea Gemma, obispo exorcista
de Isernia (Italia), decía: Satanás no puede soportar el rezo del
rosario… He visto cómo, con frecuencia, una gota de agua bendita echada a
la cabeza del poseído, produce una reacción furibunda con exclamaciones
de intenso dolor… Lo mismo digo del rosario bendito y de las reliquias
de los santos… Así he comprendido que la Iglesia ha hecho muy bien en
multiplicar bendiciones de objetos y personas y lugares[82].
San Luis Orione les decía a los miembros
de su Congregación el 4 de diciembre de 1937: Estamos en la novena de la
Inmaculada. Es tan grande el privilegio de la Inmaculada Concepción que
este privilegio ha desatado en el demonio una inmensa rabia y odio. Por
eso, cuando se quiere saber, si una persona está poseída por el
demonio, un medio fácil es hacerle repetir: Oh María, sin pecado
concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. Los posesos dicen el
Gloria al Padre, dicen el Avemaría, pero esta jaculatoria no la quieren
repetir… Una posesa decía algunas letras: ía… cado… vida; pero no
repetía la jaculatoria entera… Por eso, cuando seáis sacerdotes, si os
llaman para hacer exorcismos, os doy una señal clara para reconocer si
son o no endemoniados; pues podría ser histerismo o pueden darse
extraños fenómenos nerviosos o enfermedades que la ciencia puede
explicar y, a veces, curar. La señal es: Si repite la jaculatoria: “Oh
María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”,
estad tranquilos, no está poseído, es una enfermedad; pero, si no la
repite, estad seguros que el diablo ha tomado dominio de su cuerpo[83].
Un día, en pleno exorcismo, el pobre
paciente estaba en el colmo de su desesperación a causa de que le echaba
agua bendita, lo ungía con óleo bendito y, sobre todo, invocaba a
María. Entonces, empezó a llorar, volviendo la cabeza hacia la imagen de
María, y dijo: “Ella lo hace todo”.
La historia de veinte siglos de
catolicismo no es más que una resplandeciente confirmación de esta
soberana decisión de Dios: Todo por María. Sentirlo decir por el demonio
ha sido una de las más grandes alegrías de mi vida religiosa y
sacerdotal y la confirmación de un programa de vida, que es mío desde
siempre[84].
.
.
Buenos días, Reina y Madre,
te pido tu bendición
para pasar bien el día
sin ofender al Señor.
Eres mi Madre del cielo;
a Ti, Jesús me entregó;
cuida de mí con cariño
y dame tu bendición.
*******
Adiós, Madre, buenas noches,
que me voy a descansar.
Te pido un sueño tranquilo
y un alegre despertar.
Si hoy en algo te he ofendido,
me tienes que perdonar;
mañana seré mejor
con tu auxilio maternal.
*******
Bajo tu protección nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no deseches las súplicas,
que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos siempre de todo peligro,
oh Virgen, gloriosa y bendita.
(siglo III)
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!,
que jamás se oyó decir que alguno de los que han acudido a vuestra
protección e implorado vuestro auxilio haya sido desamparado de Vos.
Animado por esta confianza, a ti acudo, oh Madre Virgen de las vírgenes;
y, aunque agobiado bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer
ante vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios y Madre nuestra!, no
despreciéis mis humildes súplicas; antes bien, escuchadlas y acogedlas
favorablemente. Amén.
(San Bernardo)
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.
Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles,
Salve, raíz; salve, puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas las más bella;
salve, oh hermosa doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
*******
Bendita sea tu pureza,
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial princesa,
Virgen, sagrada María,
te ofrezco en este día,
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes Madre mía.
*******
Virgen sin mancha como el sol hermosa.
Virgen más pura que la luz del alba,
flor de las flores, del amor estrella,
Virgen María.
Madre de Dios, Virgen María.
Tuyo siempre quiero ser,
y en la pena, en la alegría,
sólo a ti pertenecer.
*******
Dulce madre, no te alejes,
tu vista de mí no apartes.
Ven conmigo a todas partes
y solo nunca me dejes.
Y ya que me quieres tanto,
como verdadera madre,
haz que me bendiga el Padre,
el Hijo y el Espíritu santo. Amén.
*******
¿Te acuerdas madre, cuando yo de niño,
soñando en tus ternuras me extasiaba?
¿Te acuerdas con qué fe, madre amorosa,
cada mañana en cándidos excesos
deshojaba a tus plantas una rosa,
impregnada primero con mis besos?
¿Te acuerdas, cuando al pie de tus altares,
juré por siempre amarte, madre mía?
¿Te acuerdas, cuando envuelto en mis pesares,
a tu regazo maternal corría?
Oh madre, si te amé siempre en la vida
con alma ingenua, con amor tan puro…
Piensa: mi corazón nunca te olvida,
y yo siempre te amaré.
*******
Préstame, Madre, tus ojos
para con ellos mirar,
porque si con ellos miro
nunca volveré a pecar.
Préstame, Madre, tus labios
para con ellos rezar,
porque si con ellos rezo
Jesús me podrá escuchar.
Préstame, Madre, tu manto
para cubrir mi maldad,
pues cubierto con tu manto
al cielo he de llegar.
Préstame, Madre, tu Hijo
para poderlo yo amar.
Si tú me das a Jesús,
¿qué más puedo desear?
Ésta será mi gran dicha
por toda la eternidad.
*******
María.
¡Cuántas veces he dejado
mis besos sobre una estampa,
besos que tú has recibido
en el fondo de tu alma!
Al mirarte he sonreído
y mi sonrisa callada
ha despertado en tus ojos
el amor de tu mirada.
¡Cuántas veces he sentido
tu presencia sosegada
en el centro de mi alma!
Quisiera decirte, Madre,
cosas bellas que engalanan,
pero tú eres tan bella,
que no necesitas nada.
Déjame poner mis ojos
en esos tus ojos. ¡Guapa!
y sentir que tú me quieres
y que tu amor me regala
la ternura de tu Hijo,
nacido de tus entrañas.
Gracias, Madre de mi alma.
Gracias, por tu compañía.
Gracias por esa sonrisa
y la luz de tu mirada.
*******
CONTRABANDO EN EL CIELO
Haciendo Dios un día
la visita en el cielo acostumbrada,
notó que cierta gente no tenía
una faz suficientemente pura,
y que se hallaba como avergonzada
con esas almas de inefable albura.
A san Pedro – se dijo – ¿qué le pasa?
Tal vez su edad no escasa,
el carácter le habrá debilitado;
preciso es sermonearle al descuidado
guardián; que se le llame… Y, al instante,
en raudo y limpio vuelo,
un ángel fue y lo halló bien sentado,
y con el ojo alerta,
muy tranquilo en el suelo,
al lado de la puerta.
Yo vengo, san Pedro, a reemplazarlo
un momento siquiera,
pues el buen Dios lo quiere interrogar.
Y san Pedro corrió, y con severa
actitud, el Señor lo reprendió,
diciéndole: ¡No, no!
esto no puede ser, tú estás dejando
entrar gente manchada
a esta mi pura celestial morada.
Me confundes, buen Dios, respondió Pedro,
pues yo vivo en la puerta siempre en vela,
como perenne y listo centinela,
y, a pesar de mi edad tan avanzada,
no se me pasa, por descuido nada;
créeme, buen Señor, no soy culpable,
pues yo soy en mi puesto inexorable,
y ningún muerto ha entrado en esta corte
sin traer el debido pasaporte.
Cálmate, dijo Dios; probablemente
se nos está engañando. Mira abajo,
¿conoces esa gente?
Oh mi buen Dios, te digo francamente
jamás por mí fue vista,
que no están en mi lista,
que no son en verdad de nuestro bando;
y que indudablemente
aquí se me está haciendo contrabando;
pero yo te prometo, buen Señor,
coger pronto al traidor:
y si no, con dolor del alma mía,
te renuncio, Señor, la portería.
San Pedro echó después con gran cuidado
mil vueltas a las varias cerraduras,
y, cuando estuvo bien asegurado
de que no había rendija ni aberturas
por donde penetrar pudiera un alma,
y estando ya la noche un poco entrada,
se sentó en plena calma
a vigilar la celestial portada.
Más, ¡oh gran maravilla! De repente,
y sin saber por dónde, cómo y cuándo,
vio que una intrusa gente
al cielo y de rondón se iba colando.
San Pedro, entonces, inmediatamente
mandó llamar a Dios para que viera
lo que estaba pasando,
y cuando hubo llegado, el buen portero
le hizo señas a Dios que se escondiera
allí, sin hacer ruido y que tuviera
oído agudo y ojo muy certero.
Y qué cuadro el que vieron, ¡admirable!
Por fuera del recinto habían quedado
muchas almas que Pedro, inexorable,
había en su puerta rechazado,
porque no habían traído al paso
el pasaporte íntegro y cumplido;
y esas almas tan tristes exhalaban
tan amargos gemidos,
y quejas de tan gran melancolía,
que la Virgen María,
de ellas compadecida y no sufriendo
que en vano así esa gente la implorara,
a los muros del cielo se subía
y desde allí, creyendo
que por la noche nadie la veía,
uno a uno iba alzando
con inmensa alegría,
haciendo así a san Pedro contrabando.
Como san Pedro ya se vio triunfante,
probada su inocencia,
al buen Señor le dijo muy campante:
¡Al menos le hará Usted una advertencia!
Más el buen Dios que había reconocido
de los muros del cielo, allá en la altura,
a su Madre, tan dulce, bella y pura,
le respondió con sin igual dulzura:
¿Para qué? ¡Tú sabes cómo es Ella!
(Eusebio Robledo)
.
.
En esta cuarta parte, queremos hacer
entender que María no es la meta, sino el camino para llegar a Jesús.
Nadie lo ha amado tanto ni lo podrá amar como María. Nadie mejor que
Ella nos puede enseñar a amar a Jesús. A Jesús por María. Esto lo pueden
decir por experiencia tantos convertidos. Igualmente, muchas
apariciones de María a lo largo de los siglos han tenido como principal
objetivo la conversión de los pecadores para llevarlos a Jesús.
Recordemos que María y Jesús son
inseparables y que, si queremos encontrarnos realmente con ellos en
persona, debemos acudir a la Eucaristía, donde siempre nos espera Jesús
con María.
.
.
¿Por qué se aparece nuestra madre tantas
veces a lo largo de la historia? Porque sus hijos, los hombres, van por
el camino de la perdición y Ella, como buena madre, se preocupa y desea
alertarlos para que cambien de vida y vuelvan a Jesús. Y para confirmar
la veracidad de sus apariciones, Dios realiza innumerables milagros por
intercesión de María. Y esto, no sólo en los famosos santuarios de
Guadalupe (México), Lourdes, Fátima, Loreto o El Pilar, sino también en
infinidad de otros lugares, pues en todos los países hay algún santuario
mariano importante, donde se puede ir en peregrinación y donde se puede
palpar sensiblemente la presencia y el amor de María, que nos invita a
la conversión, al rezo del rosario y al amor sincero a Jesús Eucaristía.
En Lourdes, se apareció nuestra madre a santa Bernardita en 1858 y le dijo: Yo soy la Inmaculada Concepción,
confirmando así el dogma definido cuatro años antes por el Papa Pío IX.
Desde entonces, han sido innumerables los milagros realizados por medio
de María. Allí existe una Comisión internacional de médicos, compuesta
por 30 especialistas, de distintos países y de distintas religiones,
para estudiar los casos documentados, remitidos por la Oficina médica de
Lourdes. Esta Comisión internacional se reúne una vez al año para
estudiar unos 50 casos nuevos entre los 2.500 hechos extraordinarios,
que suceden cada año. Pero para ser estudiados, hace falta que haya
pruebas contundentes de cómo estaba el paciente antes y después de su
curación. Para que una curación sea considerada inexplicable para la
ciencia, es preciso que se compruebe que haya sido instantánea y que sea
duradera a lo largo de los años. Hasta la fecha, solamente han sido
considerados como inexplicables, y aceptados por la Iglesia como
verdaderos milagros, sesenta y siete casos.
En Fátima, nuestra madre se apareció a
tres pastorcitos: Lucía, Jacinta y Francisco; a partir del 13 de mayo de
1917. Allí pidió el rezo del rosario y Ella misma, al igual que en
Lourdes, rezaba el rosario con los niños. El más famoso milagro de
Fátima es el milagro del sol, ocurrido el 13 de octubre de 1917, como
confirmación de las apariciones, y que fue visto por unas 100.000
personas hasta a 50 km de distancia. Y para que nadie pudiera decir que
todo había sido producto de una sugestión colectiva, las ropas de la
gente, que estaba mojada, porque había llovido todo el día, quedó
totalmente seca, al igual que el suelo de los campos, lo cual no puede
ser fruto de ninguna sugestión mental.
En este milagro, el sol danzó por algunos
minutos, girando verticalmente sobre sí mismo, irradiando luces de
todos los colores, mientras la gente creía que era el fin del mundo y
clamaba a Dios misericordia.
Otro de los famosos santuarios del mundo
es el de Loreto, en Italia. Según la tradición, el 10 de mayo de 1291,
la santa casa de José y María, que tenían en Nazaret y que había sido
transformada en una pequeña iglesia por los apóstoles, fue ese día
trasladada milagrosamente por Dios a Tersato en Dalmacia, según consta
en el documento Historia tersattana. Allí estuvo 3 años, siete
meses y cuatro días. El 10 de diciembre de 1294, de nuevo, fue
trasladada milagrosamente a las cercanías de Recanati (Italia) y, al
poco tiempo, al lugar actual de Loreto.
El ingeniero Nanni Monelli ha publicado un libro La santa casa di Loreto, la santa casa di Nazareth, donde
llega a la conclusión de que no pudo ser construida en la región de
Italia, donde se encuentra, pues esas técnicas de construcción sólo se
daban en Palestina. Por otra parte, se ha comprobado que el lugar donde
fue colocada, fue sobre una carretera o camino muy transitado y, además,
sin cimiento alguno. Por otra parte, según excavaciones arqueológicas
realizadas, resulta que el lugar donde estuvo la casa de María en
Nazaret tiene una misteriosa correspondencia con las dimensiones de la
casa de Loreto. Está construida con piedras toscamente labradas, que,
examinadas químicamente, se revelaron idénticas a las piedras utilizadas
en Nazaret en tiempos de Cristo.
De hecho, los Papas, después de estudiar
los acontecimientos, establecieron desde el siglo XIV la fiesta de la
traslación de la santa casa. El Papa Pío XI dijo, después de ver las
conclusiones de los científicos: En cuanto a la autenticidad de la
santa casa, tenemos muchas buenas razones para admitirla y ningún
argumento serio para poder negarla[85].
Y, como una confirmación de la traslación
milagrosa, Loreto ha sido siempre uno de los lugares de mayores
milagros del mundo. Ya el Papa Gregorio XI, en un Breve del 12 de
noviembre de 1375, habla de muchos milagros que allí el Altísimo se digna manifestar.
Allí fue curado en 1456 el famoso predicador franciscano san Giacomo
della Marca. En 1464 fue curado Pietro Barbo, futuro Papa Pablo II. En
el siglo XVII fue curado Jean Jacques Olier, fundador de la Sociedad de
san Sulpicio. En 1840 fue curado de epilepsia Jacob Libermann, judío
convertido al catolicismo y fundador de la Sociedad del Espíritu Santo
para las misiones de África. Muchos de los numerosos milagros han sido
recopilados, después de ser estudiados con rigor médico-científico, y
han sido publicados por el doctor Pierluigi Cavatorti en su libro Le guarigioni a Loreto.
Del santuario El Pilar de Zaragoza, en
España, es famosísimo, en el mundo entero, el milagro llamado de la
resurrección de la carne, que podemos resumir brevemente así:
Entre las diez y once de la noche del
29 de marzo de 1640, mientras dormía en su casa de Calanda, a Miguel
Juan Pellicer, un campesino de 23 años, le fue restituida repentina y
definitivamente la pierna derecha que había sido hecha pedazos por la
rueda de un carro y que le había sido amputada cuatro dedos por debajo
de la rodilla a finales de octubre de 1637, es decir, dos años y cinco
meses antes, en el hospital público de Zaragoza.
El joven Juan Pellicer era muy devoto de
la Virgen y todos los días se ungía su muñón con el aceite de la lámpara
de la Virgen del Pilar, pues estuvo mucho tiempo, pidiendo limosna a
las puertas del santuario. Este milagro está bien documentado por las
autoridades de la época, empezando por el arzobispo de Zaragoza, que
consultó a cientos de testigos, que lo conocían y que firmaron un acta
notarial ante el notario real de Mazaleón, Miguel Andreu. El acta
original se encuentra expuesta actualmente en el despacho del alcalde de
Zaragoza.
Con relación a América Latina, podemos
decir que su catolicismo tiene desde su mismo origen un tinte
eminentemente mariano. Colón descubrió América en la nao Santa María y,
todas las tardes, la tripulación de las tres naves cantaban la Salve a
María y rezaba la oración: Bendita sea la luz y la santa Veracruz, y
el Señor de la verdad y la santa Trinidad. Bendita sea el alba y el
Señor que nos la manda. Bendito sea el día y el Señor que nos lo envía.
Amén.
En cada país, hay un santuario mariano
nacional y muchos de ellos tienen origen, si no milagroso, por lo menos
extraordinario. Y en todos ellos se cuentan infinidad de favores y
gracias extraordinarias, incluidos verdaderos milagros, que Dios hace a
sus fieles por medio de María. El santuario más famoso es el de la
Virgen de Guadalupe en México. Su historia fue escrita por el escritor
indígena Antonio Valeriano en su obra Nican Nopohua, en lengua náhualt, a los doce años de las apariciones de María al indio Juan Diego.
De todos es conocido el milagro de la
Virgen de Guadalupe, que dejó su imagen impresa milagrosamente en la
tilma del indio Juan Diego, hoy san Juan Diego, el año 1531. Los
científicos no pueden explicar que haya sido pintada directamente, sin
tanteos ni rectificaciones, con una técnica desconocida. Según en premio
Nóbel de química Richard Kuhn, los colorantes de la imagen no
pertenecen al reino vegetal, mineral ni animal. Pero lo más asombroso es
que en los ojos de la Virgen, de 7 milímetros, están pintadas
microscópicamente unas 15 personas bien distintas y con las perpectivas
perfectas en ambos ojos. Cosa imposible de pintar en el siglo XVI, pues
solamente se ha podido descubrir este prodigio en el siglo XX, cuando
Aste Tonsmann aumentó en un ordenador los ojos de la Virgen unas 2.500
veces.
Allí, en México, la Virgen le dijo a san Juan Diego: Yo soy la siempre Virgen, santa María, Madre de Dios; ratificando así con sus milagros que Ella es la siempre Virgen y Madre de Dios.
Hay muchísimas más apariciones de María
en este continente americano. En tiempos recientes, están las de San
Nicolás de los Arroyos en Argentina. Allí se apareció María a Gladys
Quiroga a partir de 1983, pidiendo el rezo del rosario, la adoración al
Santísimo Sacramento y la misa y comunión frecuentes. También pide la
consagración a su Inmaculado Corazón y dice: Siendo consagrados a mi Corazón Inmaculado, pertenecéis también a mi Hijo (13 de octubre de 1988). El obispo del lugar aprobó las apariciones y se ha construido allí un gran santuario mariano.
También en la finca Betania, a 12
kilómetros de Cúa (Estado Miranda), en Venezuela, se apareció a María
Esperanza de Bianchini, madre de 7 hijos, desde el 25 de marzo de 1976.
Aquí ha habido apariciones masivas. El obispo Pío Bello también las
aprobó y dijo: Después de haber estudiado con empeño las apariciones
de la Virgen María en Finca Betania y de haber pedido asiduamente al
Señor el discernimiento espiritual, declaro que, a mi juicio, dichas
apariciones son auténticas y tienen carácter sobrenatural. Apruebo, por
tanto, oficialmente que el sitio donde las mismas han acaecido sea
considerado como lugar sagrado y que el mismo sea tenido como meta de
peregrinaciones y como lugar de culto en el que puedan realizarse actos
litúrgicos.
En toda América latina se venera a
María con especial devoción y son innumerables los milagros recibidos
por los pobres y sencillos, que acuden a Ella en demanda de ayuda y
protección.
.
.
Hay muchos ateos, judíos y protestantes,
que se han convertido a nuestra fe católica por medio de María y han
encontrado en Ella el camino a Jesús. Evidentemente, cada conversión es
un camino único y personal; pero, ciertamente, la mano de María, como
madre amorosa, no está ajena de ninguna conversión, aunque su influencia
no aparezca siempre con toda claridad. ¿Quién podría estar más
interesada en que amemos a Jesús sino María? ¿De mano de quien vienen
todas las gracias recibidas de Dios, sino de María, que es la mediadora
de todas las gracias?
El 10 de marzo de 1615, iba a ser
ahorcado por su fe católica el padre Ogilvie en Glasgow, Inglaterra. Al
ver a miles de espectadores ante él, tomó el rosario, que era lo único
que le quedaba, y lo arrojó con mano fuerte en medio de la inmensa
multitud para que alguien pudiera recogerlo. El rosario vino a dar en el
pecho de un joven húngaro calvinista, llamado Juan Keckersdorff, que
viajaba en plan de recreo y se hallaba allí por casualidad. Se sintió
emocionado y el recuerdo del rosario lo persiguió por todas partes hasta
que un día abjuró en Roma de su herejía, haciéndose católico. Y solía
repetir que debía al rosario su conversión[86].
El 7 de noviembre de 1823, fue ahorcado
en Madrid el general Rafael Riego. Antes de morir, quiso confesarse y,
al preguntarle por qué quería confesarse, él respondió:
Mi vida entera ha sido un tejido de
iniquidades, pero, si a obra alguna debo atribuir el que Dios se
compadezca de mi alma, no hallo más que un recuerdo. Cuando era niño, mi
santa madre me llevaba todos los días a la capilla del Rosario de Santo
Domingo de Oviedo, y allí, de rodillas, rezábamos el rosario a la
Santísima Virgen. Murió mi madre y, desde entonces, sea como recuerdo de
cariño a ella o como resto de mi devoción a la Santísima Madre de Dios,
jamás he dejado de rezarlo.
Antes de morir, escribió, firmó y leyó la siguiente protesta:
Yo Rafael de Riego, preso y estante
en la Real cárcel de esta corte, hallándome en mi cabal juicio, creyendo
como firmemente creo todos los misterios de nuestra santa fe,
propuestos por nuestra Madre Iglesia, en cuyo seno deseo morir, movido
imperiosamente por los avisos de mi conciencia, que durante más de 15
días ha obrado poderosamente en mí, quiero manifestar en todas partes,
donde haya podido llegar mi memoria, que muero resignado en las
disposiciones de la divina Providencia, cuya justicia adoro y venero,
pues conozco los delitos que me hacen acreedor a la muerte. Por eso, así
como he pedido y pido a Dios perdón de todos mis crímenes, igualmente
imploro la clemencia de mi santa religión, de mi Rey y de todos los
pueblos e individuos de la nación[87]
– En una sesión del Congreso católico, celebrado en Lille (Francia), un sacerdote inglés contó lo siguiente:
En una ciudad de Inglaterra residía una
familia anglicana. El más pequeño de los hijos, aprendió de unos amigos
católicos el avemaría. Una tarde, lo recitó delante de su madre y ella
lo reprendió para que nunca más volviera a mencionar aquellas alabanzas a
María, pues era una mujer como las demás. Un día, el niño, leyendo el
Evangelio de san Lucas, encontró que el ángel le decía a María: Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo… Y su prima Isabel, llena del Espíritu Santo, le decía también: Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (Lc 1).
Entonces, el niño le dijo a su madre:
– Mamá, el avemaría está en la Biblia, ¿Por qué no se puede rezar?
La madre, por toda respuesta, le dijo
que no volviera a sacar el tema. Pero el niño le daba vueltas a su
cabeza, pensando que María no podía ser una mujer como las demás, pues
Ella era la mamá de Jesús.
El niño creció y, a los trece años, es
una velada familiar defendió su idea de que María no era como las demás
mujeres, pues el Evangelio dice que Ella es llena de gracia y que todas las generaciones me llamarán bienaventurada
(Lc 2). Años después, el joven entró en el ejército y se convirtió al
catolicismo. En unas vacaciones, fue a visitar a su hermana, quien le
dijo que preferiría ver muertos a su hijos antes que verlos católicos.
Pero, en aquellos días, uno de sus hijos sufrió una grave enfermedad y
su hermano le dijo que rezara con devoción el avemaría para pedir la
salud por intercesión de María. Al fin, ella accedió. Al día siguiente,
el niño estaba curado con gran sorpresa del médico, que lo consideraba
como un milagro. A los tres meses, su hermana, con su esposo e hijos, se
hizo católica. Y el hermano, dejando la vida militar, entró al
Seminario y llegó a ser sacerdote. Y terminaba diciendo:
– Y ese sacerdote soy yo. Padre Tuckwell[88].
– Una religiosa contemplativa me escribió el siguiente testimonio: A
primeros de julio de 1979, estaba en mi casa, con permiso de Roma, para
atender a mi madre enferma. Un día tuvimos que internarla en el
hospital a causa de una afección cardíaca y bronquial. La pusieron en
una habitación con otras dos pacientes. Una se llamaba María y tenía 36
años. La otra tenía 40. Ambas estaban muy alejadas de Dios y tenían
carteles pornográficos en la habitación, cosa incomprensible en un
centro público.
María tenía hepatitis contagiosa y
nadie la visitaba. Había pertenecido al partido comunista y había sido
una verdadera líder, dando mítines; pero se había dado al licor, al
punto de llegar a beber 40 vasos de vino blanco cada día. Hasta que un
día cayó enferma y tuvieron que internarla en el hospital. Pero sus
amigos comunistas la abandonaron a su suerte y nadie se acordaba de ella
ni la visitaba.
Yo procuré hacerme su amiga y
empezó a hacerme confidencias de sus orgías con sus amigos, cuando
estaba sana y cómo ahora se sentía triste por estar abandonada de todos.
Un día le sugerí que se confesase para encontrar la paz perdida, pero
me dijo: No quiero saber nada de curas, no me hables de ellos. Otro día
le dije, si podía colocar una estampa de la Virgen de Fátima en la
mesilla de mi mamá y me lo aceptó con gusto. Al otro día, les pedí a las
dos si podíamos sintonizar la radio durante 25 minutos para oír el
rosario, que las religiosas de mi convento transmitían todos los días.
Accedieron, porque me estaban tomando cariño. Así que empezaron a rezar
el rosario conmigo todos los días.
Como a mi mamá la visitaban dos
sacerdotes muy buenos, uno de 74 años y otro de 91, les conté el caso y
ellos intentaron acercarse a ver si se confesaba. Pero nada. Ellos me
dijeron: “Contigo, quizás se confiese, pero con nosotros ni vernos de
lejos”. Tenía verdadero odio a los sacerdotes en su corazón. Entonces,
le pedí que llevara la medalla de la Virgen en su cadena, llena de otros
amuletos, y accedió. Le llevé también dos postales, una de la Virgen de
Fátima y otra de Jesús en la agonía, y las colocó en su mesita. De
nuevo, le rogué que se confesara, pero nada.
Mi mamá fue dada de alta y
regresamos a casa. Pero regresé a los pocos días a visitarla y ya no
tenía las revistas pornográficas. Y, por fin, según me dijo el capellán,
la víspera de la fiesta de la Asunción se confesó. Y, al poco tiempo,
murió. Según me dijo su compañera, se había colocado al pecho con
esparadrapo las dos postales que yo le había regalado. Pero antes de
morir había podido comulgar durante varios días. Murió el 6 de
septiembre de 1979. Nadie preguntó por ella, y a los tres días la
enterraron. La compañera me dio dinero para mandar celebrar una misa por
su eterno descanso.
Como vemos, la Virgen María
nunca falla. Cuando parecía imposible que se confesara, la Virgen por
medio del rosario y de la medallita, consiguió con su intercesión ante
Jesús, la salvación de esta alma, que parecía perdida para siempre.
Los convertidos por medio de María son innumerables. Pueden leer mis libros Ateos y judíos convertidos y Regresando a casa.
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Consagrarse a María significa
ponernos en sus manos, a su servicio y disposición. Y Ella nos guiará
hacia Jesús. Consagrarnos a Ella significa dejarse llevar sin
condiciones, sabiendo que Ella conoce mejor el camino y que podemos
dormir tranquilos en sus brazos de madre. Consagrarse a María significa
vivir permanentemente en su Inmaculado Corazón, dentro del Corazón
divino de Jesús. Es dejar que Ella actúe por medio de nosotros. Es como
prestarle nuestra lengua para que hable por nosotros y nuestro corazón
para que ame a los demás por nuestro medio. En una palabra, es vivir en
unión total con María para que podamos llegar a decir: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí por medio de María. Por eso, un consagrado a María debe confiar plenamente en Ella y dejarse llevar por Ella sin condiciones.
Todos sabemos que el lema del escudo del Papa Juan Pablo II era Totus tuus (todo
tuyo); palabras colocadas debajo del anagrama de María. Él aprendió a
consagrarse a María en los escritos de san Luis María Grignion de
Montfort. Este santo propone, como el camino más rápido para llegar a la
santidad y como un secreto para los más esforzados, el consagrarse a
María como esclavos, es decir, entregarnos totalmente a Ella, para que
por medio de Ella seamos totalmente de Jesús.
Esta doctrina de la esclavitud mariana,
que a algunos parece un poco trasnochada, no lo está, porque entregarnos
y consagrarnos a María, siempre será el mejor medio para vivir
enteramente con Jesús, en Jesús y para Jesús. Decía el Papa Juan pablo
II: El acto de consagración en la situación de esclavitud indica una
dependencia singular y una confianza sin límites. En este sentido, la
esclavitud, la no libertad, expresa la plenitud de la libertad, de la
misma manera que el Evangelio habla de la necesidad de perder la vida
para encontrarla en su plenitud[89].
Esta doctrina de la consagración total a
María, es una doctrina tan elevada y maravillosa que el diablo no quería
que se publicara. Cuando san Luis María Grignion de Montfort escribió
su libro Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, profetizó, inspirado por Dios, que el demonio haría todo lo posible para destruir este escrito. Dice así:
Preveo claramente que muchas bestias
rugientes llegan furiosas a destrozar con sus diabólicos dientes este
humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha servido para
redactarlo, o sepultar al menos estas líneas en las tinieblas o en el
silencio de un cofre a fin de que no sea publicado. Atacarán incluso a
quienes lo lean y pongan en práctica[90].
Eso fue precisamente lo que sucedió en la
realidad, pues el manuscrito quedó escondido en un cofre durante los
días difíciles de la Revolución francesa. Un misionero lo encontró en
1842. Pero faltaban unas 96 páginas al comienzo y no se sabe cuántas al
final. Sin embargo, la providencia de Dios quiso que se conservara lo
esencial de la obra, donde se habla de la esclavitud mariana para gloria
de Dios y santificación de las almas.
Por eso, nosotros podríamos suscribir las palabras de este gran santo que dice: Todos
los días, del uno al otro confín de la tierra, en lo más alto del cielo
y en lo más profundo de los abismos, todo pregona y exalta a la
admirable María… Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente
entre los cristianos, que la han escogido por tutela y patrona de
varias naciones, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales no
se hallan consagradas bajo su advocación! No hay iglesia sin un altar
en su honor, ni comarca ni región donde no se dé culto a alguna de sus
imágenes milagrosas, donde se cura toda suerte de enfermedades y se
obtiene toda clase de bienes… Es, por tanto, justo y necesario repetir
con los santos: “María no ha sido aún alabada, ensalzada, honrada y
servida como se debe. Merece aún mejores alabanzas, respeto, amor y
servicio”[91].
El corazón me ha dictado cuanto
acabo de escribir con alegría particular para demostrar que la excelsa
María ha permanecido hasta ahora poco amada y que ésta es una de las
razones de que Jesucristo no sea todavía conocido como debe serlo. De
modo que, si el conocimiento y el reinado de Jesucristo debe extenderse
en el mundo, como ciertamente sucederá, esto sucederá como consecuencia
necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen. Quien lo
trajo al mundo la primera vez, lo hará resplandecer también en la
segunda[92].
Este gran santo recomienda, para asimilar y vivir cada día más intensamente nuestra consagración, repetir continuamente: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía y cuanto tengo tuyo es.
Es importante repetir ésta u otra fórmula de consagración diariamente
para asimilarla más y más cada día, pues llegar a ser totalmente de
María y de Jesús es un proceso de toda la vida.
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Oh, María, Madre mía, yo me consagro
del todo a Vos y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser y
ya que soy todo tuyo, Oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como a
cosa y posesión vuestra. Amén.
*******
Soy todo tuyo para siempre, Madre mía,
y te doy mi corazón,
pidiéndote la gracia de que nunca,
renuncies a este don.
Si acaso en un momento de locura,
lo llego a reclamar,
dime que es tuyo para siempre, Madre,
y no lo quieres dar.
Y, si ciego insistiere en la demanda,
antes que devolverme el corazón,
¡arráncame la vida, Madre mía,
pero nunca renuncies a este don!
*******
¡Oh Señora y Madre mía!
Con filial cariño vengo
a ofrecerte en este día
cuanto soy y cuanto tengo.
Mi boca para cantarte,
mi voz para bendecirte,
mi corazón para amarte,
mi vida para servirte.
Acepta, Madre, este don,
que te ofrenda mi cariño,
y guárdame como a un niño
cerca de tu Corazón.
Que nunca sea traidor
al amor que hoy me enajena
y que desprecie sin pena
los halagos de otro amor.
Que, aunque el dolor me taladre
y haga de mí un crucifijo,
que yo sepa ser tu hijo
y sienta que eres mi Madre.
En la dicha, en la aflicción,
en la pena, en la alegría,
¡mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía!
Ahora bien, no solamente podemos
consagrarnos nosotros personalmente a María. También es muy importante
que consagremos a nuestros seres más queridos y a otras personas o sus
trabajos y cosas importantes. Consagrarlos es como ponerlos bajo el
manto de María para que Ella los cuide y proteja con una especial
protección. Por eso, es muy hermoso, cuando las madres consagran a sus
hijos al nacer.
Ser de María para ser de Jesús.
Pertenecer a María para pertenecer a Jesús.
Amar a María, para amar a Jesús.
¡A Jesús por María!
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María, como buena madre, nos lleva a
amar a Jesús, que nos espera en la Eucaristía. María fue el primer
sagrario viviente de Jesús. El día de la Anunciación fue el día de su
primera comunión real, pues Jesús se hizo presente en su vientre, no
sólo como Dios, sino también como hombre. Y, en cada misa, celebrando el
gran misterio de la Redención, siempre se encuentra María. El Papa Juan
Pablo II decía: María… está presente cada domingo en la Iglesia.
¿Cómo podría ella, que es la Madre del Señor y Madre de la Iglesia, no
estar presente por un título especial, el día, que es, a la vez, día del
Señor y día de la Iglesia?… De domingo en domingo, el pueblo peregrino
sigue las huellas de María y su intercesión materna hace particularmente
intensa y eficaz la oración que la Iglesia eleva a la Santísima
Trinidad[93]. María guía a los fieles a la Eucaristía[94].
En cada misa, María ve en cada sacerdote a
su Hijo Jesús y se lo ofrece. Además, cada misa es la renovación del
misterio de la Navidad, es la actualización del nacimiento de Jesús en
medio de nosotros y ¿cómo podría hacerse presente Jesús sin su madre?
Por eso, junto a cada hostia consagrada, está presente María, como una
madre que acompaña siempre a su Hijo divino, pues ambos son inseparables
para siempre.
El primer amor de María fue Jesús y Él
está presente en la Eucaristía. Por eso, su primer amor ahora es Jesús
Eucaristía. De ahí que nuestra primera devoción mariana debe ser Jesús
Eucaristía. Si queremos encontrar a María, para hablar personalmente con
Ella, no necesitamos ir muy lejos, a santuarios lejanos; donde más
cerca la encontraremos es en la Eucaristía: en cada misa celebrada o en
cada sagrario.
Santa Catalina Labouré dice que, cuando se le apareció María el 18 de julio de 1830: Después
de haberse postrado ante el sagrario, María fue a sentarse en el
sillón… Fue el momento más dulce de mi vida. Me es imposible explicar lo
que entonces experimenté… Ella me explicó cómo debía comportarme en las
pruebas de la vida. Luego, con la mano, me indicó el altar (sagrario) y
me dijo que debía arrodillarme y abrir allí mi corazón, que en ese
lugar encontraría todo el consuelo que necesitaba.
En las apariciones de Medjugorje, en la
ex-Yugoslavia, ha recomendado la adoración al Santísimo y la misa diaria
en la medida de lo posible .
San Juan Bosco, un enamorado de María y de Jesús Eucaristía, escribe en sus Memorias: Si
los hombres pudiesen persuadirse del gran consuelo que, en el momento
de la muerte, produce el haber sido devotos de la Virgen, todos
buscarían modos nuevos de rendirle especiales honores. Será Ella,
precisamente, la que con su Hijo en brazos constituirá contra el enemigo
del alma nuestra auténtica defensa en la última hora. Ya puede el
infierno entero declararnos la guerra; con María al lado, el triunfo
será nuestro… Tú sé siempre de los verdaderos devotos de la Virgen, y
añade a esto la frecuencia de los sacramentos de la confesión y la
comunión.
Uno de sus sueños más famosos es el
sueño de las dos columnas, que contó el 30 de mayo de 1862: Un mar
agitado por las olas y, en medio del mar, un barco mucho más alto y
grande que muchos otros, que están a su alrededor, queriendo destruirlo
con sus espolones y sus cañones. El barco lo guía el Papa en medio de la
tempestad y de las naves enemigas (que significan los enemigos que
desean destruir la Iglesia guiada por el Papa). En medio del mar, hay
dos columnas a las que se dirige el gran barco. Una columna con una
estatua de la Virgen y la inscripción Auxilio de los cristianos y la otra más alta y más gruesa con una hostia grande con el cartel Salud de los creyentes.
Cuando el Papa logra llegar a las dos
columnas y se aferra a ellas, se calma la tempestad y todos los
enemigos con sus naves quedan destruidos, viniendo una gran calma. Las
dos columnas o pilares de nuestra fe son la Virgen y la Eucaristía,
obedeciendo al Papa, que guía a la Iglesia a amar a Jesús y María por
asegurar nuestra fe.
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¿Te consideras hijo de María? ¿La
amas? ¿Cuánto amas a María? A María nunca la amarás bastante. No tengas
miedo de amarla demasiado, porque cuanto más la ames, más amarás a
Jesús. Ten detalles de ternura con María. La ternura es el amor hecho
poesía. ¿Alguna vez le has ofrecido una flor en alguna de sus imágenes?
¿Le has cantado alguna bella canción? ¿Has visitado algún santuario de
María? ¿Has recibido algún favor especial de Ella? ¿Le rezas el rosario
cada día? ¿Al menos, llevas el escapulario del Carmen o rezas como
mínimo un avemaría diaria? ¿Has cumplido alguna vez la devoción de los
cinco primeros sábados de mes? ¿Has confesado y comulgado en su honor en
sus fiestas? ¿Procuras que tu alma esté limpia y pura? ¿Evitas
espectáculos indecentes y obras deshonestas por su amor? ¡Cuánta pureza
inspira María en los corazones jóvenes, que están envueltos en tantas
tentaciones de la vida moderna! Acude a María, conságrate a Ella, ponte
bajo su manto y pídele con fervor la virtud de la pureza y de la
fidelidad, para cumplir bien los deberes de tu estado. ¡Que tu alma
siempre esté hermosa para Ella!
Un día, un conocido pintor quiso hacer un
hermoso cuadro de la Virgen María y, buscando un rostro bello,
descubrió a una joven de bellas facciones, a quien le pidió posar en su
taller. Pero ella le dijo: Hoy no puede ser. Si usted quiere, iré mañana. Al día siguiente, acudió a la casa del pintor y le dijo: Ayer
no podía hacerlo, porque, tratándose de la Virgen Inmaculada, no podía
posar en pecado. Hoy me confesé y me siento menos indigna.
María nos inspira pureza y, además,
fortalece nuestra fe católica contra aquellos que la rechazan. Recuerdo
que en mi parroquia de Arequipa había una señora que se había convertido
en evangélica, pero siempre conservaba su amor a María, y todas las
semanas iba a rezar ante una imagen de María a la iglesia de La Merced.
Un día, sus compañeros evangélicos fueron a su casa y vieron una imagen
de María. Le dijeron que debía tirarla al basurero, pues era un ídolo y
se iba a condenar por ello; pero ella no aceptó y se retiró de su
Iglesia evangélica por conservar la imagen y el amor a María. La conocí
después de haber regresado a la Iglesia católica y ser responsable de
uno de los grupos de la parroquia. María había salvado su fe católica y
se la había fortalecido más de lo que jamás pudo haber imaginado.
Jörgensen, el famoso escritor danés,
cuenta cómo en una iglesia de Dinamarca se conservó durante muchos años
el amor a María. En tiempos de la Reforma protestante, en aquella
iglesia, los reformadores habían blanqueado la pared, donde había un
mural precioso de la Virgen María. Pero, durante generaciones, los
fieles seguían haciendo una reverencia en aquel lugar donde había estado
la imagen de María. Después de muchísimos años, nadie sabía por qué
hacían aquella reverencia ante la pared; pero, cuando restauraron
aquella iglesia, pudieron descubrir de nuevo que allí estaba oculta una
hermosa pintura de María, y ellos, sin saberlo, seguían la costumbre de
honrar a María como lo habían hecho sus antepasados católicos. Por esto,
quisieron que aquella pintura de María se conservara como un tesoro de
su tradición y su fe en María se revalorizó, porque ahora sí sabían por
qué hacían aquella reverencia. María les había conservado ese amor a
Ella, que los acercaba a la fe católica.
¡Ojalá la amemos tanto que no pase un
solo día sin ofrecerle ese ramo de flores de amor de las avemarías del
rosario! Es la mejor oración para comunicarnos con ella. Así se lo dijo
una niña de seis años a su madre. Estaba la mamá, hablando demasiado con
una de sus amigas. Y, al terminar de hablar, la niña le dice:
– Mamá, ¿por qué hablas tanto con tus amigas? ¿Por qué no hablas con la Virgen maría?
– Porque no tengo su teléfono.
Entonces, la niña se fue a su habitación y le trajo un rosario, diciendo:
– Mamá, aquí está el teléfono de la Virgen. Cuando tú rezas el rosario, Ella te escucha.
Otra niña enfermita, le pedía a su madre
todos los días, antes de dormir, que le contara el cuento. Y su madre
rezaba con ella un misterio del rosario. Para la niña era como un cuento
con el que se dormía en paz. Para la madre era como entregar a su niña a
María para que durmiera en sus brazos.
Un día, un niño de tres años, llamado
Gabriel, después de haberse curado de una grave enfermedad, fue llevado
por sus padres al santuario de la Virgen de Chiquinquirá, patrona de
Colombia, para darle gracias por su curación. Mientras todos rezaban,
Gabrielín miraba atentamente a María. De pronto, gritando, dijo:
– Mamá, mamá, la Virgen me está sonriendo.
Un niño no miente. Por eso, podemos creer
que, en este caso real, María le sonrió a Gabriel y a toda su familia
al verlos tan devotos, rezando ante su imagen, agradeciéndole por la
salud del niño.
¡Ojalá que María nos sonría también a
nosotros! Piensa que cada vez que rezas el rosario o le ofreces una flor
o le cantas una canción, te está sonriendo, sonríele tú también,
especialmente cuando recibas la comunión. Pídele que te acompañe en esos
momentos, con todos los ángeles y santos para darle gracias a Jesús. Y
María y Jesús harán de tu corazón un cielo y te darán amor, alegría y
esperanza para seguir adelante en el camino de la vida.
El filósofo norteamericano Emerson dice que un día bochornoso de verano subió a un autobús. Cansado
y sin humor, iba realizando su viaje. Con el mismo sopor y sin pensar
en nada, estaban sentados también los demás viajeros del coche, cuando
en una de las paradas, subió una mujer joven con su hijito, de cabellos
rubios y ojos azules. Apenas se hubieron sentado en un rincón del coche,
cambió del todo el humor de los pasajeros. Como si todas las preguntas,
sonrisas, carcajadas del inocente niño, trajesen el aire del paraíso
perdido a los hombres cansados por el camino fatigoso de la vida. Y la
madre sostenía con tanto encanto y amor a su hijito, y le hablaba con
tal cariño, que la mirada de todos se clavaba en ellos y un calor
extraño derretía los corazones, sumidos antes en la indiferencia.
Pues bien, el autobús que los
astrónomos llaman Tierra, iba corriendo hacía ya millares de años, con
millones y millones de pasajeros: hombres agotados, maltrechos, sumidos
en la indolencia, que ni sabían adónde iba el coche…, cuando un día,
hace dos mil años, subió a él una madre joven, teniendo en los brazos a
su hijito rubio y sonriente; y, apenas ocupó un asiento en un rincón
del coche, allá en la cueva de Belén, el alma de los viajeros se sintió
caldeada por un fuego jamás sentido; y el corazón, antes indiferente,
recibió nuevas fuerzas como por ensalmo, con una paz y una ternura
desconocidas. Y, desde aquel día, la Madre y el Hijo viajan siempre con
nosotros e irradian un encanto indecible y una fuerza de aliento, que
refrigera las almas cansadas en las luchas de la vida[95].
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Dice san Bernardo: ¡Oh tú,
cualquiera que seas, que te sientes llevado por la impetuosa corriente
de este mundo y fluctúas entre borrascas y tempestades! No apartes tus
ojos del resplandor de esta estrella. Si se levantan los vientos de las
tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a
la estrella, invoca a María.
Si te zarandean las olas de la
soberbia, la ambición, la calumnia o la envidia, mira a la estrella,
invoca a María. Si la ira o la avaricia o la concupiscencia de la carne
sacude violentamente la navecilla de tu alma, mira a la estrella, invoca
a María. Si turbado por la enormidad de tus pecados, confundido por lo
indigno de tu conducta, aterrorizado por el miedo al juicio divino,
empiezas a hundirte en el abismo de la tristeza o en la sima de la
desesperación, piensa en María.
En los peligros, en las
angustias, en la incertidumbre, piensa en María, invoca a María. Que su
nombre nunca se aparte de tus labios y jamás abandone tu corazón.
Siguiéndole no perderás el rumbo, rezándole no desesperarás, pensando el
ella, evitarás cualquier error. Si ella te sostiene, no caerás. Si ella
te protege, nada tendrás que temer. Si ella te conduce, no te cansarás.
Su nombre es María[96].
María es venerada y querida en todo el
mundo. Hay millones de peregrinos y devotos que caminan por la tierra
con su imagen al cuello. Ella está presente en sus corazones como madre y
como amiga. Millares de poetas y de sabios de todos los tiempos le han
dedicado sus mejores obras. Los artistas la han plasmado en formas y
estilos innumerables, tratando de transmitir su fe y su esperanza.
Pueblos enteros se han acogido a su protección y lo siguen haciendo, y
le han puesto nombres, a cada cual más hermoso. Ella es como la luz del
alba que anuncia el Sol divino, que viene a darnos esperanza y sentido a
nuestras vidas.
María es la mujer que dijo SI a Dios y
nos marca el camino de la felicidad. Con Ella llegaremos a Jesús, y con
Jesús tendremos la felicidad de Dios en medio de nosotros. ¡Alabado sea
Jesús y bendita sea María, nuestra Madre!
Hermano, reza con devoción el avemaría.
¡Si pudieses oír la inmensa gama de matices de tantos devotos de María
que en el mundo entero recitan cada día el avemaría! Te quedarías
asombrado. Lo mismo rezan el avemaría los marineros, que luchan contra
la tempestad en medio del océano, que los hijos afligidos ante el lecho
de muerte de su madre. Lo rezan los soldados que van a entrar en
batalla al igual que los romeros que acuden piadosos a los santuarios
marianos para cantar alabanzas a María. Lo mismo reza el avemaría la
ancianita que no puede caminar, como el fogoso atleta que sube a las
cumbres, buscando nuevos horizontes. Sí, el avemaría es la oración que
Dios inventó para alabar a María. Por eso, los hijos de María deben
rezarla todos los días para pedir ayuda a la madre del cielo. Cuando
rezas el avemaría, los cielos sonríen y los ángeles se alegran, mientras
que los demonios tiemblan y huyen. Reza el avemaría y obtendrás cada
día inmensas bendiciones de Dios.
Ave, María,
prepárame para el gran viaje.
Ayúdame a soltar sin miedo las cuerdas,
que me amarran al puerto…
Arregla tú misma
los trámites del pasaporte.
Si tú le pones la visa,
ya no tendré nada que temer, al llegar a la frontera.
Ayúdame, madre,
a saldar con arrepentimiento
las últimas deudas, que todavía tengo,
con la justicia de Dios.
Consígueme los beneficios
de la amnistía divina.
Pon en regla mis papeles
y a la hora de mi muerte,
espérame junto a la puerta,
para que, al llegar y tocar,
esté seguro que esa puerta
se abrirá para acogerme
y así entrar contigo al paraíso.
Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
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Reina y Señora mía, Madre de
Jesús y Madre mía. Tú eres la Reina de todo lo que existe y por ti vino
Jesús a la tierra para salvarnos. Tú eres purísima, santísima e
inmaculada. Tú eres la llena de gracia y te mereces todo mi amor, mi
alegría y mi alabanza.
En Ti pongo mi esperanza. A Ti
acudo en mis penas en demanda de tu gracia. A Ti que eres mi consuelo y
mi abogada. A Ti quiero expresarte, en nombre de todos, mis mejores
deseos y alabanzas.
¡Bendita seas María, en nombre
de todos los católicos del mundo y de todos los cristianos que te aman!
¡Bendita seas por los musulmanes, y también por todos los hombres de
buena voluntad, que te quieren y respetan¡!Te alabo en nombre de todos
los hombres que han existido, existen y existirán! ¡Por los judíos y por
los pecadores, por los que te aman y por los que no te conocen o te
rechazan! ¡Alabada seas en la tierra y en el cielo! ¡Te alabo en nombre
de todos los santos, que viven contigo felices en el cielo! ¡Y también
en nombre de mi ángel y de todos los ángeles y arcángeles, de los
querubines y serafines, y de todas las potestades del cielo! ¡Bendita
seas María!
Yo, como pobre pecador, te alabo
en su nombre y te glorifico sin cesar para que toda mi vida sea un
canto continuo de alabanza en tu honor. ¡A ti, la alabanza y el honor,
la gloria y el amor, para siempre en la tierra y en el cielo! Te alabo,
madre y reina mía, en nombre de todo el universo y, por tu medio, quiero
también rendir gloria y amor a Jesús, mi Señor y mi Dios, en unión con
el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
*******
Oh María, inmensidad del cielo,
fundamento de la tierra,
profundidad de los mares, luz del sol.
Belleza de la luna,
esplendor de las estrellas del cielo…
Tu seno llevó a Dios,
tus manos tocaron
al que es intocable.
Tu vida, llena de luz,
iluminó las estrellas
e ilumina nuestras vidas
con la luz de tu amor.
Gloria a Ti, Madre de Dios.
Gloria a Ti, Madre del alma.
Gloria a Ti, Virgen María. Amén.
.
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Después de haber analizado
detenidamente algunos aspectos de la devoción a María, podemos decir,
como hijos orgullosos, que vale la pena amarla con todo nuestro corazón y
que, por mucho que la queramos, nunca la amaremos bastante. Si el mismo
Dios quiso hacerla su madre, pura e inmaculada, ¿qué más podemos decir
nosotros de Ella? Diciendo que es Madre de Dios, estamos diciendo todo
lo que podemos decir, pues por su unión con Jesús, recibe todos sus
privilegios y prerrogativas. Por su íntima unión con la divinidad de
Jesús, recibió también, la gracia de ser inmaculada, de ser siempre
virgen, asunta a los cielos, mediadora de todas las gracias y madre de
todos los hombres. ¿Hay más que podamos decir de María? Todo lo que
digamos es poco. Por eso, el pueblo cristiano canta con fuerza y alegría
la canción: Salve, salve, cantad a María, que más pura que tú solo Dios, solo Dios.
Para terminar, quisiera decir que, cada
vez que invocamos a María para pedirle ayuda, su hijo Jesús se alegra y
todo lo que Ella le pide a nuestro favor, Jesús nos lo concede, si es lo
que más nos conviene. Jesús se siente contento de hacer feliz a su
madre, concediéndole todo lo que le pide. Por eso, vayamos a Jesús por
María y no quedaremos nunca defraudados. A Jesús por María.
Que Dios te bendiga por medio de María. Saludos de mi ángel.
Tu hermano y amigo del Perú.
P. Ángel Peña O.A.R.
Agustino Recoleto
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