jueves, 12 de noviembre de 2015

Somos la Juventud de Cristo

Somos la juventud del papa de la iglesia y de cristo catolicos con accion discipulus
“Yo soy la luz del mundo”  (Jo 9,12)
¿Joven, de dónde viene la belleza de nuestra vida eclesial? “Cristo es la luz de los pueblos”, así empieza la Constitución Dogmática Lumen Gentium (LG 1) definiendo cuál es la misión de la Iglesia: ser instrumento de la íntima unión de los hombres con Dios, iluminado a todos con su luz por el anuncio del Evangelio a toda criatura.
Esta Iglesia, que somos nosotros, tienen algo que decir a todo el mundo: “que las alegrías y esperanzas, tristezas y angustias del mundo, sobre todo de los que sufren, encuentran eco en el corazón de Cristo”

A lo largo del tiempo, Dios se ha ido revelando al hombre y dándole a conocer el misterio de Su voluntad. En efecto, la voluntad del Padre es elevar a cada uno de nosotros a la participación en Su Vida Divina y realizar esta comunión “reuniendo a los hombres en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la tierra “el germen y el comienzo de este Reino”, el “pequeño rebaño” (LC 12, 32_)que Jesús vino a convocar en torno a Sí, de los cuales Él mismo es el pastor” , Constituyen la verdadera familia de Jesús: “A los que reunió así en torno suyo, les enseño no solo una nueva “manera de obrar”, sino también una oración propia”.
En la última Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, hemos escuchado al Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, decirnos: “No se puede creer sin estar amparado por la fe de los demás, y con mi fe contribuyo también a ayudar la fe de los demás. La Iglesia necesita de vosotros y vosotros tenéis necesidad de la Iglesia”.
El Papa, de forma cordial, constata: “La Iglesia necesita de vosotros”. En efecto, la juventud es el rostro joven de la Iglesia que se refleja y se hace joven en la jovialidad de sus miembros. Por eso, la Iglesia, por la JMJ, crea un espacio privilegiado para que jóvenes cristianos den testimonio y hablen llenos de entusiasmo a los jóvenes del  mundo entero que vale la pena seguir a Jesucristo y ser miembro activo de su Iglesia.
Pero, el Papa también nos recuerda: “Vosotros necesitáis de la Iglesia”. ¿Por qué nosotros jóvenes necesitamos de la Iglesia? De hecho, nuestro corazón posee muchos anhelos, sueños y deseos…. Y solamente será saciado cuando experimente a Dios. ¡Sí! Nuestra alma tiene sed de Dios y está siempre insatisfecha mientras experimente Su ausencia. (cf. SI 62, 2). La Iglesia, entonces, se vuelve este lugar, el ambiente donde podemos encontrar la fuente que sacia nuestra sed de Dios, y en Él, el autentico sentido de nuestras vidas. En ella, el Señor nos habla por la fiel proclamación de la Palabra; en ella el Señor nos alimenta por la Sagrada Eucaristía; en ella, el Señor nos perdona y reconcilia; en ella, el Señor nos da la certeza de que “¡Él está en medio de nosotros!”. En ella, encontramos al Señor quien es la luz de nuestros pasos.
De esta forma, la Iglesia visible no es un simple lugar de reunión, sino que significa y manifiesta la Iglesia viva, morada de Dios en comunión con los hombres reconciliados y unido en Cristo.
Y, cuando más la Iglesia manifiesta la comunión entre Dios y los hombres, tanto más tú y yo encontraremos nuestro puesto en ella, reconoceremos los dones que el Señor nos concedió y asumiremos nuestra misión de miembros del Cuerpo de Cristo. Sí, Cristo continúa hoy queriendo actuar a favor de los pobres, de los enfermos, de los marginados y de los que sufren…, pero espera que cada uno de nosotros acepte actuar en este mundo como miento de Su Cuerpo, como un miembro de su Iglesia; como su reflejo, pues ¡”vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14)!
Pues bien, todo fiel bautizado es parte constituyente de la Iglesia; todos aquéllos que han renacido por el agua bautismal son miembros del Cuerpo Místico de Cristo. ¡Basta asumirlo!
El primer paso es creer que en Cristo Jesús se dio la plenitud de la revelación, la Palabra de Dios se hizo carne; Él asumió nuestra humanidad para salvarnos y unirnos a la divinidad; es la prueba máxima que “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.” (Jn 3,16_. Esta revelación es para toda la humanidad y, por ello, no puede quedar callada en el corazón de aquéllos que creen.
La Iglesia, que nace de Jesucristo y de su voluntad salvífica, recibió de Él identidad y misión específicas. Sus discípulos, que, al aceptarlo, experimentaron la trasformación de la propia vida y de su modo de vivir, conscientes de ser miembros de Su Cuerpo, toman parte en la acción evangelizadora de la Iglesia, para que cada persona pueda hacer la misma experiencia y tener su vida transformada en Cristo.
La Juventud de la Iglesia fue alcanzada por Jesús y transformada por su amor. Por eso toma parte en su acción evangelizadora, buscando ser fiel a lo que ha sido transmitido por aquéllos que fueron los testigos oculares, esto es, los Apóstoles. Manifiesta en cada época y en el mundo entero, guiada por el Espíritu Santo, su vocación a la comunión con Dios, a la santidad. Por el conocimiento de la palabra y de la doctrina es capaz de dar, a todo aquél que le pida, razones de su esperanza (cf.1P 3,15). Nada mejor que jóvenes que dan testimonio con la propia vida del seguimiento autentico de nuestro Señor a otros jóvenes, quienes aún no conocen el maravilloso amor de Dios.
La evangelización implica amar a la Iglesia, sintiendo con Ella, vibrando con Ella, sufriendo con Ella, trabajando con Ella, evitando cualquier división o ruptura sin dejarse llevar por los vientos de nuevas doctrinas, y cimentados en la Sagrada Escritura interpretada a la luz de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. La Iglesia es una y elegida por Dios, que tiene “un solo Señor, una Sola fe, un solo bautismo” (Ef 4,5).
En la Jornada de la Juventud se puede sentir que la Iglesia posee, a pesar de la diversidad cultural de los pueblos representados por cada peregrino, “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32). Ella es una realidad viva e imprescindible, para que podamos vivir concretamente en el Amor del Señor; canal de la gracia, lugar privilegiado de encuentro e interacción con Jesús, que se manifiesta a través de los hermanos, y nos fortalece a través de los dones de Su Espíritu, para ser así testigos en el mundo, sobre todo a los que sufren, de la salvación que viene de Dios.
La realidad sin la juventud es como un mundo sin “sal” y sin “luz”, carece de la alegría de los destinatarios del Reino de Dios. En cada uno de los jóvenes hay exigencias auténticas de bien y de vida que deben ser oídas y respetadas, pero que necesitan ser orientadas por la luz de Jesucristo. Por eso, la fuerza, el entusiasmo y los ideales propios de nuestra juventud, comprometidos con la fe en Jesucristo y con la Iglesia, es la que hará que la verdad y los valores fundamentales sigan siendo trasmitidos a todos los seres humanos.
Salgamos a anunciar que “¡la luz de las naciones es Cristo!: Asumamos ser la Iglesia de Cristo y aceptemos la invitación del Papa Benedicto XVI en la JMJ en Madrid: “Invito, a todos los jóvenes, a subir hasta la fuente eterna de vuestra juventud y conocer al protagonista absoluta de la Jornada Mundial de la Juventud y de sus vidas: Cristo, el Señor”.
¡Somos la juventud e la Iglesia ¡Somos la juventud de Cristo Jesús!

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